Chernobil navega por el Rin
EL FANTASMA de la catastrofe de la central nuclear sovi¨¦tica de Chernobil ha vuelto a planear sobre los pa¨ªses de Europa central. Una ola de envenenamiento ha invadido al r¨ªo Rin desde Basilea (Suiza) hasta su desembocadura en Holanda, como resultado del incendio de un almac¨¦n de productos t¨®xicos perteneciente a la empresa qu¨ªmica Sandoz, ubicada en las riberas del r¨ªo a su paso por la ciudad suiza.Las circunstancias en las que se ha producido este desastre ecol¨®gico vuelven a plantear, como en Chernobil, la responsabilidad de los poderes p¨²blicos y de los dirigentes empresariales en la adopci¨®n y cumplimiento de sistemas de control y seguridad que eviten estos acidentes. La empresa Sandoz dispon¨ªa de un informe que alertaba sobre los graves efectos que provocar¨ªa un incendio, pero, por razones de econom¨ªa, no adopt¨® ninguna medida de prevenci¨®n. Ahora, las industrias del sector qu¨ªmico temen que surja un frente contra sus intereses, alentado por los n¨²cleos del (Ecologismo activista. La correlaci¨®n entre las actuaciones negligentes de los responsables p¨²blicos o empresariales, que tienen graves repercusiones en la naturaleza, y la reacci¨®n, a veces airada, de los grupos ecologistas, no solamente se pone de manifiesto en este caso de envenenamiento de toda la fauna del Rin. Recientemente, se ha hecho visible el mismo fen¨®meno en el caso del hundimiento de dos barcos balleneros islandeses por el grupo ecologista radical Sea Shepherd (Pastores del Mar), en represalia por el incumplimiento de Islandia de la moratoria de cuatro a?os en la captura de ballenas -moratoria acordada por la Comisi¨®n Ballenera Internacional(IWC)-.
El m¨¦todo utilizado por este grupo, calificado por el Gobierno de Relkiavik de terrorista, no tiene justificaci¨®n y debe ser condenado, pero tampoco la tiene el incumplimiento de un convenio internacional por parte de las autoridades islandesas. De la misma manera que la falta de adopci¨®n de las medidas de control y seguridad por parte de la factor¨ªa de Sandoz en Basilea no es menos condenable que las reacciones que su negligencia pudiera producir, aun las de naturaleza violenta. Las instituciones estatales disponen de medios legales para condenar las actuaciones delictivas de los particulares, y el Gobierno de Relklavik ya ha anunciado que "har¨¢ todo lo necesario" para llevar a los tribunales a los responsables del grupo Sea Sheplierd. La cuesti¨®n es saber qui¨¦n lleva a los tribunales al Gobierno island¨¦s por incumplir la moratoria.
Si en el caso island¨¦s parece claro el incumplimiento de un convenio internacional, en el de la factor¨ªa de Sandoz aparecen indicios de una actuaci¨®n claramente negligente de las autoridades suizas. El Gobierno helv¨¦tico deriva la responsabilidad sobre las autoridades de Basilea, a la vez que los pa¨ªses ribere?os del Rin se quejan de no haber recibido con la debida prontitud la informaci¨®n sobre el siniestro.
Es cierto que en este caso los efectos de la muerte invisible y prolongada de la fauna del Rin tardaron un cierto tiempo en hacerse notar y ello puede explicar la reacci¨®n tard¨ªa de las autoridades de Berna. Pero, al mismo tiempo, esta tragedia ecol¨®gica y sus dimensiones hacen tambalearse la imagen de seriedad y responsabilidad que desde este lado de los Pirineos se proyecta con facilidad sobre todo el sistema de protecci¨®n del medio ambiente en pa¨ªses como Suiza, limpios como una patena, pero menos cuidadosos para no ensuciar la casa del vecino.
Esta situaci¨®n obliga a poner en cuesti¨®n la eficacia de las administraciones p¨²blicas en la protecci¨®n y conservaci¨®n de los recursos naturales. Si un ecologismo radical, de car¨¢cter m¨ªstico, que niega cualquier tipo de explotaci¨®n de la naturaleza, no es admisible en nombre del progreso, tampoco lo son las pol¨ªticas culpables o incapaces de prevenir los desmanes y saqueos de los recursos que son patrimonio de todos los hombres.
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