Realismo para dos
Jacques Chirac tiene probablemente raz¨®n al afirmar que los funcionarios ya no tienen que quejarse. Pero si el ¨²nico argumento del primer ministro consiste en explicar a los asalariados del Estado que pod¨ªa haberles ca¨ªdo en suerte el ser ciudadanos de Mal¨ª y sin contrato de trabajo, se arriesga a enturbiar in¨²tilmente el clima social.El problema es de muy otra ¨ªndole. Jacques Chirac, lo admita o no, ha disfrutado tambi¨¦n de un estado de gracia del que no ha sabido sacar provecho. Es ?mportante observar que la huelga de funcionarios del pasado martes ha sido un ¨¦xito. ( ... )
La firma en la noche del lunes al martes del texto del proyecto de ley sobre despidos no constituye un acuerdo glorioso precisamente. Previsiblemente, los firmantes intentar¨¢n olvidarlo lo m¨¢s r¨¢pidamente posible. ( ... ) Los sindicatos se han visto obligados a negociar con liberales dogm¨¢ticos. ( ... )
Jacques Chirac ha perdido, pues, su oportunidad. A, su llegada a Matignon ten¨ªa frente a s¨ª a unos sindicatos v¨ªctimas de disensiones internas, con una ligera p¨¦rdida de credibilidad a causa de una excesiva politizaci¨®n, dispuestos a reformar su imagen de origen discutiendo con normalidad con un Gobierno de ideas pol¨ªticas contrarias a las de sus afiliados.
Y han llegado muy lejos en esta l¨®gica al firmar el acuerdo sobre despido. Como sindicalistas no pod¨ªan menos que lanzar la huelga nacional del 21 de octubre, La conjunci¨®n de estos dos acontecimientos ha servido para probar que algunas organizaciones sindicales eran capaces de dar pruebas de un realismo extremado y de cumplir, a la vez, con su papel tradicional. Pero cada vez les va a resultar m¨¢s dif¨ªcil el ser realistas ellos solos.
24 de octubre
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