El lenguaje ven¨¦reo de los vascos
Nocivo esp¨ªritu de la zarzuela. De todo el arsenal de rosas del azafr¨¢n, h¨²sares con corpi?o, miri?aques regionales, monteras de blonda, romanzas del botijero y pastoras blindadas al almid¨®n diman¨® un platonismo rusticano que, si en el Sur supo romper el cors¨¦ y se habilit¨® en folclor de verde luna, en el Norte, como llaman a Euskadi -y eso s¨ª que es paneuskerismo-, se fue petrificando en equ¨ªvoco arquetipo de Ramutxos glotones, falicortos, bar¨ªtonos y repelentemente puros. Que no, Mamen, hijamujer, que los vascos no tienen tacos. Que son tan profundamente cat¨®licos que carecen de la adecuada ordinariez verbal y han de recurrir a la lengua madre. Dedicado as¨ª en cuerpo y alma al sexo oral, en el sentido culinario del t¨¦rmino, el chicarr¨®n del Norte vacila siempre, obeso y et¨¦reo a la par, entre el fornicio ang¨¦lico y la chuleta de dos pisos. Pues s¨ª. Se oye y se lee cada dos por tres lo de que el euskera carece de maldiciones.Nos vienen con ¨¦sas a nosotros, resignados euskaltelevidentes que desde las primeras pel¨ªculas emitidas por el ente de Vitoria-Gasteiz sufrimos la perplejidad de escuchar de viva voz del doblador la expresi¨®n zoaz popatik Sartzera (literalmente, vete a tomar por la popa, y en traducci¨®n Ibre, vete a tomar por saco), mientras en los subt¨ªtulos nos surg¨ªa a siguiente versi¨®n edulcorada: Vete a la porra. A nosotros, que en id¨¦ntica circunstancia o¨ªamos c¨®mo el actor -o la actriz- exclamaba la voz castiza izorratzea, en castellano, acci¨®n y efecto de joder, al tiempo que los dichosos t¨ªtulos sobreimpresos rezaban, seg¨²n el sentido, hacer el amor -deplorable galicismo- o fastidiarse.Porque, para pasmo de propios y de extra?os, en Euskadi estamos oyendo todos los d¨ªas lo de izorra dadila (que se joda), am¨¦n de otros giros genuinos que vienen a desmentir a los acad¨¦micos mon¨®glotas y al personal polvoriento, que conoce el euskera, pero no lo sabe, tan inmaculada y presunta particularidad. Profundicemos en la jerga popular. La palabra alu designa en vascuence, con total crudeza, lo que en Castilla se conoce como co?o. D¨¢ndose el caso, sobre todo en la zona fronteriza entre Guip¨²zcoa y Vizcaya, de que admite ambas acepciones, fisiol¨®gica e interjectiva, como en castellano; pudiendo significar, seg¨²n el contexto, vulva, c¨®rcholis o, si se aplica como adjetivo, gilipollas. Alu se constituye as¨ª polis¨¦micamente en ¨®rgano, exclamaci¨®n o insulto. Por lo que supera, en esta ocasi¨®n, al idioma supracomunitario.
La muy castellana y vieja palabra picha posee connotaciones eusk¨¦ricas, tal vez por met¨¢fora formal: en vascuence jarra es pitxarra cuando dispone del necesario canal¨ªculo -recu¨¦rdese pitorro- para encauzar el flujo. Camilo J. Cela, que hace pocos meses incurri¨® en el estereotipo o prejuicio que aqu¨ª se glosa de la ausencia de groser¨ªas en la lengua vasca, tal vez ignore que en lo tocante al miembro viril, el euskera dispone de una terminolog¨ªa euf¨®nica y precisa seg¨²n las proporciones de aqu¨¦l. As¨ª, se le dice siplixa al membrezuelo incipiente, de angelito de Murillo. Al pene prep¨²ber o p¨²ber -siempre que est¨¦ en reposo- se le conoce como pitxili-. En sus dimensiones adultas o id¨®neas es zakila. Y cuando resulta descomunal, zupoa.
Diferentes tama?os
Otro error reiterado por los ling¨¹istas de ateneo consiste en aseverar que, de puro asexuado, el euskera no distingue el masculino del femenino en su gram¨¢tica. Creencia absurda e inexacta. Cierto que el vascuence se vale de un art¨ªculo determinado invariable para ambos g¨¦neros y para el neutro: se le coloca una a -a ello- al sustantivo o al adjetivo (gizonA, el hombre; emakumeA, la mujer)-. Pero donde se discrimina la entrepierna, si se nos permite decirlo, de la persona humana es en el verbo. Cuando el sujeto de la acci¨®n es masculino, la desinencia verbal es una k; mientras que si es femenino ¨¦sta se transforma -o viceversa, dejad esas piedras en el suelo- en una n. Por ejemplo: "hid duk", t¨² (hombre) tienes; e "hik dun" t¨² (mujer) tienes. Curiosamente, esta dualidad s¨®lo se hace patente en el tuteo -hikaz- y no en el ustedeo o voseo -zukaz-. A?adamos aqu¨ª que el dimorfismo genital-gramatical no s¨®lo se observa en el sujeto, sino asimismo en el predicado: "nik ematen diat" (yo te lo doy -a un hombre-) y "nik ematen dinat" (yo te lo doy -a una mujer-).
