La dehesa de Extremadura
Est¨¢ en tela de juicio la ley de la Dehesa de Extremadura. Se dice que es inconstitucional porque la Junta carece de competencia para imponer tributos a los propietarios renuentes a llevar a cabo una m¨ªnima explotaci¨®n de sus predios ni para establecer la expropiaci¨®n forzosa tan siquiera de uso y disfrute, que no es m¨¢s que una especie de arrendamiento forzoso. De hecho, el Grupo de Coalici¨®n Popular en el Senado tiene presentado recurso en este sentido. Son reacciones leg¨ªtimas y saludables en un Estado de derecho contra todo lo que huela a inconstitucionalidad.Pero ser¨ªa lamentable, en cualquier caso, que este derecho sacrosanto que salvaguarda el orden jur¨ªdico-social se ejerciera desde el estamento pol¨ªtico sin m¨¢s miras que las de un simple puritanismo legal o de un huero triunfalismo pol¨ªtico, ignorando fr¨ªvolamente en sus planteamientos el fin social que se persigue. En este caso, la ley de la Dehesa de la comunidad aut¨®noma de Extremadura pretende ser un remedio en potencia para la grave postraci¨®n del campo extreme?o, que es la fuente secular de supervivencia para los que vivimos aqu¨ª y el fundamento de nuestro futuro. Ser¨ªa un error muy grave tratar ¨²nicamente de enervar remedios sin buscar alternativamente soluciones urgentes y operativas.
Es evidente que el campo extreme?o, y con ¨¦l toda la inmensa Extremadura rural, no puede esperar indefinidamente en la desolada incuria que, a excepci¨®n de contadas fincas, padece.
Para entenderlo no hay m¨¢s que abrir los ojos a la realidad de los cortijos abandonados, las majadas derruidas, las mesanas embrozadas, la caba?a extremadamente restringida, los encinares -mediante potentes m¨¢quinas- en v¨ªa de insensata erradicaci¨®n sin otra finalidad que la venta de la le?a..., y los campesinos languideciendo en el paro y la indigencia a la sombra del campanario, como n¨¢ufragos en un mar de hect¨¢reas manifiesta, dolorosa, escandalosamente mejorables en su explotaci¨®n, abandonadas totalmente, aprovechadas m¨ªnimamente o reducidas a la l¨²dica condici¨®n de cotos de caza.
Ciertamente existen algunos propietarios que mantienen la explotaci¨®n de sus dehesas de manera ejemplar; otros, en precario, con escasa protecci¨®n oficial y sin. m¨¢s aliento que su. propio coraje. Para ellos tambi¨¦n, l¨®gicamente, urge una ley de la Dehesa.
?sa es la cuesti¨®n. ?se es -el de reivindicar la productividad del campo como bien vital- el gran recurso de inconstitucionalidad que deber¨ªa presentar Extremadura.
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