El ignorado paradero de la derecha
A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, los efectos de una depresi¨®n econ¨®mica profunda parecen haber hecho confluir de una manera sorprendente algunos de los componentes b¨¢sicos de los programas pol¨ªticos de Gobierno. En apariencia, no es ya f¨¢cil diferenciar la pol¨ªtica econ¨®mica de un Gabinete socialdem¨®crata de las pautas de Gobierno de un l¨ªder conservador en sentido estricto. Sin embargo, esos elementos comunes exigidos por la naturaleza de la crisis no debieran hacernos olvidar la estructura profunda de cada una de las posiciones en cuesti¨®n.De entre todas ellas, quiz¨¢ la m¨¢s generalmente ignorada es la de la propia derecha. Hasta el punto de que puede decirse que aquellos sectores de la inteligencia de izquierdas que no se han graduado la vista con rigor est¨¢n empezando a ignorar clamorosamente d¨®nde est¨¢ su adversario real. La derecha, por su parte, juega a presentar al conjunto de las ideas socialistas como un mont¨®n de ingenuidades idealistas que, por fin, han ca¨ªdo del guindo. Conviene, por tanto, intentar esfuerzos parciales de an¨¢lisis con objeto de separar el grano de la paja. El que aqu¨ª voy a hacer hace referencia a algunas implicaciones latentes en el programa pol¨ªtico de la derecha.
El modelo m¨¢s completo y el que m¨¢s potencial de influencia te¨®rica y pr¨¢ctica ha desarrollado en nuestros d¨ªas gira en torno a dos ideas b¨¢sicas: a) Apolog¨ªa del valor creador del libre juego de las fuerzas del mercado, unida a una cr¨ªtica implacable a la torpeza del Estado-nodriza. b) Una apelaci¨®n a valores morales tradicionales, tanto de ¨ªndole individual (moralidad. sexual, por ejemplo) como de tipo organizativo (familia, iglesias).
1. La reivindicaci¨®n de la eficacia econ¨®mica del mercado ha tenido un evidente reflejo en la pol¨ªtica conservadora europea, y ha grabado con particular contundencia. la mentalidad econ¨®mica actual. Ello se debe seguramente a que responde a problemas muy reales. Frente a una agencia centralizada con insuperables problemas de informaci¨®n, el mercado es un mecanismo de considerable eficiencia y racionalidad en la asignaci¨®n de recursos. Y no s¨®lo eso. El mecanismo del mercado garantiza, en origen, el respeto a las preferencias individuales de los agentes y supone una importancia salvaguardia de un principio emancipador irrenunciable: el hecho de que un plan de vida sea bueno no justifica su implantaci¨®n coactiva por encima del cosentimiento de los destinatarios. Creo que, hasta ah¨ª, se puede acompa?ar a la derecha. Lo que no hay por qu¨¦ dejar de mencionar es que la realidad actual no es, ni mucho menos, una arcadia de agentes racionales que conviven en el marco de un mercado competencial libre.
Lo que caracteriza a la econom¨ªa capitalista contempor¨¢nea es que, adem¨¢s del Estado, hay otras cosas. Y, en particular, que esas otras cosas determinan que la econom¨ªa se desarrolle en t¨¦rminos de mercado oligopolista liderado por grandes corporaciones. Esto me parece que se oculta por la derecha, y es un aspecto de la realidad que tiene consecuencias muy relevantes.
POLIC?AS Y LADRONES
La derecha trata de reducir solamente al Estado. Habr¨ªa tambi¨¦n, en buena ley de mercado, que tratar de reducir esas otras cosas. Porque la dimensi¨®n transaccional de las corporaciones l¨ªderes les permite alterar con cierta facilidad las condiciones de trabajo en detrimento de la tasa de empleo. Su hegemon¨ªa les autoriza a decidir, por la v¨ªa de la subcontrataci¨®n, sobre la direcci¨®n y la estabilidad de importantes sectores de la econom¨ªa menor dependiente. Y, por ¨²ltimo, el f¨¢cil acceso de esas corporaciones a las nuevas tecnolog¨ªas puede determinar un control ilimitado sobre la conformaci¨®n misma de la estructura ocupacional del futuro inmediato en los pa¨ªses industriales.
