Algo cambi¨® en Chile el domingo 7
A partir del 7 de septiembre ¨²ltimo, algo cambi¨® en Chile. Por primera vez en su vida, el capit¨¢n general Pinochet se vio envuelto en una escaramuza parecida a un combate de veras. Y tuvo mucho, mucho miedo. El hombre que lee a trastabillones un discurso sosteniendo que "Chile est¨¢ sumido en una guerra sin fronteras y sin frentes", en el minuto de la verdad lo ¨²nico que quer¨ªa era huir.En ese "algo cambi¨® el domingo 7" hay que anotar que quien se declara intocable gracias "a la protecci¨®n divina" fue alcanzado al menos en una mano. El d¨¦spota, que cuando sale lo hace como el caracol, con toda su guardia y su blindaje a cuestas, no result¨® en esta ocasi¨®n inaccesible. El que ha sostenido que en Chile no hay hoja de ¨¢rbol que se mueva sin que medie su voluntad, siente en estos d¨ªas que es el piso del pa¨ªs entero el que se mueve, sin su voluntad, sin sus pies.
Algunos sostienen que la operaci¨®n del Frente Patri¨®tico Manuel Rodr¨ªguez ha robustecido al dictador, al conseguir que las fuerzas armadas cierren filas a su alrededor. Las irrespetuosas discrepancias del err¨¢tico y nada perspicaz almirante Merino al proyecto de plebiscito de Pinochet son un claro ment¨ªs a dichas deducciones. Pero no es lo ¨²nico. Hay, m¨¢s que el disenso de la marina, la aviaci¨®n y carabineros para respaldar su poder vitalicio. Tambi¨¦n su ¨²ltimo baluarte, su sancta santorum, est¨¢ cuarteado.
El general Dan¨²s
El general Luis Dan¨²s, jefe de la Divisi¨®n del Extremo Sur, con sede en Punta Arenas, a 2.000 kil¨®metros de Santiago, no es un caso aislado. Esta golondrina, que puede contribuir a hacer verano, repite declaraciones discordantes. A su petici¨®n de que se esclarezca el asesinato del periodista Jos¨¦ Carrasco, a?ade recientemente que "en 1989 deben gobernar en Chile personas distintas a las de ahora" (ver EL PA?S del pasado d¨ªa 20). Si se presta atenci¨®n al sentido y tono de su ret¨®rica castrense, se advertir¨¢ que el destinatario de sus repetidas declaraciones en la Prensa es el Ej¨¦rcito. Habla en clave transparente dirigi¨¦ndose a todos sus colegas de armas. Y se sabe que no est¨¢ solo. Otro que suele no comulgar con todas las hostias de Pinochet es un cu?ado de Dan¨²s, el general Gast¨®n Frez, que encabeza la Divisi¨®n del Norte, en la frontera con Per¨² y Bolivia.
Ninguno de ellos es exactamente un dem¨®crata, pero discrepan de Pinochet en m¨¢s de alg¨²n asunto. No se trata de una disconformidad que haya nacido en las guarniciones, iluminadas por el rayo de Damasco. No. Los gruesos muros de los regimientos son lentamente permeados por la atm¨®sfera general que respira el pa¨ªs. Virtualmente toda la sociedad repudia al dictador y su sistema de cruel dominaci¨®n. El descontento masivo ha ido subiendo desde la base de la pir¨¢mide hasta el nivel superior, penetrando la cabeza del r¨¦gimen. En las fuerzas armadas el proceso de descomposici¨®n de la autoridad del dictador a¨²n no culmina, pero es irreversible.
Un opositor tan tenaz de la dictadura como es el Movimiento Democr¨¢tico Popular ha expresado su disposici¨®n al di¨¢logo con el Ej¨¦rcito, excluyendo, eso s¨ª, a Pincohet. Como parte de esa coalici¨®n de izquierda, el partido comunista, que en Chile no s¨®lo es influyente y poderoso, sino tambi¨¦n sensato, admite la posibilidad de que las fuerzas armadas, previo acuerdo general de la oposici¨®n, podr¨ªan ser un elemento participante en una primera fase del proceso de transici¨®n a la democracia.
Naturalmente, sin el megal¨®mano que, modesto ma non troppo, vaticina que en el futuro se le comparar¨¢ con los m¨¢s famosos emperadores romanos. Por a?adidura y sin sonrojo se pone a la altura de Luis XIV, no s¨®lo como aspirante a nuevo Rey Sol, sino sobre todo por su, autodefinici¨®n de monarca absoluto: "El Estado soy yo". Un editorial del New York Times fue titulado Luis XV en Santiago, aludiendo a la predicci¨®n consabida: "Despu¨¦s de m¨ª, el diluvio". Siguiendo el mani¨¢tico juego de proponerse como ¨¦mulo de los Luises de Francia, los chilenos admitir¨¢n como m¨¢s veros¨ªmil el paralelo con Luis XVI, que, seg¨²n es de conocimiento p¨²blico, termin¨® con su cabeza empelucada en la guillotina. Se habla de que existe en Chile un desborde las masas. ?Acaso una reedici¨®n trasnochada de la Revoluci¨®n Francesa? ?O, a escala reducida, una pobre y pueril imitaci¨®n del asalto al, Palacio de Invierno? ?O de la campa?a de sierra Maestra? ?O algo semejante a la toma del poder por los sandinistas?
