La b¨²squeda de una alianza entre iguales
Hoy, Neil Kinnock, que se pretende heredero espiritual de Nye Bevan, no es ni her¨¦tico ni minoritario; es, simplemente, el l¨ªder del Partido Laborista y, probablemente, el pr¨®ximo primer ministro del Reino Unido.Yo observaba las reacciones de Willy Brandt, sentado detr¨¢s de Kinnock, que ocupaba la presidencia del congreso laborista: aplaud¨ªa con una sonrisa de complacencia las intenciones antinucleares expresadas por el l¨ªder laborista, y tambi¨¦n cuando criticaba la pol¨ªtica de Reagan en Nicaragua o en Sur¨¢frica.
El SPD de Willy Brandt, como el Partido Laborista brit¨¢nico, son firmemente atlantistas, pero tanto uno como otro desean una alianza entre iguales que no se halle dominada por Estados Unidos. Si dichos partidos vuelven al poder, no ser¨ªan unos incondicionales como Thatcher o Kohl, quienes, seg¨²n Willy Brandt, "siempre dicen am¨¦n antes de que Reagan haya terminado su plegaria", y en las negociaciones con el Este, contribuir¨ªan, por sus propios medios, a detener la ruinosa carrera armamentista.
Evidentemente, tales declaraciones de intenciones levantan ya cr¨ªticas en los diferentes barones del reaganismo, como es el caso de Caspar Weinberger y de Richard Perle, especialmente inquietos ante la perspectiva de la llegada al poder en el Reino Unido, privilegiado aliado de EE UU, de un Gobierno que, ni en pol¨ªtica interior ni en pol¨ªtica internacional, comparte el credo del actual presidente americano. No obstante, creo que Kinnock tiene, a¨²n, m¨¢s oportunidades de ganar las pr¨®ximas elecciones que Johannes Rau, en parte gracias a las diferencias existentes entre los sistemas electorales de sus dos pa¨ªses.
Como una loter¨ªa
Las elecciones alemanas se parecen algo a una loter¨ªa donde los n¨²meros se pueden agrupar; ninguno de los dos grandes partidos -el SPD y el CDU- pueden, razonablemente, esperar franquear la barrera del 51% de los votos, cifra necesaria para obtener una mayor¨ªa de esca?os. Por tanto, su ¨¦xito depender¨¢ de los resultados de los dos partidos peque?os -los liberales y los verdes-, que deber¨¢n luchar para superar el 5%, por debajo del cual no es posible tener representaci¨®n parlamentaria. Dentro de esta segunda categor¨ªa, los verdes parecen los mejor situados; sin embargo, Rau ha declarado ya que ¨¦l no gobernar¨¢ en coalici¨®n con ellos. Queda por saber si ¨¦l no aceptar¨ªa sus votos, por lo menos, para convertirse en el pr¨®ximo canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania.
En el Reino Unido, el Partido Laborista, con un 43% de los sufragios obtendr¨ªa en solitario la mayor¨ªa de los esca?os, y estoy dispuesto a apostar que los conseguir¨¢, sobre todo si Margaret Thatcher no se decide a convocar elecciones anticipadas en la pr¨®xima primavera, puesto que el tiempo juega a favor de Kinnock. Los conservadores no se encuentran ya en condiciones de mejorar la situaci¨®n econ¨®mica, sobre todo ahora que la bajada del precio del petr¨®leo les priva de los ingresos que desde 1980 representaban el 25% de las exportaciones brit¨¢nicas. Prisionera de su doctrina librecambista, Margaret Thatcher continuar¨¢ la misma pol¨ªtica que practic¨® durante los 90 meses precedentes, haciendo con esto aumentar el n¨²mero de parados y envenenando a¨²n m¨¢s el clima, ya denso, de la sociedad brit¨¢nica. La Thatcher orientar¨¢ su campa?a contra la pol¨ªtica de defensa de los laboristas, pero con pocas posibilidades de convencer. No queda para nada claro que el Reino Unido deba desangrarse para mantener su fuerza disuasoria independiente, sacrificando para ello, y por falta de recursos, la Royal Navy y otras armas convencionales.
En contra y a favor
De todas formas, en el Reino Unido siempre se elige en funci¨®n de la pol¨ªtica interior, por lo que "ser¨¢ en contra o a favor de Thatcher que se votar¨¢", dice lac¨®nicamente The Guardian, y pienso que Neil Kinnock no tiene nada que temer de esta confrontaci¨®n.
Ganar las elecciones, para un l¨ªder pol¨ªtico no es m¨¢s que la mitad de su cometido. Una vez en el poder, a¨²n deber¨¢ demostrar su capacidad de mantener sus promesas. El SPD ha estado en el poder durante 13 a?os; el Partido Laborista, con Harold Wilson a la cabeza, ha ganado cuatro elecciones legislativas, lo que no es poco; pero ahora, me parece, estos dos grandes partidos cumplir¨¢n mejor "la mitad restante de sus cometidos". Los tiempos han cambiado, en efecto, y el ascenso de las nuevas generaciones ha enriquecido mucho a ambos partidos.
En el congreso de Nuremberg, toda una pl¨¦yade de antiguos l¨ªderes de la izquierda estudiantil y de la juventud socialista se hallaba sentada en la presidencia, al lado de antiguos ministros de Helmut Schmidt. Para ellos, como para los j¨®venes que rodean a Neil Kinnock, ciertos valores de la nueva izquierda, son ya inalienables, y dichos valores conciernen a toda la izquierda europea occidental.
"Nos asemejamos a una empresa", dijo Peter Glotz, "que conoce ya las se?as de sus filiales, aunque por el momento los despachos de estas filiales no funcionan todav¨ªa". ?sta es su manera discreta pero optimista de convocar con sus deseos a la fundaci¨®n de una euroizquierda innovadora y audaz.
Traducci¨®n de Alberto Vieyra.
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