La fiesta sin libros
El otro d¨ªa, en el marco del felizmente reanimado festival de cine donostiarra, tuve ocasi¨®n de leer una entrevista a dos mozos tambi¨¦n donostiarras que acababan de hacer con ¨¦xito su deb¨² como actores. Se trataba de los protagonistas masculinos de 27 horas, la delicada pel¨ªcula de Montxo Armend¨¢riz, y me anim¨¦ a leerla porque ambos me hab¨ªan parecido espl¨¦ndidos de presencia y comprensi¨®n en sus respectivos papeles. Entre otras declaraciones significativas, me impact¨® particularmente, ¨¦sta: ninguno de los dos pod¨ªa recordar el t¨ªtulo de cualquier libro que hubiera le¨ªdo recientemente... sin duda por la sencilla raz¨®n de que no hab¨ªan le¨ªdo ninguno. Uno de los dos admit¨ªa que hasta su aventura cinematogr¨¢fica tampoco iba nunca al cine, aunque a partir de ahora parec¨ªa bien dispuesto a aficionarse. El concierto de rock de los s¨¢bados e ir de potes con los amigos son las actividades asumidas como m¨¢s inequ¨ªvocamente gratificantes, al menos entre las que el buen gusto aconseja declarar abiertamente a la Prensa. Francamente, al leer esto, me sent¨ª un poco consternado: lamento hacer esta confesi¨®n, que supongo me hunde a¨²n m¨¢s en el museo de carrozas del ancien r¨¦gime. Comentar mi desconsuelo y hasta mi alarma es el prop¨®sito de esta nota.Que la pasi¨®n que algunos hemos sentido en la mocedad por la lectura y el cine -compensaci¨®n y quiz¨¢ causa de otras frustraciones- no pueda ser universalizada como normal sin abuso, no me cuesta admitirlo. Nada tengo contra ir de potes con los amigos, ejercicio que practico desde que tengo uso de raz¨®n y ele un modo tan entusiasta que me lo ha hecho perder en bastantes ocasiones. Respecto a que el rock sea una forma de cultura, pocas dudas me caben; en cuanto a su nivel, ya tendr¨ªamos m¨¢s que discutir, pues desde luego lo que no acepto es que todo valga lo mismo, ni siquiera por sentar plaza de guay ante quienes se empe?an en contentarse con lo peor. Pero para qu¨¦ andarnos con rodeos: no puedo ver sin preocupaci¨®n c¨®mo los chicos de 20 a?os, con toda probabilidad inteligentes y sensibles, no tienen mejor relaci¨®n con el polifac¨¦tico universo cultural que sus frotes masivos con La Polla Records o Kortatu. Y a¨²n m¨¢s preocupante me parece que, seg¨²n afirman amistosos soci¨®logos de urgencia a mi alrededor, tal situaci¨®n sea tan com¨²n que lo ¨²nico extra?o aqu¨ª sea mi propia y dolorida extra?eza. Las causas de esta decapitaci¨®n simb¨®lica han de ser ciertamente m¨²ltiples e implican en diverso grado degeneraciones econ¨®micas, pol¨ªticas y educativas. A mi juicio, el perfil resultante m¨¢s pat¨¦tico es la quiebra -por abandono, desconfianza y pragmatismo burriciego- de lo que un d¨ªa se llam¨® con no poca presunci¨®n "formaci¨®n human¨ªstica", hecha de literatura, filosof¨ªa, arte, ret¨®rica, tradici¨®n cl¨¢sica, etc¨¦tera, es decir, de todo aquello encaminado primordialmente no a ser alguien de provecho sino a ser mejor alguien. Estas disciplinas fueron v¨ªctimas de la beata desmitificaci¨®n utilitaria y que daron selladas bajo el r¨®tulo in famante de "vacuas" o "elitistas". La propia cr¨ªtica ilustrada de la ilustraci¨®n ha sido extrapolada a este fin como argumento a favor de una instrumentalidad peor que as¨¦ptica, vanagloriosa de su objetivismo descualificado.
