La represi¨®n de la objeci¨®n de conciencia
El Movimiento de Objeci¨®n de Conciencia (MOC) ya adelant¨® en diversas ocasiones, y por ello se manifest¨® en la calle, que la ley de Objeci¨®n de Conciencia (LOC), de fecha 28 de diciembre de 1984, no regulaba la objeci¨®n de conciencia, sino que la reprim¨ªa. Esto se dijo antes de que fuese aplicado, y ahora que en algunos aspectos est¨¢ funcionando, la realidad, lamentablemente, nos da la raz¨®n. En estos momentos dos personas est¨¢n encarceladas en nuestro pa¨ªs por haberse declarado objetores de conciencia en el momento en que estaban cumpliendo el servicio militar.Tambi¨¦n anticip¨® el MOC que ¨¦ste ser¨ªa uno de los problemas m¨¢s graves que presentar¨ªa la aplicaci¨®n de la ley: la objeci¨®n durante la realizaci¨®n del servicio militar. La raz¨®n fundamental para ello es que intentar aplicar una ley que prohibe la objeci¨®n de conciencia al servicio militar precisamente durante la realizaci¨®n del misino olvida que en ciertos momentos este servicio militar puede llegar a ser tan incompatible con la conciencia o con los principios morales, ideol¨®gicos, religiosos, etc¨¦tera de una persona, que el cumplimiento de la ley puede suponer un obst¨¢culo para su desarrollo como ser humano. Puede llegar el momento en que se prefiera la c¨¢rcel a la obediencia y sumisi¨®n, la prisi¨®n al autoritarismo militarista.
Pues bien, desde la. entrada en vigor de la actual legislaci¨®n sobre objeci¨®n de conciencia el balance es totalmente negativo. Se han producido m¨¢s de 100 privaciones de libertad de objetores, y aunque la objeci¨®n ha sido considerada causa eximente de los delitos militares que se les imputan, para los objetores sobrevenidos no ha contado, y se han llevado la peor parte. Las autoridades militares han intentado soluciones bajo cuerda prometiendo a estos objetores una mili m¨¢s f¨¢cil a cambio de renunciar a su derecho de objetar. Ante su negativa a este ama?o han sido sometidos a numerosas presiones, que han dado lugar a denuncias ante los organismos de defensa de los derechos humanos por malos tratos en calabozos y prisiones militares.
Lista maldita
Por su parte, el organismo destinado en teor¨ªa para el amparo del objetor, el Consejo Nacional de Objeci¨®n de Conciencia (CNOC), ha venido actuando como un verdadero filtro pol¨ªtico al servicio de los intereses del Gobierno y de los militares. De ah¨ª el retrasar al m¨¢ximo la resoluci¨®n de objeciones sobrevenidas o emitir resoluciones tan incongruentes como "abstenerse de resolver el reconocimiento como objetor" de los; casos m¨¢s conflictivos, o "declarar la inadmisi¨®n de la petici¨®n por extempor¨¢nea, sin entrar a resolver sobre la existencia del derecho", etc¨¦tera.
La lista, maldita por silenciada, de las v¨ªctimas de esta triste historia de represiones se ampl¨ªa continuamente. Antes, Jos¨¦ Mar¨ªa Odriozola, Jes¨²s Lauzerika, Vicente de la Calle, Antonio Bonilla, M. ?ngel Badiola.... y ahora mismo Francesc Alexandri Muchart y Miquel Rodr¨ªguez M¨¦ndez. Un breve relato de su situaci¨®n resultar¨¢ revelador de las condiciones en que se halla el derecho a la objeci¨®n de conciencia en este pa¨ªs.
Francesc Alexandri, tras unas peripecias m¨¦dicas en las que se le cita para sucesivos reconocimientos por un defecto visual, confiado en que su incorporaci¨®n a filas estaba aplazada, se encuentra con que dictan auto de procesamiento contra ¨¦l y lo detienen el 28 de marzo de 1986. Cuando trata de declararse objetor, el CNOC considera que se trata de objeci¨®n sobrevenida y se lava las manos. As¨ª, un objetor que nunca se incorpor¨® a filas est¨¢ acusado de deserci¨®n y sin posibilidad alguna de ejercer sus derechos como persona. Su pena puede ser de dos a seis a?os de prisi¨®n.
Miquel Rodr¨ªguez est¨¢ en una situaci¨®n a¨²n m¨¢s desesperada. Miquel aplaz¨® su idea de declararse objetor por la absoluta falta de informaci¨®n que rodea este tema -en este pa¨ªs es casi total por el aislamiento informativo del MOC y gracias a la desidia c¨®mplice de los organismos oficiales-, y en un rebaje, tras dos rrieses de mili, decide no volver al cuartel. Se entrega, sin embargo a la Guardia Civil, la cual, ante su idea firme de declararse objetor, no quiere saber nada de ¨¦l. Como Miquel no ten¨ªa dinero suficiente para ir al cuartel, se entrega en el Gobierno Militar y deall¨ª es llevado a Lorca, donde se declara de nuevo objetor. Actualmente se encuentra en el castillo militar de Cartagena, donde es objeto de un trato inhumano, por lo que est¨¢ en tr¨¢mite una denuncia. El CNOC dice que su instancia est¨¢ fuera de plazo. Puede sufrir tambi¨¦n una condena de hasta seis a?os de prisi¨®n.
Es alentador que este pa¨ªs se manifieste en conitra de reg¨ªmenes de otras naciones, como Sur¨¢frica, donde se violan libertades b¨¢sicas y se encarcela a quienes se niegan a colaborar con el apartheid. O que se estremezca arite la demencial carrera de armamentos. Ojal¨¢ se conmueva tambi¨¦n cuando sepa que aqu¨ª se encarcela a quienes se niegan a formar parte del equilibrio del terror creado por las grandes potencias y secundado por sus sat¨¦lites. Y ojal¨¢ llegue a saber tambi¨¦n que la objeci¨®n de conciencia es una forma de desarme personal que concuerda con una postura pol¨ªtica de desarme unilateral, ya que hist¨®ricamente se ha demostrado que las negociaciones por el desarme multilateral o global esconden un proceso real de rearme cuantitativo y cualitativo.
Pol¨ªtica militarista
Y todo gracias a la LOC. Una ley que no necesitan ni piden los objetores del Espa?a a trav¨¦s de su ¨²nica organizaci¨®n, el MOC. Y no la piden porque la objeci¨®n, adem¨¢s de un derecho, es sobre todo un medio de transformar la sociedad.
Y es por esto por lo que estos Estados, por muy dem¨®cratas que se declaren, reprimen la objeci¨®n de conciencia incluso con la c¨¢rcel. Al hacerlo no se puede ocultar que est¨¢n cayendo en una manifestaci¨®n de terrorismo de Estado porque est¨¢n violando un derecho y queriendo frenar la leg¨ªtima desobediencia ante la in usticia. De esta contradicci¨®n por parte del Estado, que se ofrece como defensor de las libertades y al mismo tiempo contribuye a su violaci¨®n, la convivencia sale cada vez m¨¢s irreparablemente deteriorada.
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