?Queremos su muerte?
?Est¨¢n amenazados de muerte los hambrientos del Tercer Mundo? ?Les choca la frase? ?Pero no es esto lo que queremos?.En este final del siglo XX sabemos en pocos minutos lo que pasa al otro lado del planeta. Peri¨®dicamente nuestras televisiones hacen entrar en nuestras casas la imagen de tres millones de campesinos del noreste brasile?o amenazados de muerte o aquella tambi¨¦n atroz de millones de etiopes, sudaneses y otros igualmente en peligro. Sabemos que la pobreza mata. A¨²n m¨¢s: sabemos que la pobreza va a matar. Se plantea una cuesti¨®n lacerante: ?queremos que estas gentes vivan o queremos su muerte? Cuidado a esta cuesti¨®n, no se responde con palabras. Son los actos que hacemos o que omitimos los que responden.
Las palabras reflejan nuestros sentimientos. S¨®lo los actos expresan nuestra voluntad. Forzoso es constatar que nuestras sociedades no hacen todo lo que es necesario para que estas gentes vivan. Los programas de asistencia son dispersos. Se ayuda a desarrollar la producci¨®n agr¨ªcola, pero se olvida que sin las carreteras no se puede llegar a niguna parte. Se deja a terceros pa¨ªses agobiados bajo el peso de sus deudas. Se establecen barreras proteccionistas contra los productos del Tercer Mundo.
M¨¢s importante a¨²n: nuestras sociedades no hacen ni siquiera todo lo que son capaces de hacer. Para no tomar m¨¢s que un solo ejemplo, i6 a?os despu¨¦s de la resoluci¨®n de la Asamblea General de las Naciones Unidas seg¨²n la cual los Estados deb¨ªan consagrar desde 1975 el equivalente al 0,7% de su PNB en ayuda p¨²blica del desarrollo, la media de las contribuciones de los 17 pa¨ªses m¨¢s desarrollados no alcanza la mitad de este objetivo. Por qu¨¦, pues, preguntarse ?c¨®mo es posible eliminar el hambre del mundo hasta tanto no se tenga verdaderamente decidido hacerla cesar?
Un resurgimiento social y pol¨ªtico est¨¢ recorriendo el Tercer Mundo. Las nuevas democracias de Am¨¦rica Latina que piden un reexamen de su deuda toman medidas de austeridad tanto m¨¢s meritorias porque son dif¨ªciles de soportar por las poblaciones pobres. Los jefes de Estado africanos, reunidos en la cumbre de la Organizaci¨®n de la Unidad Africana, han tenido el valor de admitir p¨²blicamente sus propias responsabilidades en la tragedia del hambre. Se han comprometido incluso el pasado mes de junio, durante la sesi¨®n especial de la Asamblea General de la ONU sobre ?frica, a reorientar sus pol¨ªticas para dar prioridad al sector agr¨ªcola y a tomar medidas presupuestarias dr¨¢sticas. Estos pueblos orgullosos, que a pesar de las condiciones adversas aplastantes construyen, viven, luchan y aman, tienen derecho a un poco m¨¢s que nuestro respecto: tienen derecho a nuestra solidaridad.
Un derecho fundamental
Un derecho fundamental que se debe inscribir con nuestras manos, nuestras inteligencias y nuestros gestos cotidianos en la historia de los pueblos de la tierra. Estamos en la carrera contra el tiempo, en la que cada hora perdida se cifra en centenares de muertos.
Se ha asistido despu¨¦s del movimiento live-aid a las m¨¢s colosales colectas p¨²blicas de este siglo para ir en ayuda de las v¨ªctimas de nuestra mala gesti¨®n global del planeta. M¨¢s discretamente, numerosas asociaciones de voluntarios contribuyen desde hace 30 a?os al nacimiento de hogares de desarrollo.
