El temblor de la frontera
LA DESIGNACI?N de Joaquim Chissano para suceder a Samora Machel como presidente de Mozambique ha tenido lugar sin ning¨²n p¨²blico desacuerdo o tirantez en el equipo dirigente del Frente de Liberaci¨®n de Mozambique (Frelimo). Sin embargo, las candidaturas barajadas durante las dos semanas que siguieron a la tr¨¢gica muerte del l¨ªder representaban opciones no id¨¦nticas. Cabe simplificarlas diciendo que el presidente de la Asamblea, Marcelino Dos Santos, es el m¨¢s ortodoxo; al ministro de la guerra, Alberto Joaqu¨ªn Chipande, se le considera menos decantado y m¨¢s apto para evitar tensiones, y Joaquim Chissano representa la actitud m¨¢s pragm¨¢tica. Que este ¨²ltimo haya sido escogido sin oposici¨®n es un hecho significativo, y una actitud continuista, en la medida en que Machel, en los ¨²ltimos tiempos y ante problemas grav¨ªsimos, se esforz¨® por establecer lazos con Occidente y por llegar incluso a acuerdos con Pretoria.Un factor decisivo de esta pol¨ªtica de Machel -que Chissano ha reiterado en sus puntos b¨¢sicos al tomar posesi¨®n- es la tremenda debilidad econ¨®mica y militar de Mozambique en relaci¨®n con la potencia surafricana. Cuando Machel lleg¨® a Maputo en 1975, como triunfador en la guerra anticolonial, aspiraba no s¨®lo a consolidar el nuevo poder, sino a ayudar a la poblaci¨®n negra surafricana en su lucha contra el apartheid. Era una pol¨ªtica de enfrentamiento con el Gobierno de Pretoria, para la cual pod¨ªa contar sobre todo con el apoyo de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Pero esa pol¨ªtica chocaba con obst¨¢culos cada vez m¨¢s insuperables: aislarse de Sur¨¢frica era la asfixia econ¨®mica. En una encrucijada dram¨¢tica, Machel no quiso entrar en un proceso que le llevaba hacia una dependencia total del bloque sovi¨¦tico. Tampoco la URSS estaba en condiciones de incrementar su intervenci¨®n en esa parte de ?frica. En todo caso, Machel dio un giro en su pol¨ªtica buscando acuerdos con Pretoria.
No ha obtenido con ello resultados positivos. A pesar de las promesas contenidas en el Pacto de Nkomati, los militares surafricanos han seguido ayudando a sus agentes del Renamo, y hoy una verdadera guerra civil abarca extensas zonas de Mozambique. El puerto de Beira, decisivo para el comercio de varios pa¨ªses del ?frica subtropical, conserva sus comunicaciones gracias a la ayuda de 12.000 soldados de Zimbabue, ayuda basada en la solidaridad africana y carente de las implicaciones que para Angola supone la presencia cubana. A la vez, la reconstrucci¨®n del puerto de Beira est¨¢ haci¨¦ndose con la cooperaci¨®n de empresas occidentales. Pero es un peque?o parche dentro de una situaci¨®n muy deteriorada.
En el ¨²ltimo per¨ªodo, en parte como respuesta a las sanciones del Movimiento de los No Alineados y de los pa¨ªses occidentales, Pretoria ha acentuado su pol¨ªtica de presi¨®n econ¨®mica y militar sobre los pa¨ªses de la l¨ªnea del frente. En los d¨ªas que precedieron a la muerte de Machel, las provocaciones contra Mozambique se agravaron. La muerte de ¨¦ste puede haber sido accidental o causada por un ataque surafricano al avi¨®n en que viajaba; de lo que no cabe duda es que ocurri¨® en medio de una operaci¨®n para desestabilizar el Gobierno del Frelimo. El objetivo de Pretoria es tener en Maputo un Gobierno d¨®cil a sus dictados; una de las f¨®rmulas ser¨ªa imponer al Frelimo un Gobierno de coalici¨®n con el Renamo. Ello significar¨ªa abrir una brecha muy seria entre los Estados agrupados en la lucha contra el apartheid.
El Frelimo no pod¨ªa eludir estas amenazas al decidir la sucesi¨®n de Machel. El asalto por grupos de j¨®venes a la Embajada de Malaui demuestra que reacciones radicales y violentas son alimentadas por el odio contra el racismo, y quiz¨¢ fomentadas por los agentes de Pretoria. El Frelimo quiere marchar por otro camino. Chissano da prioridad a la ampliaci¨®n de la base del r¨¦gimen, interior e internacionalmente; quiere evitar un enfrentamiento directo con Pretoria, y define la recuperaci¨®n econ¨®mica como tarea decisiva. No hay, probablemente, otros caminos racionales. Pero los obst¨¢culos a vencer son enormes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.