Crimen en Manila
EL ASESINATO de Rolando Olalia, presidente de una poderosa organizaci¨®n sindical izquierdista y del Partido del Pueblo, creado hace dos meses para permitir una acci¨®n legal de los comunistas y sus simpatizantes, es un crimen pol¨ªtico de efectos graves para la joven democracia filipina. La primera consecuencia ha sido la interrupci¨®n de las negociaciones entre la guerrilla comunista y el Gobierno. Y en esas negociaciones est¨¢ en juego no s¨®lo el cese de los combates en extensas zonas del pa¨ªs, sino un cambio profundo en el clima y en la estructura de la pol¨ªtica filipina. Las guerrillas existen desde hace dos d¨¦cadas, y cuentan actualmente con m¨¢s de 20.000 combatientes, pero adem¨¢s expresan en cierta forma la protesta desesperada de los sectores m¨¢s pobres y marginados. Causan muertes e inseguridad en zonas agrarias, y facilitan al tiempo que los militares tengan un peso excesivo en la vida pol¨ªtica. El problema de fondo es que sin el fin de la guerra civil larvada que asola el pa¨ªs ser¨¢ muy dif¨ªcil que la democracia logre un desarrollo estable.El triunfo de Coraz¨®n Aquino ha creado la posibilidad de abrir ese nuevo camino en la historia de Filipinas, pero los obst¨¢culos que hace falta vencer son muchos. En su propio Gobierno, al lado de personalidades liberales y democr¨¢ticas partidarias de la negociaci¨®n figuran jefes militares que abandonaron a Marcos a ¨²ltima hora -como el ministro de Defensa, Juan Ponce Enrile- y que se oponen a cualquier negociaci¨®n con la guerrilla. La amenaza de un golpe militar se hace sentir, de una u otra forma, desde hace meses. Y la maniobra para invertir el sentido democr¨¢tico de la evoluci¨®n filipina puede tener otros derroteros.
El pr¨®ximo 7 de febrero, el proyecto de nueva Constituci¨®n ser¨¢ sometido a refer¨¦ndum, y su aprobaci¨®n conllevar¨¢ la prolongaci¨®n del mandato de Coraz¨®n Aquino hasta 1992. Diversas fuerzas de derecha est¨¢n interesadas en impedir que esta perspectiva democr¨¢tica se consolide. Mientras el general Enrile se presenta como campe¨®n del anticomunismo, buscando el apoyo de las fuerzas en las que se apoy¨® la dictadura de Marcos, el vicepresidente, Salvador Laurel, ha coincidido con ¨¦l en sus cr¨ªticas a la pol¨ªtica de negociaci¨®n con la guerrilla. La presidenta Aquino est¨¢ condicionada por la composici¨®n de su Gobierno, y no parece que pueda modificarlo sin graves riesgos.
Por parte de los comunistas se ha producido, no sin conflictos internos, una rectificaci¨®n de la pol¨ªtica anterior, basada de modo exclusivo en la lucha armada. Pol¨ªtica que les llev¨® a boicotear las elecciones que dieron el triunfo a Coraz¨®n Aquino y a marginarse as¨ª de la movilizaci¨®n popular gigantesca que permiti¨® un avance decisivo de la democracia en Filipinas. Esa evoluci¨®n se ha reflejado no s¨®lo en la aceptaci¨®n de una negociaci¨®n para poner fin a los combates, sino en una creciente actividad en plataformas legales, sobre todo con la creaci¨®n del Partido del Pueblo. El mes pasado, la guerrilla propuso un alto el fuego de 100 d¨ªas, que podr¨ªa comenzar el pr¨®ximo mes de diciembre, y los militares se apresuraron a declarar que era una oferta sospechosa. Al aceptar la negociaci¨®n, Coraz¨®n Aquino apoya al sector m¨¢s democr¨¢tico de su Gobierno, pero las condiciones en que puede desarrollarse son precarias. Concretamente, muchos jefes militares, como Enrile, siguen manifestando su profundo desacuerdo.
En este marco se ha producido el asesinato de Rolando Olalio. Hasta ahora no se sabe qui¨¦nes son los culpables directos, y Coraz¨®n Aquino ha dicho que todos los recursos del Gobierno ser¨¢n empleados para buscarlos y llevarlos ante la justicia. En cambio, la intenci¨®n pol¨ªtica de los que han organizado el crimen no se presta a muchas dudas, porque la v¨ªctima representaba, en su m¨¢s alto nivel pol¨ªtico y sindical, el intento de incorporar a una vida democr¨¢tica legal a sectores sociales marginados durante d¨¦cadas, y que desbordan ampliamente las filas comunistas. El objetivo de los criminales es impedir, de una u otra forma, ese proceso ya en marcha de ampliaci¨®n de la democracia filipina. Una actitud d¨¦bil de la presidenta en esta coyuntura puede enfrentarla con una reacci¨®n popular dolorida e indignada. Sin embargo, y con todas sus limitaciones, Coraz¨®n Aquino representa hoy la condici¨®n indispensable para que Filipinas pueda seguir por una camino democr¨¢tico.
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