Un Lope desmesurado
Lope de Vega escribi¨® una comedia ligera, ir¨®nica, burlona; Adolfo Marsillach la lleva a la astracanada. Es un trabajo de abultamiento, de exageraci¨®n, de superposici¨®n de elementos. Un ejemplo inocente: Valencia era un fondo del enredo, y ahora es una acumulaci¨®n de sus propios t¨®picos, desde los sacos de naranjas, limones y tomates con que empieza la obra hasta la gigantesca paella -de est¨¦tica fallera- entronizada con que termina, pasando por los trajes regionales, las banderas, la m¨²sica alusiva, el remedo de las tracas. Lope lleg¨® a Valencia huido de Madrid, y encontr¨® all¨ª una dulzura de vivir, una forma de libertad, una cultura tolerante y buen mercado teatral. Las obras valencianas de Lope tienen esa respiraci¨®n y esa luz.Los locos de Valencia es una reflexi¨®n caracter¨ªstica de su manera de ver el amor como alienaci¨®n y la locura como met¨¢fora. Marsillach da primer t¨¦rmino a la met¨¢fora, la convierte en tema principal. El coro de los locos es una zaragata de circo, un continuo bullicio, y los personajes principales se llenan tambi¨¦n de la estampa popular de la locura graciosa, el gui?o, el manoteo, el andar torp¨®n, la dicci¨®n c¨®mica. Marsillach abunda en peque?os y grandes chistes de imagen, para colocarlos entre lo hablado. Parecen venir unos del cine mudo -es l¨®gico: son hallazgos silenciosos, para fingir que el texto no se toca-,otros del circo, y todos de la astracanada. Esta ansiedad es muy caracter¨ªstica de algunos de cuantos, desde hace pocos a?os, se acercan a los cl¨¢sicos: desconf¨ªan de ellos, piensan que lo que se dice y como se dice no es suficiente para el p¨²blico de hoy, y que hay que recargarlos con otras cosas. Pueden terminar creyendo que ellos y sus inventos o sus recursos son superiores al cl¨¢sico mismo. En este sentido, Los locos de Valencia no es un montaje distinto al de El m¨¦dico de su honra: un estilo de dramaturgia y de direcci¨®n de escena en el que el original, su intenci¨®n y su escritura quedan como ca?amazo. La cuidadosa mezcla de lirismo y gracia de Lope, el juego de raz¨®n y sinraz¨®n y, naturalmente, el verso de un gran poeta, se rompen. Quede como ejemplo el romance en el que Reinero -Pellicena- da las claves de la situaci¨®n: una soluci¨®n-facilona de Lope, pero de un nivel po¨¦tico considerable. Aqu¨ª aparece convertido en parodia, en trozo de La venganza de don Mendo, y no por culpa del actor -que ya sabemos que sabe hacerlo bien-, sino por la incredulidad del director de escena. No cree en el autor, no cree tampoco en los actores; tiene razones para hacerlo, porque la obra est¨¢ mal repartida. Tiene tambi¨¦n-muchas y muy justas razones para creer en s¨ª mismo -ha dado muchos y muy valiosos triunfos al teatro como actor, como autor, como director-, y es probable que un ejercicio de humildad autocr¨ªtica le hiciera conducir mejor este encargo de sacar adelante una Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico en la que las libertades no pueden ser absolutas.
Los locos de Valencia
De Lope de Vega; versi¨®n: J: Germ¨¢nSchroeder. Int¨¦rpretes: ?ngel de Andr¨¦s L¨®pez, Fernando Valverde, Fidel Almansa, Mar¨ªa Luisa Merlo, etc¨¦tera. M¨²sica: Jos¨¦ Nieto; coreograf¨ªa: Skip Martinsen. Escenograf¨ªa, vestuario e iluminaci¨®n: Carlos Cytryriowski. Direcci¨®n: Adolfo Marsillach. Compa?¨ªa Nacional de Teatro. Teatro de la Comedia. Madrid, 14 de noviembre.
El p¨²blico ri¨® en muchos momentos, aplaudi¨® especialmente a la zaragata de los locos -hasta que se hizo demasiado pesadaal escen¨®grafo Cytryriowski -que ha compuesto un espacio limpio, claro, bonito-, a la compa?¨ªa completa y, naturalmente, a Adolfo Marsillach.
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