La unanimidad institucional sobre Barcelona 92, lograda tras una etapa de grandes reticencias
El golpe de efecto, logrado a ¨²ltima hora con la presencia y el compromiso p¨²blico en Lausana del presidente del Gobierno espa?ol, Felipe Gonz¨¢lez, y del titular de la Generalitat de Catalu?a, Jordi Pujol, para arropar al alcalde de Barcelona en su intervenci¨®n final ante el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI) ha sido una buena baza de la candidatura, y demuestra que al final ha cristalizado el pacto ol¨ªmpico entre, las diversas instituciones. Basta ese momento los respaldos se hab¨ªan limitado a poco m¨¢s que declaraciones de buena voluntad. La comparecencia colectiva en Lausana fue el resultado de intensas gestiones en la Moneloa para que Gonz¨¢lez asistiera y contrarrestara la presencia de? primer ministro, franc¨¦s, Jacques Chirac, y fruto de una reconsideraci¨®n de Pujol, quien d¨ªas atr¨¢s hab¨ªa renunciado a formar parte de la delegaci¨®n.
El alcalde Pasqual Maragall regresa (le Suiza con, un capital pol¨ªtico saneado y con el prop¨®sito formal de ser generoso en la administraci¨®n de su victoria ol¨ªmpica. Ha llegado finalmente ese d¨ªa 18 al que impl¨ªcitamente le hab¨ªa remitido el Gobierno central tantas veces cuantas reclam¨® la materializaci¨®n de las ayudas del pacto ol¨ªmpico.La imperiosa necesidad de mantener las formas de la unanimidad, reclamada insistentemente por el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, a todas las administraciones impilicadas, explica varias cosas: el noviazgo (a partir de ho, con los d¨ªas contados) entre Maragall y el duque de C¨¢diz, presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol (COE); la resignaci¨®n ante el escaso inter¨¦s practico del Gobierno hacia el proyecto, poco acorde con la condici¨®n de cuesti¨®n de Estado que le conced¨ªa el apoyo real; y el mantenimiento de las apariencias con la Generalitat hasta que lleg¨® su tard¨ªa -aunque sincera- conversi¨®n a la fe en la Barcelona ol¨ªmpica.
En este momento, despu¨¦s de que finalmente quedara sellada la unidad institucional, el equipo que ha conseguido la designaci¨®n vive un poco disimulado desconcierto. Desconoce los planes de la Administraci¨®n central respecto a los juegos y qu¨¦ supondr¨¢ el hipot¨¦tico desembarco de sus hombres y del dinero p¨²blico.
Los problemas econ¨®micos
El aleal de barcelon¨¦s nunca ha querido acusar al Gobierno del PSOE de reticencias respecto al proyecto ol¨ªmpico, pero la realidad es que las obras del estadio de Montju?c est¨¢n ralentizadas a causa de que no se han recibido los fondos que la Administraci¨®n central se comprometi¨® a aportar.
Hasta ahora, la ¨²nica financiaci¨®n realizada desde Madrid ha sido la canalizada a trav¨¦s de la Secretar¨ªa de Estado para el Deporte, que dirige Rom¨¢ Cuy¨¤s. Es una cantidad simb¨®lica -180 millones- en relaci¨®n a los costes previstos. Esta subvenci¨®n, el laborioso convenio para levantar las v¨ªas ferrea si en Poblenou y la cooperaci¨®n del Ministerio de Asuntos Exteriores en la promoci¨®n exterior han sido hasta ahora los ¨²nicos apoyos palpables del Gobierno, independientemente de las c¨¢lidas declaraciones oficiales.
Por el contrario, a la Oficina Ol¨ªmpica le resultaron infructuosas las gestiones que realiz¨® para intentar que el presidente del Gobierno asistiera en Barcelona a la constituci¨®n del Consejo de Apoyo de la candidatura, ausencia explicada oficialmente por razones de seguridad. Ante el desplazamiento de la delegaci¨®n barcelonesa a Lausana, el ministro de Cultura, Javier Solana, decidi¨® viajar en solitario para entrevistarse con Samaranch, a escasos d¨ªas de la votaci¨®n. Luego, no asisti¨® a la inauguraci¨®n de la exposici¨®n patrocinada por Barcelona en el Museo del Hermitage de la localidad suiza, contra lo que estaba previsto.
La prudencia de los promotores de Barcelona 92 ante todas las cuestiones susceptibles de provocar reacciones negativas en el Gobierno, o en el COE, especialmente en todo lo que hac¨ªa referencia al reconocimiento del catal¨¢n como lengua cooficial -junto al castellano, franc¨¦s e ingl¨¦s- de los juegos, contrast¨® durante este per¨ªodo, seg¨²n fuentes municipales, con algunas iniciativas unilaterales de las otras partes. Las mismas fuentes mencionan como ejemplos, en este sentido, la declaraci¨®n del ministro de Transportes, Abel Caballero, se?alando que el aeropuerto que tiene Barcelona es suficiente para la ciudad -cuando en Catalu?a existe unanimidad en considerarlo manifiestamente inadecuado-, o la campa?a de promoci¨®n que desplegaron los miembros del COE ante el COI sin coordinarla con los dirigentes del proyecto barc¨¦lon¨¦s.
La reticencia de CDC
Para intentar ofrecer una imagen de unanimidad tanto Pasqual Maragall como Jordi Pujol se han desentendido de las l¨ªneas generales de enfrentamiento mutuo que practican sus partidos, el Partit dels So-cialistes (PSC) y Converg¨¨ncia Democr¨¢tica de Catalunya (CDC). El endulzamiento de su cohabitaci¨®n empez¨® a mediados de 1985, tras un viaje rel¨¢mpago de Samaranch a Barcelona, presumiblemente para pedirles que superasen la manifiesta tensi¨®n existente entre las instituciones por las cr¨ªticas hechas a la candidatura por algunos dirigentes pujolistas.
Coincidiendo en el tiempo con la reestructuraci¨®n de la Oficina Ol¨ªmpica y la constituci¨®n del nuevo Consejo Rector, el Gobierno catal¨¢n empez¨® a modificar su ambig¨¹edad inicial respecto al proyecto, para desembocar hace unos meses en un abierto apoyo. A lo largo de los cinco a?os de gestaci¨®n de la candidatura, la cooperaci¨®n financiera del Gobierno de Pujol se ha limitado al pago -y con notables retrasos, por sus dificultades econ¨®micas- de las anualidades que le correspond¨ªan para el mantenimiento de la Oficina Ol¨ªmpica.
Desde hace tres meses, a, medida que las posibilidades de designaci¨®n se iban consolidando, CDC ha multiplicado las declaraciones y gestos de apoyo, al proyecto ol¨ªmpico. En este sentido, el viaje conjunto que efectuaron Pujol y Maragall a Lausan.a hace escasas semanas fue interpretado en Catalu?a como un esfuerzo de la Generalitat para subirse al tren del ¨¦xito ol¨ªmpico un par de estaciones antes de que lo hiciera el Gobierno central. Ambos ejecutivos dieron el paso ante las posibilidades de la designaci¨®n, y aceptaron pagar el billete: el reconocimientodel protagonismo de Maragall como jefe de una delegaci¨®n en la que estaban incluidos dos presidentes.
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