Es probable que la querencia forastera -y a veces ind¨ªgena-de difundir la falsa especie de que el euskera no dispone de l¨¦xico ven¨¦reo provenga de las muchas veces que el profano ha escuchado a los nativos intercalar cervantinos juramentos y quevedescas blasfemias en su incomprensible discurso. Taracea verbal muy propia de los medios campesinos y con gran incidencia en el deporte popular, sobre todo cuando ¨¦ste se ejecuta con la colaboraci¨®n de animales m¨¢s o menos dom¨¦sticos: arrastre de piedras por bueyes o percherones, concurso de perros de pastor, lucha de carneros, etc¨¦tera. El vasco, en efecto, no desde?a la sonoridad cat¨¢rtica del castellano a la hora de imprecar. Lo cual no permite concluir, ni mucho menos, que el euskera sea deficitario en locuciones sucias.Uno, que tiene un pie en Izarraitz y otro en Somosierra, no ignora que el t¨®pico que aqu¨ª estamos intentando rebatir ha sido inn¨²meras veces manipulado con vistas a completar una caracterolog¨ªa vasca mojigata, engarzacredos y jesu¨ªtica. Existe un empe?o carpetovet¨®nico generalizado que invariablemente endosa a los vascos una segunda piel -epid¨¦rmica o hipod¨¦rmica- en forma de sotana, obedeciendo tal vez a un prurito librepensador anta?o prestigioso y hoy envilecido. El Libro Azul de los Coros y Danzas da por sentada la inexistencia de palabras sical¨ªpticas en euskera y ello se conserva como dogma de fe ¨²til e incluso ponzo?oso. Aunque en todos los frontones del mundo se le siga llamando a la pelota de cestapunta potro (coj¨®n), voz de esencia malsonante que elimina por ello toda sospecha de que al test¨ªculo se le diga, como en castellano pelota: en el presente caso, la trayectoria del s¨ªmil es diametralmente inversa y describe la cosa por medio de una v¨ªscera, no la v¨ªscera por medio de una cosa.
Tampoco faltan sin¨®nimos para el ¨²tero, que, seg¨²n comarcas, es, adem¨¢s del ya citado alu, tutu, santumotz (literalmente "el santo peque?o", expresi¨®n bastante ?o?a) o, abreviando, motxina. Para mayor riqueza descriptiva, consignemos que a las solteronas o birrochas se las califica como mutxurdin, lo cual viene a ser co?o con canas en niveles absolutamente coloquiales y aceptados.Hace tiempo que se dio por zanjada -gracias a las oportunas parodias filos¨®ficas- la cuesti¨®n del "no nos comprenden". Bien. Troqu¨¦moslo, entrando un poco en la ya obsoleta german¨ªa gay, por el "no nos entienden". Sordera selectiva que se condensa en anomal¨ªas tales como asegurar que el idioma de los vascos est¨¢ despojado de toda procacidad. Apotegma que adem¨¢s, insisto, siempre se expresa con segundas. Porque el inerradicable trasfondo es que mira que son ganas de complicarse la vida con una lengua tan enrevesada y carencial, existiendo como existe el prol¨ªfero vergel literario castellano, con sus cig¨¹e?as so?olientas, sus fontanas cantarinas, su mies de la can¨ªcula, sus lunas moradas, su escueta musicalidad y sus vencejos sobrevolando el hontanar mientras el adusto lugare?o azuza a la yunta y al lebrel con s¨®lidos ternos nacidos, como quien dice, en Berceo. Pero quien acuda a Berceo ha de pasar luego por Bermeo y preguntar all¨ª al pueblo llano si est¨¢n a falta de jaculatorias para cuando se les traba la red en la h¨¦lice. No es por entrar en vanas pol¨¦micas acerca de si es por man¨ªa, desv¨ªo o ignorancia, pero vislumbro en esta triqui?uela del euskera impecable un larvado deseo de encerrarlo en una especie de liturgia ora clandestina, ora semioficial, pero siempre milenaria. De hacer con ¨¦l como con el lat¨ªn, vamos.
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