Una b¨¢rbara dicotom¨ªa
La ¨²nica educaci¨®n superior pro mocionada -y esto cada vez m¨¢s, aqu¨ª y ahora- es la computable por baremos cientifistas y tecnol¨®gicos (las disposiciones que se avecinan sobre provisi¨®n de plazas universitarias van en este sentido). La formaci¨®n superior se encamina crecientemente a facilitar el ajuste del ne¨®fito en el alveolo correspondiente del engranaje productivo de la socie dad plenamente "objetivada"; sin embargo, resulta que ahora, la crisis mediante, dicho alveolo est¨¢ por lo com¨²n ocupado. Y entonces se revela que lo m¨¢s ¨²til no sirve ya estrictamente para nada. El joven se encuentra en v¨ªas de convertirse en una herramienta desahuciada, sin futuro ni presente. Otros saberes menos inmediatamente instrumentales pod¨ªan ayudarle a uno a seguir apoy¨¢ndose en s¨ª mismo hasta en la desolaci¨®n injusta del paro, pero las diversas ramas de la contabilidad general tienen de malo que cuando no rinden tampoco acompa?an...
En los ¨²ltimos a?os hemos visto prosperar una b¨¢rbara dicotom¨ªa, en la que han crecido los j¨®venes de hoy: por una parte, el aut¨¦ntico saber es un aparato lo m¨¢s t¨¦cnicamente especializado posible, cuya excelencia se mide por su nivel de formalizaci¨®n y su coeficiente de experimentalidad; por otro lado est¨¢ el mundo del espiritismo literario o la propaganda pol¨ªtico-moral, donde todo es manipulaci¨®n interesada y des var¨ªo ediflicante o subversivo. Por esta v¨ªa los mismos que fomentan en determinados aspectos un discurso de implacable objetivismo cientifista lo complementan sin congoja ni chirrido con los m¨¢s arbitrarios decisionismos en aquellos niveles que afectan al sentido de la acci¨®n social o a la consideraci¨®n global de la vida propia. Un extremo intelectualismo mecanicista en el ¨¢mbito del rendimiento productivo no s¨®lo coexiste, sino que, se apoya en el m¨¢s feroz antintelectualismo en lo que afecta a la valoraci¨®n o a la sensibilidad. La cabeza s¨®lo sirve para aprender a programar o calcular; a partir de ah¨ª, como todo est¨¢ igualmente corrupto y confuso, bastan los argumentos inapelables del capricho o los imperativos categ¨®ricos surgidos de lo que nos cuelga en la entrepierna...
Sin duda el mal que describo es mucho m¨¢s general, pero a m¨ª son sus efectos en Euskadi los que m¨¢s me inquietan. La juventud ha sido prevenida -directamente o por medio del ejemplo- contra toda una cultura esencialmente verbal y escrita, perteneciente a los que "quieren comernos el coco", "no se ponen de acuerdo", o "s¨®lo saben hablar". Este prejuicio fomenta el reino trepidante pero silencioso de la org¨ªa musical, en la que todo el mundo est¨¢ al un¨ªsono a falta de estar de acuerdo, o el de la pandilla que no exige comunicaci¨®n m¨¢s matizada que el gui?o o la onomatopeya. Quedarse a solas con un libro es demasiado duro, pues bastante soledad tenemos que padecer ya en esta vida: de lo que se trata es de buscar una vibraci¨®n colectiva m¨¢s directa e intensa, aunque sea al precio de ceder ante los m¨¢s brutos del lugar. El otro d¨ªa, en la barra de un bar, un chico me asegur¨® que para entender de veras lo que ocurre en Euskalherria yo deb¨ªa frecuentar m¨¢s las fiestas de los pueblos. Se daba as¨ª por hecho que la armon¨ªa infusa existe en la matriz originaria y que s¨®lo puede ser pervertida o ignorada por quien acepta aislarse en la encrucijada libresca. No le respond¨ª nada: me qued¨¦ imaginando con cierto escalofr¨ªo qu¨¦ otras fiestas populares sin libros ni debates verbales nos aguardan quiz¨¢ en el futuro, qu¨¦ zarabandas tocar¨¢n ma?ana para hacernos bailar al un¨ªsono, qu¨¦ silencio y qu¨¦ vac¨ªo nos calar¨¢ el alma entre uno y otro aquelarre.
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