Un espect¨¢culo brillante y profundo

A Lorca se le acucia ahora por todos sus costados, y Lorca responde siempre; regala sus inefables encuentros de palabras, sus im¨¢genes ins¨®litas, sus situaciones vivas; su profundidad, su penetraci¨®n, su valent¨ªa de gran poeta civil.El Teatro Nacional Mar¨ªa Guerrero crea ahora un espect¨¢culo breve, brillante y bello, con cuatro est¨¢mpas m¨ªnimas -por su tama?o, por su marginalidad dentro de una obra extensa y s¨®lida- y una piececita de ocasi¨®n, un retablillo de t¨ªteres. Lo ha confiado a cinco directores.

Lindsay Keinp hincha de im¨¢genes visuales las escasas l¨ªneas de El paseo de Buster Keaton, abre escotillas y forillos para que encarnen personajes apenas citados en el dialoguillo original, monta movimientos vivaces y alegres; Jos¨¦ Luis Castro, sobre la levedad del bello cuerpo y voz c¨¢lida de Eufemia Rom¨¢n, escenifica La doncella, el marinero y el estudiante; Joan Baixas da una cuidadosa herrumbre y polvo de plasado a la tragic¨®mica Escena del teniente coronel de la Guardia Civil, Llu¨ªs Pasqual cierra la primera parte con el romance en prosa del amargo; la tiniebla que envuelve al jinete mortal y al mozo de camino, el resplandor geom¨¦trico de las luces de Granada, el paso inm¨®vil, la adivinaci¨®n de un caballo, envuelven la dicci¨®n admirable de los actores Antonio Banderas y Nacho Mart¨ªnez, ajustada al bell¨ªsimo texto de Federico Garc¨ªa Lorca: es el mejor hallazgo de la noche. Jos¨¦ Luis Alonso ocupa enteramente la segunda parte con una pieza concebida para t¨ªteres, El retablillo de don Crist¨®bal, que, como el ep¨ªlogo del propio Alonso recuerda oportuna, suave y elegantemente, fue representada por primera vez en la Feria del Libro de mayo de 1935, en un gi?ol para mu?ecos.

Sabiamente acartonados

Jos¨¦ Luis Alonso lo trabaja con actores vivos, s¨®lo muy ligera y muy sabiamente acartonados, en un tono entre de recitativo y cancioncilla -para lo que dispone de una m¨²sica burlona, culta y popular de Carmelo Bernaola-, con el contrapunto l¨ªrico y humano de la voz del poeta -representado por Pepo Oliva-, la contradicci¨®n dura y realista del director -Juan Jos¨¦ Otegui- a la gruesa comicidad de la farsa rural. Es un trabajo serio, inteligente y valios¨ªsimo.Todo esto es posible y es teatral por la escenografia y el vestuario de Gerardo Vera. Un fondo como neutro, de tel¨®n met¨¢lico, pero del que pueden salir la luna y convertirse en l¨¢grima, la marea alta de las olas que cubren el escenario, las luces de muerte de Granada, la vitalidad de los colores de los personajes -sobre todo en el cuadro de Lindsay Kenip y en el de Jos¨¦ Luis Alonso-, con una admirable lealtad lorquiaria a la que se a?ade la creaci¨®n propia. Todo el espect¨¢culo tiene ese sello de teatro de prestigio, de tersura excesiva, de predorninio de direcci¨®n, escenograf¨ªa y medios, que es desde hace a?os una caracter¨ªstica muy determinada del CDN.

Pero como son textos no ideados, ni siquiera sospechados por su autor, para ser representados en un teatro, el a?adido de este ¨¦nfasis de los grandes creadores intermediarios parece necesario para dar el relieve dram¨¢tico que en los textos de Lorca s¨®lo existe como una fuerza interna, casi como un sentido inconsciente del poeta. El resultado es excelente y el p¨²blico lo acogi¨® con ovaciones repetidas y gritos de entusiasmo.