El Papa llama a los abor¨ªgenes australianos a defender su identidad y su cultura
Juan Pablo II atraves¨® ayer el desierto de Tanami y aterriz¨® en Alice Springs, la ciudad de los abor¨ªgenes de Australia, situada en el coraz¨®n del desierto, un territorio acotado para ellos donde hasta el primer ministro, Robert Hawke, necesita su permiso para entrar. El Papa les dijo que la Iglesia cat¨®lica defiende su identidad y que su cultura, "que revela lo genuino y la dignidad de su raza, no debe desaparecer".
Esta poblaci¨®n result¨® diezmada en el pasado a causa de las enfermedades que les llevaron los primeros conquistadores blancos. Ayer, sin embargo, fue el hombre vestido de blanco, llegado desde Roma con aureola de defensor de las minor¨ªas ¨¦tnicas, quien les visit¨®. Juan Pablo II pronunci¨® un discurso dur¨ªsimo en el que rechaz¨® "la ficci¨®n adoptada por los europeos de que ¨¦sta es la tierra de nadie". Dijo tambi¨¦n el papa Wojtyla que no se puede aceptar la acusaci¨®n de los blancos de que la entrega de tierras a los abor¨ªgenes significa "una discriminacion al rev¨¦s".Para homenajear a Juan Pablo II, los abor¨ªgenes fueron convocados a un campo de deportes fuera de la ciudad. Se esperaba, como hab¨ªa anunciado Dan Rose, dirigente del Departamento para Asuntos Abor¨ªgenes, "la mayor concentraci¨®n aborigen de la historia de Australia". Se habl¨® de que pod¨ªan reunirse hasta 10.000 personas, y el campo fue preparado para acoger tal cantidad de ind¨ªgenas. Pero la realidad fue muy distinta. Una verdadera desilusi¨®n. Apenas se presentaron unos cientos de personas. Entre el millar de asistentes, m¨¢s de la mitad eran blancos. Adem¨¢s, los pocos abor¨ªgenes que llegaron hab¨ªan sido llevados por los misioneros.
Interrogados los organizadores por este enviado sobre el porqu¨¦ del fracaso, respondieron que evidentemente el Gobierno no hab¨ªa tenido ning¨²n inter¨¦s en favorecer tal concentraci¨®n. Y aunque no hab¨ªa prohibido el encuentro, s¨®lo les hab¨ªa dejado que se movieran con sus propios medios. Adem¨¢s, ya se imaginaban que el discurso de Juan Pabl¨® II sobre este asunto de los abor¨ªgenes no iba a ser matizado ni de compromiso. Como en realidad no lo fue.
Desnudas ante Juan Pablo II
A pesar de ello, los pocos que acudieron a la cita no dejaron de demostrar al Papa su entusiasmo y afecto, con todos los medios a su disposici¨®n, desde sus danzas t¨ªpicas a sus cantos ex¨®ticos y sus vestidos y iiatuajes de la foresta. Algunas (le las mujeres ind¨ªgenas, a las que les hab¨ªan puesto un sost¨¦n y una camisa para la ocasi¨®n, al pasar el Papa ante ellas se desnudaron con gran naturalidad, para mostrarle a Juan Pablo II lo genuino de su cuerpo negr¨ªsimo. Pasado el Papa, volvieron ponerse el sost¨¦n y a vestirse tranquilamente.El Papa fue recibido a su llegada al aeropuerto por ocho representantes de la comunidad ind¨ªgena. Uno de ellos, Davay Hayes, le hizo el saludo en la lengua arrernte, uno de los cincuenta idiomas de est¨¢s gentes. Y confiri¨® a Juan Pablo II el t¨ªtulo de ngkarte, ojefe mayor de ceremomas, una espel de gran hechicero del desierto. El papa Juan Pablo II respondi¨® en la misma lengua al saludo, y afirm¨® que la raza y la cultura de los abor¨ªgenes deben continuar vivas.
Eran las ¨²nicas palabras que ¨¦stos verdaderamente esperaban, ya que lo que m¨¢s han temido siempre es su extinci¨®n. Desde la llegada de los primeros colonizadores, el n¨²mero de ind¨ªgenas ha disminuido de unos 300.000 a apenas 100.000, muchos de los cuales viven una existencia infrahumana en los suburbios de las grandes ciudades, consol¨¢ndose con la droga del alcohol. S¨®lo en los ¨²ltimos a?os, tras su reivindicaciones y la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica, han obtenido en propiedad exclusiva un pedazo de tierra en el desierto.
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