La marginaci¨®n del proceso productivo de importantes sectores de la poblaci¨®n, incluso de pa¨ªses enteros, puede depender de ello. Todas estas parecen cosas que, dada su evidente realidad, deber¨ªan contar a la hora de intentar con honestidad una reconstrucci¨®n del tejido competencial del mercado libre. Sin embargo, no aparecen en el mensaje de la nueva derecha.
Pero, m¨¢s all¨¢ de la apariencia, lo que se puede inferir de ese mensaje es un panorama de grandes corporaciones econ¨®micas entre cuyas piernas juega a polic¨ªas y ladrones un Estado-baby. Lo caracter¨ªstico de la nueva derecha es, en efecto, que silencia las distorsiones que he mencionado, pero abunda en argumentos y diatribas contra el gigantismo del Estado intervencionista. Y es seguramente en la cr¨ªtica al crecimiento de las agencias econ¨®micas y administrativas del Estado del bienestar donde el pensamiento conservador cosecha sus ¨¦xitos electorales m¨¢s inmediatos. La burocracia nos molesta a todos y adem¨¢s es cara. Menos molestias y menos impuestos son, sin duda, se?uelos electorales muy eficaces.
Ser¨ªa est¨²pido pretender que la reacci¨®n conservadora no obedece tambi¨¦n aqu¨ª a un problema real. Los aspectos ineficientes de cierto crecimiento de las agencias estatales son evidentes, el precio de la lucha por el bienestar es a veces desproporcionado, la presencia de exigencias y demandas arbitrarias es cotidiana. Del Estado abstencionista hemos pasado al Estado-ubre, grande, minucioso, metomentodo, providente, benefactor. Un Estado que gasta mucho, y cuanto m¨¢s gasta m¨¢s exprime al contribuyente. Pero el contribuyente tiende a rebelarse cuando empieza a sospechar que da m¨¢s que recibe, que las estructuras estatales de gesti¨®n son lentas y caras, que la racionalidad de los procesos 3, decisiones p¨²blicas es tambi¨¦n imperfecta. D¨¦ficit p¨²blico, crisis fiscal, rebeli¨®n de los contribuyentes.
Tambi¨¦n se puede acompa?ar a la derecha durante alg¨²n tramo de ese camino. Pero lo caracter¨ªstico de su terapia es que, siguiendo en un sentido muy particular las pautas del mercado, trata de atajar el d¨¦ficit m¨¢s bien con cargo a los gastos de guerra contra la pobreza que con cargo a otros gastos de guerra. Si nos fuimos de Vietnam -se ha o¨ªdo decir con rabia en EE UU- vay¨¢monos tambi¨¦n de la guerra perdida contra la pobreza. Desde esta ¨®ptica, las transferencias a pensiones, el servicio nacional de salud, el seguro de desempleo, los gastos en educaci¨®n, son los enemigos de la creatividad nueva, los productores de d¨¦ficit.
MANOS LIBRES
La desregulaci¨®n neoconservadora no es s¨®lo la eliminaci¨®n de trabas burocr¨¢ticas para los agentes econ¨®micos espont¨¢neos, es, sobre todo, dejar las manos libres a las grandes corporaciones, y es tambi¨¦n impulsar la dejaci¨®n de la responsabilidad p¨²blica por las necesidades m¨ªnimas de los ciudadanos.
