Un problema de todos
El SIDA, brutalmente, puso de manifiesto una serie de problemas sanitarios, sociales, sexuales que estaban sin resolver, y casi podemos decir sin abordar. Sanitarios, porque en esta civilizaci¨®n tendemos a intentar curar las enfermedades y no a prevenirlas, ni a educar en la salud. Sociales, porque, si bien todos, jur¨ªdicamente, somos iguales ante la ley, resulta que significativos grupos humanos son tan desconocidos como marginados; se les empuja sistem¨¢ticamente a vivir en la culpa, en la mutilaci¨®n de su personalidad. Sexuales, porque a¨²n hoy la relaci¨®n heterosexual en el marco de la familia monog¨¢mica es la que sigue gozando de todos los reconocimientos, de todos los honores.El origen del SIDA y c¨®mo se da a conocer la enfermedad es por dem¨¢s ilustrativo. En 1981, en EE UU se dio la alarma; dos a?os despu¨¦s los franceses determinaban que era un virus, y en 1984 nos enteramos de que hac¨ªa ya 15 a?os que hac¨ªa estragos en ?frica. Seg¨²n parece, los negros siguen sin pertenecer a nuestro mundo. La creciente propagaci¨®n en los cinco continentes de esta enfermedad se pudo evitar en gran medida, pero los negros, cuando se enferman no son ni siquiera un acontecimiento estad¨ªstico a tener en cuenta.
El SIDA se sigui¨® propagando en Occidente, entre otras causas, porque la primera respuesta ante el fen¨®meno fue la de que se trataba de una enfermedad que ten¨ªa que ver s¨®lo con homosexuales, heroin¨®manos, hemof¨ªlicos y haitianos. Es decir, no se trataba de un problema de todos sino de grupos determinados o de una nacionalidad en todo caso. Tanto los primeros como la ¨²ltima, carentes de prestigio.
'Grupos de riesgo'
La expresi¨®n grupos de riesgo se transform¨® en un eslogan tranquilizador para el conjunto de la poblaci¨®n. En una expresi¨®n, asimismo, al margen de la intenci¨®n de los epidemi¨®logos, que no pod¨ªa ser asumida por nadie. Hoy, finalmente, la Organizaci¨®n Mundial de la Salud aclara que se trata de factores de riesgo. Por sangre o semen cualquier persona puede tomar contacto con el virus. Ante el SIDA no cabe ni el p¨¢nico ni la indiferencia, y ni la burla, por supuesto. Exige disponer de la informaci¨®n correspondiente e internalizar con rigor las medidas preventivas.
Ante este problema, dos respuestas sobresalen: la ignorancia y el miedo. Las dos se han sumado, dando un resultado catastr¨®fico. El SIDA nos replantea limitaciones que estim¨¢bamos superadas. Hijos de la penicilina, nos tent¨® la omnipotencia. No se trata de renunciar a disponer del cuerpo y sus m¨²ltiples posibilidades, pero el uso del preservativo, la utilizaci¨®n de agujas descartables, el control de la sangre, el no ingerir semen, en estas circunstancias est¨¢n profundamente asociadas a la salud, a la vida.
Las fantas¨ªas con respecto al contagio se han difundido como un fantasma. Aunque resulte parad¨®jico, es dif¨ªcil tener contacto con el virus del SIDA, y menos a¨²n enfermar de SIDA. No se trata de un virus parecido al de la gripe. Un individuo portador del mismo, o que ha enfermado de SIDA, puede seguir relacion¨¢ndose con los dem¨¢s de manera habitual. Un beso en la mejilla, darse la mano o un abrazo, comer o tomar copas con personas afectadas no entra?a peligro de contagio. Y las relaciones ¨ªntimas son posibles si se toman medidas de prevenci¨®n.
Miedo
Cuando hablamos de miedo, nos estamos refiriendo tambi¨¦n al miedo de hablar de las cosas por su nombre. No resulta f¨¢cil hablar de coito anal, relaciones bucogen¨ªtales, de la venta ilegal de sangre, de la prostituci¨®n, del uso de jeringuillas en condiciones insalubres, etc.
Es problem¨¢tico luchar contra una enfermedad cuando la sociedad mantiene inalterables, al menos formalmente, normas que poco tienen que ver con la realidad cotidiana de muchos de sus miembros.
El SIDA, como si algo faltara, nos enfrenta tambi¨¦n con otro de los tab¨²s m¨¢s arraigados en nuestra cultura: la muerte. Hablar de SIDA es hablar impl¨ªcitamente de muerte, tema que evitamos sistem¨¢ticamente. Es as¨ª como ponemos las mayores esperanzas en la hipot¨¦tica vacuna salvadora, descuidando la labor de educaci¨®n sanitaria. El SIDA no es una maldici¨®n, ni un misterio ni una fatalidad. Es una enfermedad que se puede evitar, aislar. Tampoco se trata de la ruleta rusa. Quiz¨¢ estemos a tiempo de evitar que el SIDA se convierta en Espa?a en un grave problema sanitario, y social.
La labor conjunta de la red sanitaria p¨²blica, los profesionales de la salud en general, los medios de comunicaci¨®n, las organizaciones sociales interesadas, puede evitar la tan mentada y temida epidemia.
El SIDA es un desaf¨ªo que todos, solidariamente, tenemos que enfrentar, y prueba de autenticidad a un sistema que se define democr¨¢tico y humanista.
H¨¦ctor Anabitarte, Bias Momprade, Manuel Trillo, Silvia Escobar, Ricardo Usieto, Ricardo Lorenzo y otros, del Comit¨¦ Ciudadano Anti-SIDA de Madrid.
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