Metz, recuerdo de los olvidados
Cuenta Johan Baptist Metz, en un peque?o diario que refiere los di¨¢logos con su buen amigo Ernst Bloch, c¨®mo, al final de un debate con el fil¨®sofo marxista Machovec, ¨¦ste le pregunt¨® a quemarropa si se pod¨ªa rezar a Dios despu¨¦s de lo de Auschwitz. A?os despu¨¦s confesar¨¢ el fundador cat¨®lico de la teolog¨ªa pol¨ªtica que el holocausto de Auschwitz quebr¨® su trayectoria intelectual. El disc¨ªpulo predilecto de Karl Rahner, ubicado dentro del campo ahist¨®rico trascendental de la mano del Kant de la raz¨®n pura, arrumb¨® a la teolog¨ªa pol¨ªtica bajo los auspicios del Kant de la raz¨®n pr¨¢ctica, de Marx, de Walter Benjamin y de Bloch, entre otros.En el trasfondo de sus obras m¨¢s importantes, Teolog¨ªa del mundo (1968), La fe en la historia y en la sociedad (1977), M¨¢s all¨¢ de la religi¨®n burguesa (1980), Zeit der orden (1977), Unterbrechungen (1981), etc¨¦tera, late la convicci¨®n de que "no se puede salvar sentido alguno a espaldas de Auschwitz". El nombre del campo de exterminio polaco, m¨¢s que el lugar de una cat¨¢strofe, es el s¨ªmbolo del "dolor silente de todos los pobres y explotados del mundo".
La vieja cuesti¨®n de la teodicea -?c¨®mo explicarse el mal en un mundo creado por Dios?- adquiere en la reflexi¨®n metziana una dimensi¨®n pol¨ªtica: m¨¢s que la muerte individual, lo que interpela a Dios es el dolor y sufrimiento de los pueblos.
La teolog¨ªa pol¨ªtica lleva conscientemente a cuestas el estigma de un pasado teocr¨¢tico. Carl Schmitt, en efecto, fue el primero que titul¨® con teolog¨ªa pol¨ªtica una interpretaci¨®n tradicionalista y totalitaria de la religi¨®n. Metz se refiere l¨®gicamente a otra cosa. Para ¨¦l, pol¨ªtica no es la esfera p¨²blica donde se articulan los intereses del Estado o de la Iglesia, sino la sociedad, es decir, el lugar p¨²blico donde se gestan la libertad y la liberaci¨®n de todos los individuos y de cada individuo.
Un Dios impasible
Sus alumnos de M¨¹nster fueron testigos de los an¨¢lisis que dedic¨® al nacionalcatolicismo espa?ol. Con el mismo rigor ha denunciado al Dios impasible de la religi¨®n burguesa, "capaz de hacer temblar", dec¨ªa en una entrevista a EL PA?S (14 de marzo de 1982), "pero que no es digno de ser suplicado, ni exige nada, ni interviene, ni consuela, ni nada. Es s¨®lo un valor que legitima la identidad burguesa. Ese Dios est¨¢ muerto".
Fue el profesor munsterrano un interlocutor buscado por los j¨®venes rebeldes de 1968. Sin embargo, tuvo que hacer un largo viaje para escapar de un cierto radicalismo est¨¦tico que amenazaba sus primeros escritos. Ten¨ªa, para ello, que dar con el sujeto social capaz de esa pr¨¢ctica cr¨ªtica que conlleva el concepto de seguimiento de Jes¨²s. Debi¨® rendirse a la evidencia de que la Iglesia, en su institucionalidad, no pod¨ªa ser "la portadora p¨²blica de la memoria peligrosa". El largo peregrinar por comunidades de base y por la Iglesia latinoamericana le permiti¨® descubrir ah¨ª el germen sociol¨®gico de la pretendida conversi¨®n mesi¨¢nica.
Metz ha querido ser un te¨®logo de nuestra cultura. En sus debates con Habermas, por ejemplo, donde ambos coinciden en el diagn¨®stico de la p¨¦rdida de identidad del hombre occidental, Metz postula una nueva cultura pol¨ªtica, aunque duda que el famoso hombre secular pueda crearla solo.
Hay que convocar m¨¢s tradiciones, tambi¨¦n la judeocristiana, si, ¨¦sta no olvida lo que un buen d¨ªa le advirtiera Bloch: "Cuando los te¨®logos se empe?an en ser m¨¢s racionalistas que el hombre secular, acaban por no tener nada que decir". Armado de la ingenuidad que necesariamente acompa?a a lo religioso, Metz no cesa de repetir que hay m¨¢s elementos liberadores en los mitos desechados por el hombre secular que en los que ¨¦ste ha construido.
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