Gobernabilidad, ?para qu¨¦?
Suele entenderse por gobernabilidad que la gente haga lo que le manden. A eso, luego, se le llama moderno y todo resplandece con el brillo de lo supuestamente civilizado. Incluso fil¨®sofos pol¨ªticos que se autoproclaman liberales recurren a este falseamiento de la democracia cuando se encuentran con la sorpresa de que no se vota como se debe (pero como debe ?qui¨¦n?).Con toda seguridad, hay ocasiones en las que no falta raz¨®n para lamentarse de votaciones con resultados absurdos y hasta macabros. La historia no muy lejana de Europa, y no s¨®lo de Europa, es un buen ejemplo. Problema embrollado, sin duda, para la democracia.
Pero lo que de ¨¦sta importa es que no reduzca a las personas a meros feligreses que eligen, entre el miedo y el desconocimiento, lo que les indica el experto del momento. Lo de experto es una concesi¨®n, ya que generalmente no se llega ni a eso.
A prop¨®sito de expertos, no es demostrar mucha pericia afirmar que el PSOE ha ascendido en Euskadi cuando pierde -como se ha se?alado convenientemente- electores, esca?os y hasta le es insuficiente la injusta ley de D'Hont (alabada recientemente por un fil¨®sofo, porque as¨ª se ayudar¨ªa a la democracia. ?A cu¨¢l?) m¨¢s los votos de la extrema derecha. Aunque la nobleza obligue a reconocer que el citado partido representa un tanto por ciento estimable en el conjunto de la poblaci¨®n vasca.
Los an¨¢lisis, de cualquier forma, pueden prolongarse, en funci¨®n de los intereses, hasta el infinito. Y las quinielas sobre qu¨¦ coalici¨®n ha de formar el pr¨®ximo Gobierno han batido ya a las h¨ªpicas o las del f¨²tbol.
Convendr¨ªa una vez m¨¢s, sin embargo, detenerse en los problemas que han exteriorizado las elecciones. Y en raz¨®n de ¨¦stos comenzar en serio a encontrar un camino que lleve a la paz, manteniendo viva, al mismo tiempo, la capacidad plural e interesante de no renunciar a los deseos m¨¢s aut¨¦nticos.
Para ello, no es bueno, desde luego, rociar a la mayor¨ªa de los vascos con palabras tales como radicalismo, irredentismo y no s¨¦ cu¨¢ntos adjetivos sueltos m¨¢s que no sirven sino para esconder el pobre esquema desde donde se habla. En tales casos ser¨ªa m¨¢s decente decir con claridad que no hay nada que decir, y todos contentos.
Lo que parece evidente, despu¨¦s de estas elecciones, es que existe insatisfacci¨®n con el estatuto tal y como est¨¢ (algo, por otra parte, que era obvio desde hace tiempo). Autodeterminaci¨®n, libre determinaci¨®n, autogobierno o estirar al m¨¢ximo el estatuto no son otra cosa que f¨®rmulas expuestas con mayor o menor radicalidad, pero que se?alan un¨¢nimemente la ra¨ªz del problema.
Otros an¨¢lisis (la desaparici¨®n pol¨ªtica de la derecha m¨¢s extrema, el apoyo que pueda tener la acci¨®n violenta, la cl¨¢sica confrontaci¨®n, en situaciones similares, entre la moderaci¨®n de EE y la rebeld¨ªa de HB, etc¨¦tera), siendo, como son, de importancia, deber¨ªan entrar por el momento dentro de la visi¨®n anterior.
'Acuerdo m¨ªnimo'
De dicha evidencia se sigue que es una ocasi¨®n espl¨¦ndida para adelantar alguna soluci¨®n. Una propuesta razonable ser¨ªa comenzar con un acuerdo m¨ªnimo. En ¨¦ste se inscribir¨ªa el estudio programado de un autogobierno que no tiene por qu¨¦ quedar delimitado ya. Un autogobierno abierto en el que se reconociera expl¨ªcitamente tal apertura puede ser el paso m¨¢s eficaz hacia la real pacificaci¨®n de Euskadi. Lo dem¨¢s es volver a morderse la cola.
El Gobierno central deber¨ªa ser consciente de que si tiene sentido decir que un 18% no puede imponer la voluntad total, ha de tener sentido responder que el 20% no se puede imponer a casi el 70%.
Es tambi¨¦n una buena oportunidad para aprender. Primero, a no negar los hechos acusando de tribalismo y premodernidad a otros desde las carencias propias. Uno de los peores defectos de eso que algunos llaman modernizaci¨®n -palabra tantas veces Jaleada y muy pocas explicada- es que divide el mundo, genera agresividad y desarrolla los poderes bajo los cuales nos obligan luego a cobijarnos. Y segundo, a acercarse a los acontecimientos -es el caso de Euskadi, pero pod¨ªa ser, naturalmente, cualquier otro- no desde la expectativa morbosa que esconde la nostalgia de lo que en otro tiempo se quiso ser y ahora se niega con verg¨¹enza, sino desde una distancia tolerante.
Si de la soberan¨ªa popular se habla mal y se la entiende peor, no es por culpa de duende alguno, es porque se trata de algo sin resolver. S¨®lo se confunden los que lo tienen definitivamente claro. Tal vez, y por fortuna, no ocurre tal cosa en Euskadi.
Pero para que esto sea para bien es necesario, antes de obsesionarse con la gobernabilidad, saber de qui¨¦n depende y para qu¨¦ se la desea.
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