Hu¨¦rfanos de Lorca
LORCA FUE asesinado cuando su obra literaria cumpl¨ªa 15 a?os (Libro de poemas, 1921; La casa de Bernarda Alba y El div¨¢n de Tamarit, 1936) y ¨¦l 38 (Fuente Vaqueros, 5 de junio de 1898; barranco de V¨ªznar, 19 de agosto de 1936). Cre¨® en esos lapsos un universo literario que hoy forma parte del patrimonio cultural del mundo; se supone que es el escritor de lengua espa?ola m¨¢s traducido, comentado, divulgado, biografiado y analizado, despu¨¦s de Cervantes.Para que su obra tuviera esa trascendencia ha tenido que atravesar varios purgatorios. Uno, el de su propio mito, la fuerza de s¨ªmbolo del poeta puro v¨ªctima del fascismo, que en un principio se superpuso al conocimiento de su literatura; lo nubl¨®. Otro, el inverso: la barrera de silencio impuesta por sus asesinos, continuada por la Europa fascista y luego conservadora, y las versiones falsas fomentadas por el franquismo de las razones de su asesinato: homosexualidad, venganza personal, confusi¨®n. de los primeros momentos, error de ¨²ltima hora, enfrentamiento de facciones. Hoy se sabe que en el mes transcurrido entre su ocultaci¨®n y su muerte intervino una serie de factores de consideraci¨®n de su persona p¨²blica, de forma que la decisi¨®n de matarle se puede considerar como deliberada, parte en s¨ª misma de la ideolog¨ªa del franquismo; y, en efecto, representa un s¨ªmbolo de los 4.000 intelectuales muertos en la guerra civil.
Entre las formas anfibias de juzgar su muerte est¨¢ la de considerarle apol¨ªtico; en el conjunto de su obra hay los suficientes datos, Claramente expl¨ªcitos por ¨¦l, como para saber que estaba decididamente del lado de los marginados, de los perseguidos, de un pueblo del que tom¨® ra¨ªces y al que devolvi¨® cultura, y en contra de todas las formas de represi¨®n, y que estos hechos tomaron parte clara en su ejecuci¨®n sumaria. Todo eso forma una pol¨ªtica, sin necesidad de estar representada en un partido. Otra desviaci¨®n es la de suponer que fue el hecho mismo de su asesinato el que multiplic¨® el valor literario de sus escritos. En 1936, Federico Garc¨ªa Lorca era en Espa?a, y lo fue en otros pa¨ªses, un poeta y un dramaturgo popular y al mismo tiempo reconocido por su rigor literario; con toda la inseguridad que da hacer profec¨ªas sobre el pasado, se puede pensar que, de haber vivido, no s¨®lo habr¨ªa sido glorificado de la misma manera, sino que su obra hubiera podido ampliarse.
Este juicio considera la extensi¨®n de los nervios de su creaci¨®n: romancero, superrealismo, simbolismo, ¨¦pica, cultismo; desde las canciones fronterizas hasta el verso blanco de Walt Whitman, desde el teatro infantil a la tragedia popular, del dato certero y veraz hasta la met¨¢fora inmaterial. Esta impregnaci¨®n que aparece simult¨¢neamente en toda su obra (y no en forma de per¨ªodos, de influencias separadas o de oportunismos) supone una inmensa capacidad de aprehensi¨®n, asimilaci¨®n y expresi¨®n que hacen pensar que ninguna de las riquezas literarias posteriores le hubieran sido ajenas, y algunas estaban ya intuidas (un drama donde las rejas del tiempo y el espacio ahogan a los personajes, como La casa de Bernarda Alba, en 1936, es un adelanto a las coordenadas del existencialismo).
Pintor y m¨²sico en rasgos brillantes y limpios, era especialmente sensible a im¨¢genes y sonidos, y as¨ª fue su obra escrita. Por esos sentidos -o por los cinco, que ¨¦l consideraba que eran los maestros del escritor- percibi¨® la realidad. Una realidad trascendente y eterna -amor, celos, hijos, muerte, sangre, odio- y una realidad anecd¨®tica -trozos de vida, humanidad de personajes, paisajes, objetos- de la que nunca se desprendi¨®: ni en los campos de gitanos ni en los mataderos de Chicago. Una realidad sentida, compartida, vivida, social y humana, decantada en im¨¢genes y sonidos de palabras de una profundidad extraordinaria que le llev¨® a morir por ella, por lo que ¨¦l era dentro de ella.
Se han desvanecido las nieblas que envolvieron la vida, la muerte y la obra de Lorca. Ha pasado incluso los purgatorios amables y celosos, los juicios y los testimonios de sus contempor¨¢neos, la suspicaz y peque?a intervenci¨®n de sus herederos directos, las mezquindades, las leyendas, las vulgarizaciones, el anecdotario, los profesores universitarios. Hoy se puede afirmar que su obra tiene todos los rasgos de la genialidad; que fue asesinado porque representaba una forma de cultura libre, popular y eterna contra la cual se alzaba la sublevaci¨®n; que ha tenido y est¨¢ teniendo la resonancia mundial que es justa y que, al mismo tiempo, pero con valores distintos, es una de las v¨ªctimas de la represi¨®n del humanismo y uno de los creadores de las ideas, los sentimientos, las sensaciones, el humanismo del siglo XX.
Siendo ¨²nico, no fue -o no es- un ser aislado en la cultura espa?ola. Viene de una larga tradici¨®n de romancero y se engarza en un amplio y fecundo movimiento, en un grupo de poetas contempor¨¢neos reconocido con dos premios Nobel; que recibi¨® ense?anzas valios¨ªsimas de los que le precedieron s¨®lo en unos a?os; que perteneci¨® en todos los aspectos al extraordinario movimiento de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza -fundada 20 a?os antes de su nacimiento-; es decir, directamente inscrito en una cultura espa?ola asesinada y dispersa al mismo tiempo que se dispon¨ªa de su vida, de la que quedan algunos supervivientes, una obra global extraordinariamente rica y una verdadera tradici¨®n. Interiorizar el esp¨ªritu de la obra de Lorca en Espa?a podr¨ªa significar un torrente renovador en esta Espa?a de 1986, propensa a su elegante consumo, pero poco inclinada a practicar sus ideas.
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