Siete a?os de estatuto de autonom¨ªa
La aprobaci¨®n y puesta en pr¨¢ctica del estatuto de Guernica es, por un lado, el reconocimiento de una realidad que ser¨ªa grave error ignorar, y , por otro, un paso decisivo para la superaci¨®n de los problemas de la crisis social vasca. Y es que, en efecto, la autonom¨ªa vasca (no excluyo a otras, sino que hoy hablo de ¨¦sta) no tiene el m¨¢s m¨ªnimo parecido con algo otorgado o concedido, sino, por el contrario, consecuencia de una reivindicaci¨®n natural y hondamente sentida en el pueblo vasco de forma mayoritaria, y no solamente en sectores nacionalistas, aunque, desde luego, con planteamientos diversos. Conviene no olvidar, no obstante, que m¨¢s de los dos tercios de los votos se inclinan, de una manera estable, por partidos del espectro nacionalista. Quiere ello decir que, si se pretende aproximarse al problema vasco con pretensiones de generalidad meramente homogeneizadora, o si s¨¦ analiza desde simples perspectivas de establecimiento de sistemas m¨¢s operativos de funcionamiento de la Administraci¨®n p¨²blica, se est¨¢ hurtando un componente esencial al discurso.Por eso mismo, antes afirmaba que su aprobaci¨®n fue un paso decisivo para encauzar el problema vasco. Tal vez, no obstante, el ¨ªmpetu inicial cedi¨® m¨¢s tarde y hubo quien pens¨® que se trataba de una simple operaci¨®n de cirug¨ªa est¨¦tica y que, como en las malas pel¨ªculas, bastaba con simular una escena con cart¨®n piedra y maquetas.
Los problemas del camino estatutario hasta la fecha han sido internos o propios de la sociedad vasca y exteriores a la misma. En alguna otra ocasi¨®n he afirmado que, con frecuencia, los vascos no solamente nos consideramos el ombligo del mundo, sino que adem¨¢s pensamos que el mundo s¨®lo tiene un ombligo, o sea, nosotros. Es necesario hacer una autocr¨ªtica importante del comportamiento y situaci¨®n vascos. Hay que empezar por reconocer que la democracia es en Euskadi una flor que ha crecido menos y es m¨¢s d¨¦bil que en otros lugares. Por eso es frecuente que opciones minoritarias (considerables, pero minoritarias) descalifiquen ol¨ªmpicamente las reiteradas manifestaciones del conjunto del pueblo vasco a trav¨¦s de las sucesivas consultas electorales.
Y estamos acostumbrados a que el 12% de los votos hable en nombre del pueblo vasco, sin importar lo m¨¢s m¨ªnimo que no sea esa opini¨®n la mayoritaria, produci¨¦ndose con singular desparpajo una especie de inhabilitaci¨®n (no sabemos si por minor¨ªa de edad o demencia) de la opini¨®n mayoritaria. De esta suerte volvemos a una situaci¨®n que parecer¨ªa superada, ya que es sencillamente franquista: se sustituye la voluntad popular por la del salvador de turno, empe?ado en llevarnos al cielo aunque no queramos. Habr¨ªa un grupo de escogidos con licencia para hacer caso omiso de lo que manifestemos mayoritariamente.
Coraje
En otras ocasiones, los sectores que han aceptado la v¨ªa estatutaria no han sabido desprenderse con coraje de los prejuicios. Y, sin m¨¢s soluci¨®n de continuidad que los intereses pol¨ªticos de cada momento, un mismo responsable (o no) pol¨ªtico pasa de afirmar que el estatuto confiere el mayor autogobierno de Europa a manifestar que hay que revisar la opci¨®n elegida; o de proclamar (sin base alguna) que ya estaba desarrollado en su integridad pr¨¢cticamente a se?alar que est¨¢ vac¨ªo de contenido, por decirlo ir¨®nicamente.
En ning¨²n lugar del mundo son tan importantes los ordenadores como en Euskadi: es el ¨²nico modo de conocer en tiempo real el posicionamiento de algunos pol¨ªticos sobre estos temas.
Por no citar la violencia y el terrorismo, que han sido el acompa?ante estable de Euskadi en estos a?os de estatuto (fortaleciendo, por cierto, la posici¨®n de quienes pretenden la inutilidad de las medidas pol¨ªticas). No s¨®lo el acto terrorista directo y espectacular, sino la violencia, que produce falta de libertad de opini¨®n, de manifestaci¨®n.
Pero si es verdad que los vascos necesitamos acometer con valor y decisi¨®n ese an¨¢lisis hacia dentro, no menos cierto y urgente es afirmar que el proyecto que naci¨® con grandes dosis de generosidad ha perdido vigor, y aquella generosidad se ha trocado en avaricia, recelo y marcha atr¨¢s. Son los factores externos que antes mencionaba.
Cualquier observador imparcial tiene que reconocer que des de el verano de 1981 (los pactos auton¨®micos, la LOAPA) se produjo un cambio decisivo. No es lo m¨¢s importante, con serlo mucho, el ritmo de las transferencias. Es la filosof¨ªa pol¨ªtica que emana del comportamiento de los diversos Gobiernos desde ese momento: continuas leyes de bases que, en el m¨¢s favorable de los casos, contienen la interpretraci¨®n constitucional menos favorable a la autonom¨ªa; decisiones de impugnaci¨®n ante el Tribunal Constitucional de cuestiones que, tras no pocos meses, hasta a?os, se advierten sin fundamento; presentaci¨®n de proyectos de ley contrarios al estatuto que, no obstante, no pueden modificarse, sino, en el mejor de los casos, en el ¨²ltimo minuto en el Senado, generando en el intermedio confrontaci¨®n y desprestigio para el estatuto y las opciones pol¨ªticas que lo han asumido; por no citar casos como el de la LOAPA, que se prolongan y enconan por virtud del doble defecto de no contar en su elaboraci¨®n con las nacionalidades hist¨®ricas y el sostenella y no enmendalla tras dar a luz un bodrio jur¨ªdico y pol¨ªtico. Aunque la verdad es que no conf¨ªo mucho en lo que voy a decir, creo que la nueva situaci¨®n pol¨ªtica que va a establecerse en Euskadi despu¨¦s de las elecciones del 30-N debiera permitir abrir un amplio debate sobre la experiencia de estos a?os del estatuto. Desde el reconocimiento de que se ha avanzado extraordinariamente, ser¨ªa excelente que, por encima de la refriega concreta de las transferencias, los vascos y los no vascos discurramos con fuerte sentido cr¨ªtico sobre los siete a?os de Estatuto de Gernica.
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