Un a?o despu¨¦s
Justo hace ahora un a?o volv¨ªamos todos del verano del SIDA. Se hab¨ªa revelado que Rock Hudson padec¨ªa esa enfermedad y ¨¦ste fue el tema de toda la Prensa hasta su defunci¨®n, en octubre de 1985. Le han seguido otros, an¨®nimos los m¨¢s, y quiz¨¢ en un tard¨ªo acto de responsabilidad algunos medios de comunicaci¨®n han empezado a tratar el problema seriamente.El contraste entre aquel boom sensacionalista y un entorno en el que nadie parec¨ªa aquejado de tal enfermedad sumi¨® en la incredulidad a muchos que menospreciaron toda recomendaci¨®n preventiva. Mientras, la sociedad asist¨ªa absorta, como en un telefilme de serie, al desfile de informes, declaraciones y noticias, hasta contagiarse de cierta aprensi¨®n del todo injustificada. Por fin el. fil¨®n ya no dio m¨¢s de s¨ª, y quiz¨¢ por una recomendaci¨®n del ex ministro de Sanidad Ernest Lluch, a todas luces con retraso, la Prensa se moder¨®. Desde entonces, mientras parec¨ªa que no pasaba nada, lo ¨²nico que ha avanzado es la difusi¨®n del virus. Tan s¨®lo donde se han organizado comit¨¦s o comisiones ciudadanas, preocupadas por parar esta enfermedad y combatir la oportunista discriminaci¨®n, se ha logrado al menos que la Administraci¨®n moviese alg¨²n dedo. As¨ª, en las comunidades aut¨®nomas de Madrid, Catalu?a, Euskadi y Baleares se han editado tr¨ªpticos de informaci¨®n-prevenci¨®n, se han abierto algunos escasos centros de consulta directa, l¨ªneas telef¨®nicas y poco m¨¢s. En el resto del Estado, donde nadie se ha movido, nada se ha hecho. Hace tambi¨¦n un a?o, el que suscribe se entrevist¨® con varios directores generales del Ministerio de Sanidad; el resultado fueron las mismas buenas palabras y promesas que tres a?os antes ya nos hiciera el ministro Lluch, sin resultado alguno. Tras 12 meses, nada a la vista.
Al regreso de este verano uno se ha encontrado con la ausencia terrible de algunos conocidos, se han ido sin remedio, y ojal¨¢ estos casos puedan sacar a las avestruces de su ceguera. La denominaci¨®n de ursulinas con que hemos sido premiados quienes hemos informado sobre el uso del preservativo deviene tragic¨®mica cuando nos hallamos ante la evidencia del problema.
Inconsciencia y p¨¢nico
Lo peor que podr¨ªa ocurrirnos, sin embargo, es que tras un a?o de fr¨ªvola inconsciencia, de repente, cundiese el p¨¢nico; los latinos somos muy dados a los movimientos pendulares. Se puede continuar una vida sexual satisfactoria con observar las consabidas medidas preventivas en quienes les compete, pero ceder al miedo o a ese inconsciente sentimiento de pecado que nos fue inculcado ser¨ªa el mejor servicio que podr¨ªamos prestar a los enemigos de la libertad, toda vez que el estr¨¦s no sana nada.La difusi¨®n del SIDA no plantea s¨®lo un estricto problema de salud o de vida o muerte para los afectados y afectadas (como podr¨ªa ser el caso de los accidentes de tr¨¢fico), sino que en una sociedad cargada a¨²n de tab¨²es a m¨¢s casos mayor discriminaci¨®n de todos aquellos y aquellas que no nos ajustamos a la llamada normalidad matrimonial. A pesar de que la extensi¨®n del virus no es selectiva por grupos sociales, sino por ciertas pr¨¢cticas de riesgo, cada cual ve lo que quiere. Los reaccionarios, creen que es un castigo divino; los bien pensantes, una consecuencia de los placeres que en el fondo envidian, y los que m¨¢s atenci¨®n debieran poner en disfrutar sin riesgo se contentan con decir que es una campa?a moralista. Al final nadie se acuerda de la prevenci¨®n, sanitaria. Por fortuna, el retraso secular que tenemos en nuestro pa¨ªs respecto a Europa y, Norteam¨¦rica juega a nuestro favor. El SIDA no tiene aqu¨ª una incidencia alarmante, pero s¨ª creciente. Estamos a tiempo de frenar, y eso quiere decir ponerse a trabajar, a organizarse, en vez de ignorar el problema o quedarse en casa inm¨®vil. Asociaciones progresistas de la sanidad, profesionales, movimientos sociales y entidades ciudadanas, individuos y colectivos tenernos la ocasi¨®n de preservar salud y libertad; responsabilidad esta a exigir a la Administraci¨®n antes que a nadie.
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