La precaria situaci¨®n del vendedor de peri¨®dicos
Esta irregular e injusta situaci¨®n se extendi¨®, hasta 1984, para todos los vendedores de Prensa. Una situaci¨®n hist¨®rica en la que predomin¨® el olvido, la apat¨ªa y la falta de colaboraci¨®n oficial hizo posible una injusticia patente como era la de no admitir en el r¨¦gimen general de trabajadores aut¨®nomos a un colectivo de m¨¢s de 15.000 hombres y mujeres que se encargaban, a nivel nacional, de la diaria expendedur¨ªa de Prensa, revistas y publicaciones. Rotundas negativas oficiales basadas en que el vendedor de Prensa deb¨ªa constituir, al amparo de una norma laboral fantasma elaborada en 1972, sus propios mecanismos de seguridad social demoraron -hasta 1984- la consecuci¨®n de un derecho indiscutible para cualquier trabajador, como era el de acceder a las obligaciones de pago de cuotas a la Seguridad Social y posterior beneficio de resultar integrado en las prestaciones de la misma. Tras largas negociaciones, este derecho le fue concedido al vendedor de Prensa por resoluci¨®n del 27 de diciembre de 1984 por la cual resultaba obligada su adscripci¨®n al r¨¦gimen general de trabajadores aut¨®nomos y se le otorgaba, por gracia, una carencia m¨ªnima de cotizaci¨®n que no imped¨ªa que muchos profesionales tuvieran que acceder a la jubilaci¨®n a los 70 a?os.Esta resoluci¨®n, que beneficiaba a los vendedores en activo, significaba un primer paso obligado para estudiar posteriormente la integraci¨®n de los cientos de antiguos vendedores, jubilados ya y cuya subsistencia estaba basada, como en el caso de Madrid, en la existencia de un montep¨ªo que desde el a?o 1934, y merced a la aportaci¨®n de los activos, conced¨ªa pensiones que malamente permit¨ªan sobrevivir a aquellos a los cuales les fue negada una prerrogativa de car¨¢cter nacional como era la de su adscripci¨®n al INSS. Dos a?os de conversaciones en los cuales se ha llegado a fijar el valor concreto de la integraci¨®n de m¨¢s de 200 viejos profesionales que est¨¢n a¨²n sin finalizar.
Aunque entend¨ªamos que una injusticia hist¨®rica propiciada por la Administraci¨®n no era justo debiera ser pagada por el colectivo que sufri¨® una discriminaci¨®n patente e injusta, hemos aceptado el pago de la compra de unas pensiones que sobrepasan en mucho las aut¨¦nticas posibilidades de un gremio que defiende su vida mediante un trabajo que en intensidad y en horarios no tiene parang¨®n con ninguna otra actividad profesional. Sin embargo, el tiempo pasa, los secretarios generales del INSS cambian, los viejos vendedores fallecen sin que se les haga justicia y los organismos estatales no han modificado su actitud.
Queremos, aun con esfuerzo, abonar la cuantiosa suma que se nos exige invocando una ley laboral que no admite integraciones gratis, sino -pr¨¢cticamente- pago de la totalidad de las pensiones a integrar. Hablamos, gestionamos y suplicamos sin respuesta concreta y definitiva, aunque las valoraciones, eso s¨ª, est¨¢n realizadas desde mediados de 1985. Doscientos viejos vendedores esperan la justa resoluci¨®n de sus casos a realizar por una Administraci¨®n del Estado que pretende ser justa. Hemos renunciado a medidas de fuerza por indicaci¨®n oficial sabedores del da?o que al ciudadano se le origina, al igual que a las empresas, si procedemos al cierre de quioscos en justa protesta por lo que consideramos una actitud injusta y un silencio y a cambio obtenemos silencio, demora e incomprensi¨®n para un grupo de hombres y mujeres que carecen de todo por omisi¨®n de los poderes p¨²blicos y por ignorancia de que el tiempo no tiene la misma significaci¨®n para un anciano que para un joven.
Incr¨¦dulos
Hemos perdido la fe en la buena disposici¨®n del INSS para resolver de una vez por todas el problema, pero la visi¨®n de m¨¢s de 200 compa?eros en precario confiados en la capacidad de gesti¨®n de sus asociaciones profesionales e incr¨¦dulos ante la voluntad oficial por resolver su situaci¨®n, nos hace insistir por todos los medios. Apelamos a la justa decisi¨®n que ampara la seguridad de cada espa?ol; rogamos se nos atienda no de forma preferente, pues son ya dos los a?os de gesti¨®n; estamos dispuestos a pagar el coste de integraci¨®n de nuestros viejos -aunque no compartimos esa decisi¨®n injusta-, pero suplicamos en nombre de tantos que por la v¨ªa que fuere, a nivel de resoluci¨®n o Consejo de Ministros, 212 vendedores de Prensa hoy y bastantes menos ma?ana puedan conocer los beneficios sociales que un Estado de derecho requiere y, est¨¢ obligado a reconocer a unos servidores de la sociedad que hoy les son negados.
Seguiremos llamando a cualquier puerta sin desesperanza y con la seguridad que nos otorga el conocer nuestra obligaci¨®n para con los viejos jubilados. Y exigimos, y si es preciso rogamos, que la burocracia oficial tenga, al menos por una vez, sentido de la caridad humana, consciencia de sus obligaciones y r¨¦plica a la ya desesperada gesti¨®n de un grupo profesional que, como el de los vendedores de Prensa de Madrid, intenta tambi¨¦n desesperadamente encontrar el hueco preciso para que sus vicios afiliados logren, al fin de sus d¨ªas, ser considerados beneficiarlos de una pensi¨®n a la cual tienen derecho por haber dedicado sus vidas al servicio de una comunidad. Y que este logro sea r¨¢pido; la vida no va a darles, desgraciadamente, muchas posibilidades de que el vendedor de Prensa jubilado disfrute de lo tan costosamente adquirido y tan dificultosamente negociado.
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