Una soluci¨®n chilena
No. Simplemente queremos una soluci¨®n chilena para Chile. La libertad no vendr¨¢ de las fuerzas armadas ni de Washington. Hoy la Administraci¨®n Reagan parece inclinada a soportar la evidencia: su hombre en Santiago est¨¢ agotado. No se esforzar¨¢ por darle la extremaunci¨®n. Pero tiene de reserva en su manga un naipe que comprende la carta haitiana o la filipina. Al general Dan¨²s, adverso a la permanencia de Pinochet, al parecer no le disgustar¨ªa su reemplazo por un general Namphy chilensis. No se divisa a¨²n en nuestro pa¨ªs the woman in La Moneda, personificada en alguna dama vestida de amarillo.
A falta de una Coraz¨®n Aquino, bien podr¨ªa valer un hombre en traje de civil que ofrezca garant¨ªas para los intereses de siempre. La nutrida baraja contempla asimismo la carta espa?ola, la brasile?a, la uruguaya y la argentina, aunque esta ¨²ltima pone a los miembros de la Junta la piel de gallina.
El juego de cartas es amplio, aunque no generoso. Porque hay uno que no tiene, a juicio de los due?os y concesionarios del casino, derecho a participar. Su lugar est¨¢ en la sombra. Su papel es el del coro griego. Es el soldado desconocido, el an¨®nimo prescindible, compuesto por esos millones que se llaman pueblo. No s¨®lo tienen cuerpo, sino tambi¨¦n cabeza. Y esos millones de cabezas pueden entregarse al peligroso vicio de pensar. Pensar por cuenta propia. Son los que han puesto la sangre y la vida, los que han luchado cuando los del Olimpo de la soluci¨®n negociada no luchaban. Aunque nunca puso la mejilla, durante muchos a?os le golpearon la diestra y la siniestra. Ahora ya no le queda mejilla ni parte del cuerpo que no est¨¦ llagada y cubierta de cicatrices. La dura prueba lo ha cambiado, cur¨¢ndolo de una candorosa ingenuidad. Parafraseando el decir ya cl¨¢sico, afirmemos que no tiene otra cosa que perder sino sus sufrimientos. No postula la v¨ªa armada ni tampoco es pol¨ªticamente vegetariano. No busca una guerra de ej¨¦rcito contra ej¨¦rcito, entre otras razones, porque no lo tiene. Pero s¨ª proclama el derecho a la leg¨ªtima defensa contra una tiran¨ªa prolongada y atroz, empecinada en cerrar todos los caminos que conduzcan a la libertad.
Un pueblo en movimiento
El pueblo chileno escarnecido est¨¢ en movimiento. Levanta la frente. Act¨²a. La Asamblea de la Civilidad es un avance en el campo de las organizaciones sociales. Parad¨®jicamente, ciertas c¨²pulas pol¨ªticas no rayan a la misma altura de la base, no muestran la l¨²cida conciencia, el coraje responsable de las mujeres y hombres de abajo.
En Chile, el Estado llano, la m¨ªsera plebis de las poblaciones marginales y los estudiantes, dan lecciones de madurez a pol¨ªticos de sal¨®n que siguen discutiendo sobre el sexo de los ¨¢ngeles mientras la ciudad arde, expulsan sacerdotes y queman adolescentes.
A ning¨²n pa¨ªs de Am¨¦rica Latina le ha costado m¨¢s reconquistar su libertad que a Chile. Si refiri¨¦ndose a nuestro pueblo dice la letra de un antiguo himno patri¨®tico: "Sien¨ªpre noble, constante y valiente / te encontraron los hijos del Cid", justifica dicha caracterizaci¨®n heroica su batallar sin tregua. Por delante quedan, combates muy dif¨ªciles.
Si tomamos en cuenta que m¨¢s del 90% de la poblaci¨®n civil desea el fin de la larga pesadilla vivida con los ojos abiertos, no es aventurado ni ut¨®pico confiar en el retorno de la libertad. Pero ella no caer¨¢ como regalo del cielo. Exige unidad mayor, el todos a una de Fuenteovejuna. Y acci¨®n sin pausa. Entonces s¨ª Pinochet descender¨¢ al infierno con todos los honores de ordenanza.
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