Cr¨ªmenes sin resolver
65 homicidios sin esclarecer en los ¨²ltimos cuatro a?os en Madrid
Horas despu¨¦s de que fuera asesinada su esposa, Emilio Lahera decidi¨® tomar las riendas del asunto y buscar personalmente al asesino. Su experiencia como periodista de sucesos que est¨¢ acostumbrado a tratar con la polic¨ªa y la imagen de Elisa tirada en el descansillo, de la escalera con un tiro en la espalda le decidieron. La lentitud, de las investigaciones fue un acicate m¨¢s para seguir. "Las gafas que el asesino perdi¨® mientras persegu¨ªa a Elisa hab¨ªan sido tocadas por varias personas y llegaron al gabinete de identificaci¨®n de la polic¨ªa cinco d¨ªas despu¨¦s de cometerse el hecho; en la oficina no se recogieron ni pelos ni huellas dactilares. Y la bala que le caus¨® la muerte fue presentada en el departamento de bal¨ªstica para ser analizada 17 d¨ªas despu¨¦s del atraco", expone.Pese a que se hab¨ªa separado de su esposa, Lahera asegura que eran "tiernos confidentes". Se ve¨ªan con frecuencia y manten¨ªan buenas relaciones. La muerte de Elisa transform¨® la vida del periodista en una pesadilla kafkiana en la que no faltan las visitas frecuentes a la Brigada de Homicidios, los enfrentamientos con el ¨²nico testigo, del suceso, el peinado de barrios y las visitas a los bares del barrio madrile?o de Malasa?a en busca de un atracador aficionado. "Lo encontrar¨¦. S¨¦ que es un pringao, un aficionado del que se r¨ªen los delincuentes con clase", dice Lahera, mientras busca nuevos datos en una abultada carpeta en la que se lee el nombre de Elisa.
Las diligencias por el homicidio de la calle de la Palma fueron archivadas, siete meses despu¨¦s de producirse el hecho, por el Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 4, del que es titular Luis Leiga y del que era fiscal Emilio Valerio. La adscripci¨®n de dos polic¨ªas al caso, ¨²nica diligencia solicitada por la acusaci¨®n particular, fue denegada.
Elisa y Francisco Delgado, su jefe, hab¨ªan comido en una pizzeria del barrio y acababan de llegar a la administraci¨®n de fincas en el barrio de Malasa?a cuando son¨® el timbre. Elisa esperaba a un arquitecto y abri¨® desde el despacho. Sonaron unos pasos en el pasillo y se encontr¨® de frente con un joven moreno y de pelo ondulado que le apuntaba con un rev¨®lver. Francisco Delgado y ella salieron de la habitaci¨®n y fueron obligados a entrar en el despacho, donde se encontraba la caja de caudales. El atracador estaba tranquilo y no le temblaba la mano; con un pie golpe¨® las contraventanas para que nadie escuchara nada. Las 4.000 pesetas de la caja le parecieron una insignificancia.
Francisco Delgado estaba de rodillas cuando sinti¨® el fr¨ªo del hierro en la frente. El atracador le pidi¨® la cartera. "Me la guardo, para que no avises a la madera", le dijo poco antes de exigirle que se tumbara boca abajo. Elisa no hab¨ªa abierto la boca, pero estaba nerviosa y no consegu¨ªa atar a su jefe. El atracador se puso en cuclillas, dej¨® el rev¨®lver en el suelo y decidi¨® amordazarlo personalmente. En ese momento, Elisa sali¨® corriendo en busca de ayuda. Pis¨¢ndole los talones, en una carrera en la que pierde las gafas de sol que llevaba puestas, el atracador la alcanza en el primer rellano de la escalera y dispara a menos de un metro de distancia.
