'Irangate'
EL NEOLOGISMO Irangate refleja no s¨®lo un parecido entre el gran esc¨¢ndalo que oblig¨® a Richard. Nixon a abandonar la Casa Blanca y el que acaba de estallar en torno a Ronald Reagan, sino que los congresistas norteamericanos est¨¢n presionando para que se pongan en marcha mecanismos de investigaci¨®n, parlamentarios y judiciales, semejantes a los que permitieron sacar a la luz p¨²blica las ilegalidades del caso Watergate. El senador republicano Robert Dole ha pedido una convocatoria del Congreso en sesi¨®n extraordinaria -hecho que no se ha producido desde 1948, en tiempos de Truman- para que designe una comisi¨®n parlamentaria id¨¦ntica a la que descubri¨® las ilegalidades del caso Watergate. El senador Robert Byrd, que ser¨¢ jefe de la mayor¨ªa dem¨®crata en el futuro Senado, ha pedido que se designe un fiscal especial, exactamente lo mismo que en el asunto del Watergate.Estas demandas tienen un respaldo amplio por parte de los senadores y representantes, la Prensa y la opini¨®n p¨²blica en general, y demuestran que el intento de evitar una investigaci¨®n a fondo de los hechos ha fracasado. Cuando salt¨® a la luz la doble operaci¨®n, secreta e ?legal, de venta de armas a Ir¨¢n y de entrega de fondos a la contra, Reagan se apresur¨® a encargar al fiscal general y secretario de Justicia, Edwin Meese, que dirigiese la investigaci¨®n. ?ste afirm¨® que el presidente no estaba al corriente de las entregas de dinero a la contra. Se ech¨® entonces toda la culpa de las ilegalidades sobre el coronel North, destituido, y sobre el consejero de seguridad, almirante Poindexter, cuya dimisi¨®n fue hecha p¨²blica. Pero esas medidas y explicaciones no han satisfecho ni a los parlamentarios ni al p¨²blico. Muchos comentarios subrayan que la ignorancia de Reagan no es veros¨ªmil. Una primera reacci¨®n del presidente, en sus declaraciones al semanario Time (ver EL PA?S de ayer), dejaba traslucir indignaci¨®n y desprecio hacia la Prensa y el Congreso. Pero ahora ha cambiado de tono; no puede desconocer la ampl¨ªsima demanda, tanto desde las filas dem¨®cratas como de las republicanas, que exigen una investigaci¨®n con totales garant¨ªas de objetividad. La desconfianza alcanza ya al propio presidente, y numerosos comentarios insisten en que Reagan no ha dicho toda la verdad. La aceptaci¨®n por su parte de un fiscal especial puede ser un primer paso importante para alcanzar la verdad. Edwin Meese es amigo ¨ªntimo del presidente, y la designaci¨®n de ese fiscal significar¨ªa retirar a Meese de las investigaciones.
El recuerdo de lo ocurrido en el caso de Nixon crea esperanzas de que haya una investigaci¨®n con plena objetividad e independencia. Es admirable la capacidad de la estructura jur¨ªdica de EE UU para llevar a cabo estas pesquisas judiciales no sometidas a interferencias del Ejecutivo. Si se compara con lo que suele ocurrir en diversos pa¨ªses europeos, y concretamente en Espa?a, el ejemplo de EE UU despierta toda clase de envidias. Aqu¨ª estamos demasiado acostumbrados a que los casos de pol¨ªticos culpables de mentir a la opini¨®n o de realizar acciones ilegales o se absuelven o se diluyen en tr¨¢mites interminables. Sin embargo, esa capacidad del sistema norteamericano de juzgar y castigar, cuando el delito se demuestra, incluso a sus m¨¢s altos cargos estatales, no es un fen¨®meno autom¨¢tico ni el m¨¦rito de un cuerpo judicial excepcional. Un factor decisivo que est¨¢ presionando hoy de modo extraordinario para lograr el descubrimiento de toda la verdad -como ocurri¨® en el caso Watergate- son la opini¨®n p¨²blica y la Prensa.
El presidente, a pesar de las cr¨ªticas que le acosan, tiene a¨²n en la mano muchas cartas para determinar los ¨®rganos que, en fin de cuentas, queden encargados de investigar sobre el Irangate, sobre la ilegalidades, cometidas en el env¨ªo de armas a Ir¨¢n y del dinero a la contra. Por otra parte, no est¨¢n sobre el tapete solamente cuestiones de procedimiento. En el fondo del problema est¨¢ la terrible incoherencia de una pol¨ªtica exterior que proclama p¨²blicamente la intransigenia ante los terroristas y que luego env¨ªa armas a un Estado al que considera c¨®mplice de ellos.
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