San Elvis, que est¨¢ en los cielos
Un santo. Era un santo. Despu¨¦s de contemplar Elvis Presley. Memorias, el documental que TVE emiti¨® el pasado martes, s¨®lo queda afirmar que fue el mejor cantante de la historia reciente y el m¨¢s notable ser humano que ha visto el siglo XX. Como pieza hagiogr¨¢fica, Memorias no tiene precio: un desfile de personajes -algunos, declarados enemigos de Elvis en vida- derramando alabanzas, un derroche de incienso s¨®lo interrumpido por temblorosas filmaciones de aficionados, con el sonido desincronizado (en alg¨²n caso, con la voz superpuesta de uno de tantos plagiarios de Elvis).Prodigioso. En cerca de una hora no se plante¨® ninguna de las cuestiones claves de la carrera del cantante. Era previsible que no levantaran la manta en temas como su desaforado consumo de drogas (?a pesar de ser un agente honorario del Bureau of Narcotics!), su extra?o comportamiento sexual, su temperamento violento y amor por las armas de fuego, sus creencias espirituales o el modo en que se incorpor¨® al Ej¨¦rcito (una experiencia que el cantante deseaba fervientemente evitar, a pesar de lo que dijo en aquel momento).
Lo tr¨¢gico es que no se enfrentaran con la deplorable carrera cinematogr¨¢fica que le alej¨® del mundo, la rutinaria forma de hacer discos y el nivel abismal a que ¨¦stos llegaron, su conversi¨®n en vulgar entretenedor a la escala de los hoteles de Las Vegas. Decisiones trapaceras de su representante, el peligroso Tom Parker, preocupado esencialmente por sus propios intereses econ¨®micos, que funcionaba bajo la m¨¢xirna de m¨¢s vale p¨¢jaro en mano que ciento volando y maquinaba incre¨ªbles jugadas para ampliar su tajada (la mitad de los ingresos del cantante-actor) y enjugar sus descomunales deudas de juego.
Muy curioso: si hubieran contado toda la s¨®rdida historia, Elvis Presley aparecer¨ªa seguramente como un pobre diablo digno de ser carionizado por su paciencia y su entrega por encima de lo previsible.
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