LO FEO
Ciertas gentes sostienen el argumento de que la belleza es una categor¨ªa relativa. Es decir, una cuesti¨®n de gusto personal. Pero invariablemente, quienes hablan as¨ª son personas que no tienen gusto. S¨®lo les faltaba ahora que Castilla del Pino publicara un art¨ªculo d¨¢ndoles la raz¨®n.Para empezar, las gentes sin gusto tienden a parecer inocentes, pero son enormemente peligrosas. Como les da igual ocho que ochenta, no perciben d¨®nde se encuentra la frontera del horror. M¨¢s a¨²n, pueden convivir con la fealdad c¨®modamente y encima invitar en cualquier momento a compartirla como si hicieran un acto de beneficencia. Es in¨²til, entonces, advertirlas de su involuntaria maldad. La falta de gusto suele atormentar a sus v¨ªctimas y salvo el caso de reacciones aperentemente serviles, causas finales de resentimiento, lo com¨²n es que los afectados reemplacen el buen criterio por la agresividad y un adecuado discernimiento est¨¦tico por el terrorismo de la subjetividad. Pocas veces aceptan razones, que por otra parte no llegar¨¢n a entender.
Contrariamente a lo que Castilla del Pino sostiene, la dictadura no se encuentra en la proclamaci¨®n de lo que es feo o hermoso como un valor del objeto, sino en esa demag¨®gica cesi¨®n de poder est¨¦tico a cualquier individuo, sea lo hortera que sea. Bastar¨ªa referirse a la experiencia de recibir alg¨²n obsequio de ciertos conocidos o a la de desempe?ar alg¨²n trabajo junto al atav¨ªo de determinadas personas, para saber qu¨¦ cantidad de crueldad son capaces de administrar sin que les tiemble el pulso.
La l¨®gica gastron¨®mica -es decir, una cosa no es detestable o apreciable per se, sino mera cuesti¨®n de gustos- conduce a las mayores cat¨¢strofes, envalentona a los coleccionistas de Lladr¨® y lleva camino de convertir en asesores de centros culturales a gran parte de los vendedores de la secci¨®n caballeros de El Corte Ingl¨¦s. La producci¨®n y la libre circulaci¨®n del mal gusto, tal como se ampara, es tan perniciosa que acaso s¨®lo una ofensiva bacteriol¨®gica podr¨ªa compararse a su ruina.
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