Es evidente que cuando en zonas de Bolivia, aisladas seis meses al a?o del resto del pa¨ªs, un ni?o de cada tres muere antes de alcanzar la edad de cinco a?os, o que el desierto progresa de dos a tres kil¨®metros por a?o a lo largo de la banda sahariana que se extiende desde Senegal a Sud¨¢n, la amplitud del problema exige que se movilicen los recursos y la potencia de los Estados y que se haga un m¨¢ximo uso de los instrumentos multilaterales de que disponen las Naciones Unidas.
Por eso cada individuo est¨¢ llamado a comportarse como ciudadano antes que contentarse con sacar dinero de su monedero. Bradford Morse, antiguo administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUDE), dec¨ªa que si cada individuo ped¨ªa a su Gobierno dar prioridad al desarrollo atacando las ra¨ªces del problema, rendir¨ªa un servicio inestimable, Es esto lo que han hecho tambi¨¦n 95 premios Nobel del mundo pidiendo a cada uno, cualquiera que sea su lugar en la sociedad, que se haga todo lo posible para que sean "votadas y puestas inmediatamente en pr¨¢ctica nuevas leyes, nuevos presupuestos, nuevas medidas que tiendan directamente a atacar las causas del holocausto del hambre y a aliviar los efectos".
?No ha llegado ya el momento de dar valor y fuerza de ley a la rehabilitaci¨®n de las zonas donde se producen las tasas de mortalidad m¨¢s elevadas, a las supervivencias de sus poblaciones, a su pleno desarrollo?
Ense?anzas
Es necesario poner en pr¨¢ctica la experiencia acumulada por los diversos sectores p¨²blicos o privados. En el transcurso de los tres decenios del desarrollo que acaban de transcurrir se pueden sacar cuatro ense?anzas fundamentales:
1. Es ineficaz desperdigar proyectos sin relaci¨®n entre ellos o concentrar todos los recursos sobre un solo sector (por ejemplo, producci¨®n agr¨ªcola o salud, etc¨¦tera), juzgado como prioritario. Por el contrar¨ªo, un plan de rehabilitaci¨®n que integre todos los elementos de base para un buen funcionamiento de la sociedad (agua potable, irrigaci¨®n, agricultura, estructura y almacenamiento, carreteras, puentes, medios de transporte, higiene, salud, educaci¨®n, vivienda etc¨¦tera) tendr¨¢ todas las posibilidades de dar buenos resultados, sobre todo si se concibe a partir de las capacidades reales y potenciales de realizaci¨®n locales de tales planes, si interesan a regiones bastante vastas o si podr¨¢n hacer sentir sus efectos a escala de un pa¨ªs entero.
2. El desarrollo es b¨¢sico para la puesta en vigor de los recursos humanos. No se trata de ¨¦tica, sino de buen sentido. La formaci¨®n a todos los niveles y para todas las tareas debe incorporarse en cada proyecto desde su concepci¨®n.
3. La calidad de los programas no puede venir s¨®lo a superar los obst¨¢culos. La cantidad de los recursos debe corresponder a la amplitud de los problemas a resolver.
4. Se imponen medidas pol¨ªticas globales simult¨¢neamente para que las causas estructurales de la pobreza no vengan a minar sistem¨¢ticamente las inversiones en el desarrollo.
El coloquio organizado por la Cruz Roja Espa?ola en Madrid durante estos primeros de noviembre sobre La contribuci¨®n en el desarrollo para la previsi¨®n de los conflictos b¨¦licos es una ocasi¨®n ¨²nica para tratar todas estas cuestiones en profundidad. Pero el t¨ªtulo mismo de esta reuni¨®n, como preludio al A?o Internacional de la Paz, debe abrirnos a¨²n m¨¢s los ojos. Sin embargo, las desigualdades, escandalosa s y el hambre construyen d¨ªa a d¨ªa un peligroso polvor¨ªn. Pero este peligro potencial no debe ocultar que el hambre y la miseria provocan un Hiroshima silencioso cada cuatro d¨ªas... ?No era para acabar con los Hiroshima de todas clases para lo que fueron creadas las Naciones Unidas?
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