La dificultad obvia que surge con esta propuesta es que quien la hace arriesga el apoyo social, arriesga la legitimaci¨®n. Pero la derecha es en este punto muy consecuente; es decir, es tendencialmente antidemocr¨¢tica. ?Qu¨¦ es lo que fuerza a los Gobiernos a responsabilizarse de todo? La respuesta es evidente: las exigencias del proceso electoral. Si el ejercicio del poder se hace depender del ¨¦xito en la competencia electoral, siempre cosechar¨¢ m¨¢s vetos quien genere mayores expectativas. Las elecciones producen irracionalidad: se prometen mejores servicios, m¨¢s protecci¨®n y menos impuestos (algo imposible
El ignorado paradero de la derecha
de ensamblar), se mantienen promesas para obtener votos.La presi¨®n electoral es, por su propia din¨¢mica interna, tendencialmente deficitaria. La democracia competitiva amenaza el orden ideal de mercado. Con democracia s¨®lo puede salir bienestar, pero con bienestar no hay mercado. A esta luz pueden entenderse con toda claridad propuestas como el establecimiento de cl¨¢usulas constitucionales contra los impuestos, o la adopci¨®n de l¨ªmites serios a las decisiones de las c¨¢maras legislativas, la elegibilidad restringida a profesionales cualificados o de edad madura, la dilataci¨®n de los mandatos electorales a m¨¢s de 15 a?os o la limitaci¨®n de la competencia del legislativo a normas abstractas. La democracia competitiva, el sufragio universal, no puede dejar de ser un obst¨¢culo para la nueva propuesta conservadora.
ANATEMAS Y L?RICA
Hay, pues, todo un conjunto de graves consecuencias estrictamente pol¨ªticas en la invitaci¨®n conservadora. Y no se limitan s¨®lo al proceso electoral. El Estado social se hab¨ªa concebido a s¨ª mismo como una m¨¢quina de racionalidad al servicio del inter¨¦s general, pero debajo del inter¨¦s p¨²blico se ha ocultado con frecuencia un vasto crecimiento de grupos de intereses. El inter¨¦s p¨²blico ha acabado por ser el mero agregado de los intereses sectoriales m¨¢s fuertes.
El neoconservadurismo nos advierte que los grupos de intereses organizados pugnan siempre por excepcionar a su favor el proceso limpio hacia la competitividad del mercado puro. El sindicalismo fuerte y organizado ha sido su enemigo tradicional, pero ahora lo es tambi¨¦n la funci¨®n p¨²blica, la burocracia, los cuerpos profesionales. El agente individual ha de estar solo, es decir, inerme.
2. ?Qu¨¦ lugar ocupa la creciente apelaci¨®n a los valores m¨¢s tradicionales en todo este friso? Sorprende a veces encontrar en pleno siglo XX admoniciones sobre el comportamiento sexual dentro del matrimonio, presiones a favor de la oraci¨®n en las escuelas, anatemas contra la homosexualidad, cantos l¨ªricos a la funci¨®n de la esposa en el hogar y cosas por el estilo. No se trata, por supuesto, de ideas puramente personales de un l¨ªder. Cuando Reagan, por ejemplo, defiende esos valores no ignora que tiene detr¨¢s una mayor¨ªa moral con un extenso soporte inf¨®rmativo en los media, grupos de presi¨®n propios, editoriales. Esto es, sin embargo, algo m¨¢s espec¨ªficamente americano.
Los conservadores europeos no disponen quiz¨¢ de plataformas tan s¨®lidas de fundamentalismo. Pero la apelaci¨®n a esos arca¨ªsmos conecta bien con sectores fuertes en todas las sociedades europeas y, sobre todo, encaja con cierta coherencia en el plan de fondo.
Se ha acusado, por ejemplo, al bienestar f¨¢cil del Estado social de tener una influencia maligna en los pobres; a la redistribuci¨®n y al salario m¨ªnimo, de producir desorganizaci¨®n en las familias, y a la seguridad econ¨®mica, de debilitar a las iglesias. Y es cierto que, a medida que el individuo se siente asegurado en su estado vital tiende a desentenderse de las instancias tradicionales de amparo (la familia, el grupo ¨¦tnico, las iglesias), se hace renuente a aceptar ciertos trabajos o ciertas condiciones de trabajo, pierde el respeto e ignora la jerarquizaci¨®n. Es decir, se emancipa como individuo.