"Un asunto entre mujeres"
La persona que golpe¨® en la cabeza a Marina de Prae con un objeto contundente, con la forma de un tac¨®n, que pr¨¢cticamente le destroz¨® el cr¨¢neo, tuvo un detalle cari?oso con ella: le puso un coj¨ªn debajo de la cabeza antes de abandonar su domicilio. La secretaria del agregado agr¨ªcola de la Embajada holandesa en Madrid estaba recostada en un sof¨¢, con la tele puesta. No se apercibi¨® de la agresi¨®n, puesto que no se apreciaron se?ales de lucha ni se observ¨® desorden en las habitaciones de la casa. El homicida pudo tomarse un par de copas con la v¨ªctima, que luego, limpi¨®. Tres a?os despu¨¦s del crimen, la polic¨ªa sospecha de una mujer con la que probablemente hab¨ªa mantenido relaciones antes de que Marina le anunciara que se dispon¨ªa a pasas el fin de semana con un hombre.A Francisco P¨¦rez Venero, ayudante de producci¨®n del ¨¢rea de musicales de RTVE, de 55 a?os, le perdi¨®, lo mismo que a Marina, la amistad que manten¨ªa con su asesino. Ambos conoc¨ªan al agresor y le franquearon tranquilamente la puerta de su domicilio. Venero, un hombre precavido que ten¨ªa instaladas en la puerta dos cadenas de seguridad, dej¨® entrar a alguien entre las once de la ma?ana y las tres de la tarde del pasado 31 de julio. Al d¨ªa siguiente part¨ªa para Santander de vacaciones y le entreg¨® al ch¨®fer que Televisi¨®n Espa?ola le hab¨ªa designado como consecuencia del accidente que hab¨ªa sufrido un cheque de 200.000 pesetas para que lo hiciera efectivo. El hombre que lo vio por ¨²ltima vez con vida se dio cuenta de que el tal¨®n no llevaba firma cuando lleg¨® al banco y volvi¨® al domicilio de aqu¨¦l, en la calle de Cantabria, en la Alameda de Osuna. La v¨ªctima, que probablemente se encontraba acompa?ada, se limit¨® a abrir una rendija de la puerta cuando, lleg¨® el ch¨®fer. La polic¨ªa sostiene que probablemente fue una mujer la que puso sobre la frente de Venero, un arma de peque?as dimensiones, que pudo dispararse accidentalmente, antes incluso de que la v¨ªctima escuchara sus amenazas.
Los padres de Venero, el ¨²nico de sus cinco hijos que viv¨ªa con ellos, no han logrado superar, dos meses despu¨¦s del crimen, su muerte. "Era tan bueno", asegura su padre, "que lo ¨²nico gratificante que esperamos ya de la vida es que se llegue al final y detengan al autor. Nos preocupa mucho la posibilidad de que no se descubra. Ser¨ªa terrible para nosotros, pero sabemos que la polic¨ªa tiene una pista y que el caso sigue abierto"
Un atraco vulgar
La polic¨ªa no dispone, sin embargo, de ning¨²n sospechoso del homicidio del doctor Juan Carlos Malo, muerto a pu?aladas el 22 de septiembre de 1984, cuando sal¨ªa de un restaurante en compa?¨ªa de dos m¨¦dicos. El doctor Malo hab¨ªa hablado con un periodista unos d¨ªas antes de su muerte y ofreci¨® revelar informaciones acerca de presuntas irregularidades en una sociedad m¨¦dica para la que trabajaba. Un cl¨¦rigo vio desde una ventana el homicidio y tard¨® varios d¨ªas en testificar y el homicida dej¨® caer una gorra blanca. Estas y otras circunstancias rodearon de misterio la muerte de Malo. Pese a las contradicciones que se advirtieron en el curso de las investigaciones y a toda la tinta derramada en relaci¨®n con este suceso, el tiempo vino a dar la raz¨®n a la polic¨ªa, que en todo momento sostuvo que se trataba de un simple atraco callejero.Dos sospechosos, uno de ellos un conocido exhibicionista del distrito madrile?o de Carabanchel, fueron interrogados en relaci¨®n con la muerte de Mar¨ªa Teresa P¨¦rez Valdemorisco, una estudiante de Empresariales de 24 a?os. Paty, como la conoc¨ªan sus amigos, se resisti¨® a ser violada y le aplastaron la cabeza con una piedra de grandes dimensiones en un descampado pr¨®ximo a su domicilio. El asesino trat¨® de modificar el m¨®vil del crimen y se llev¨® la cartera de la joven.
El portero de la finca n¨²mero 60 de la Gran V¨ªa, vio la puerta del cuarto piso abierta y se extra?¨®. Tumbado en la cama y con 17 pu?aladas en el cuerpo, se encontraba Enrique Villarreal Mateo, de 66 a?os, regente de una productora cinematogr¨¢fica. La v¨ªctima recib¨ªa frecuentes visitas de j¨®venes. La ¨²ltima visita la recibi¨® la madrugada del 15 de abril. Un hombre joven fue visto por dos testigos cuando abandonaba el escenario del crimen con un paquete en el que hab¨ªa envuelto el v¨ªdeo de Villarreal.
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