Ello explicar¨ªa por qu¨¦ en el contexto europeo, mucho m¨¢s permeado por el Estado social, esos valores tradicionales tienen menor eficacia movilizadora. Aparecen espor¨¢dicamente, sin embargo, y es de temer que vaya aumentando su presencia, porque, con una simple mirada al panorama ocupacional que nos ofrece la derecha, podemos, inferir qu¨¦ papel pueden jugar en el proyecto: un mundo dominado por grandes corporaciones tecnologizadas, capaces de prescindir en grandes proporciones de la actual fuerza de trabajo y de abandonar a la marginaci¨®n, m¨¢s all¨¢ del proceso productivo, a importantes sectores de la poblaci¨®n, tiene que recurrir a mecanismos de integraci¨®n social alternativos: ley y orden, familia, iglesias. No creo exagerar si afirmo que ¨¦sta es la explicaci¨®n profunda de los feroces ataques al movimiento ferminista, el rechazo frontal de la ERA (enmienda de igualdad de derechos), de la homosexualidad, la exigencia de la oraci¨®n en las escuelas. Y es tambi¨¦n desde esa perspectiva desde la que los brotes incipientes de racismo que surgen aqu¨ª y all¨¢ pueden entenderse con toda claridad.
TERAPIA PARA LA CRISIS
La derecha necesita reinventar pautas de identificaci¨®n colectiva que vengan a sustituir a los cuerpos sociales que se propone romper. La familia, las iglesias, la etnia y, de modo m¨¢s y m¨¢s alarmante, la naci¨®n, son los sustitutos de la cohesi¨®n ciudadana en tomo al proceso democr¨¢tico y de la articulaci¨®n de la fuerza de trabajo en torno a los sindicatos.
3. Lo caracter¨ªsticamente nuevo de la nueva derecha es que ha anunciado una terapia para la crisis, algunos de cuyos elementos son convincentes, y ha acertado a emitir su mensaje cuando el pensamiento de la izquierda estaba dormido en las viejas ortodoxias o dividido por la perplejidad. Ha contado tambi¨¦n en su apoyo, sobre todo en Europa, con un sindicalismo muy fuerte cuya pr¨¢ctica cl¨¢sica ha sido aliada involuntaria de los tres fantasmas de la crisis: inflaci¨®n, desempleo y d¨¦ficit. Su implaritaci¨®n electoral en Europa ha dependido de la presencia de los factores de deterioro que ha denunciado, de la falta de renovaci¨®n de la izquierda y de componentes m¨¢s idiosincr¨¢ticos. Thatcher, por ejemplo, gan¨® a un laborismo dividido en el marco de un Estado social con claros s¨ªntomas de hipertrofia. En las experiencias n¨®rdicas, cortas o largas, ha sido determinante la asfixia fiscal. En la Rep¨²blica Federal de Alemania juegan un papel nada desde?able consideraciones de geopol¨ªtica. Habr¨ªa, por tanito, que considerar individualmente cada uno de los casos. El modelo b¨¢sico, sin embargo, creo que es el que he proyectado en estas reflexiones.
El caso de Espa?a es particalar en muchos aspectos, porque no venimos de un largo per¨ªodo de hegemon¨ªa socialdem¨®crata y de Estado del bienestar, sino de un Estado clientelista y chapucero que ha invocado la moralidad tradicional para reprimir las libertades individuales. La derecha espa?ola tiene que reformular su propia identidad en unos t¨¦rminos quiz¨¢ m¨¢s profundos que cualquier otro proyecto. Si contin¨²a apoy¨¢ndose en los viejos corporativismos y obstaculizando la racionalizaci¨®n, traicionr¨ªa lo que deber¨ªa ser su propio mensaje. Y apelar solamente a ciertos valores morales es poco rentable en una sociedad que acaba de salir de la atm¨®sfera asfixiante que ellos tejieron.
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