Gorbachov y los derechos humanos
AL ABRIRSE en Viena en noviembre pasado la nueva sesi¨®n de la Conferencia de Seguridad y Cooperaci¨®n Europea, el ministro sovi¨¦tico Shevardnadze hizo una propuesta que caus¨® estupor: celebrar en Mosc¨² una conferencia especial dedicada a los derechos humanos. Algunos dijeron que se trataba de una broma de mal gusto. Incluso los sectores m¨¢s propensos a simpatizar con la Uni¨®n Sovi¨¦tica no pueden negar que en dicho pa¨ªs se violan, de forma institucionalizada, derechos absolutamente elementales: se encarcela por causas exclusivamente pol¨ªticas; se lleva a cabo una f¨¦rrea censura de prensa; se niega sistem¨¢ticamente el permiso para salir al extranjero, o incluso para desplazarse dentro del pa¨ªs; no hay libertad de asociaci¨®n ni de manifestaci¨®n, la justicia no es independiente y el derecho al sufragio se ejerce en condiciones de aut¨¦ntica burla. La muerte, el 4 de diciembre, en la c¨¢rcel de Chistopol, de Anatoli Marchenko, que -acusado de propaganda antisovi¨¦tica- ha pasado 20 a?os en la c¨¢rcel de los 48 que ha vivido, demuestra la gravedad de un problema que conmueve a la opini¨®n democr¨¢tica. Marchenko era, adem¨¢s, uno de los fundadores del comit¨¦ creado en 1976 para el respeto de los Acuerdos de Helsinski.Al conculcar los derechos humanos, la URSS no solamente contradice los ideales socialistas que proclama y atenta contra principios universales, sino que viola compromisos concretos firmados por ella, lo cual debilita su posici¨®n en la arena internacional. Gorbachov y sus colaboradores han tomado conciencia de que en el tema de los derechos humanos la URSS se halla, por eso, siempre a la defensiva, acosada por denuncias numerosas y fehacientes, y que ello perjudica considerablemente una imagen que tratan de mejorar con iniciativas en otros terrenos, como eldel desarme. Pese a los m¨ªnimos cambios o a la dulcificaci¨®n de la herencia estalinista que Gorbachov ha provocado, no estamos ante una evoluci¨®n en la concepci¨®n b¨¢sica del sistema sovi¨¦tico, de menosprecio radical a los derechos del individuo. Sigue vigente la idea de que los derechos o libertades individuales tienen que someterse siempre al "inter¨¦s del socialisrno", otra manera de designar la raz¨®n de Estado. Incluso si Gorbachov liberaliza zonas de la vida cultural, ampl¨ªa los m¨¢rgenes de la cr¨ªtica permitida y flexibiliza el funcionamiento del sistema econ¨®mico y estatal, no cabe pensar que se altere, al menos por ahora, esa concepci¨®n fundamental, decisiva para asegurar el monopolio del poder del partido comunista.
El problema que hoy est¨¢ planteado es si, en el marco de esa concepci¨®n dictatorial del Estado, cabr¨ªan cambios que permitieran una mejora objetiva del respeto a los derechos humanos, y de la que se ver¨ªan beneficiados muchos ciudadanos sovi¨¦ticos sometidos a las c¨¢rceles, la represi¨®n y el silencio. La respuesta deber¨ªa ser positiva, existiendo hoy en el Kremlin una comprensi¨®n diferente de la realidad internacional. Sin embargo, los pasos que hasta ahora se han dado han sido ¨ªnfimos: algunos permisos para salir al extranjero, como a Yuri Orlov, Anatoli Charanski, Irina Ratuchinskaia; reformas legales que pueden aligerar los tr¨¢mites de emigraci¨®n, pero que no han dado respuesta a las demandas de aquellos de entre la poblaci¨®n jud¨ªa que desean marchar a Israel. Nada realmente nuevo. Siguen sin soluci¨®n casos como el del premio Nobel Anatoli Sajarov y otros muchos, que no constituyen fen¨®meno aislado, sino s¨ªmbolo de una realidad mucho m¨¢s general.
En estas condiciones, ?puede la URS S adoptar una actitud ofensiva en este problema, tal como indica su propuesta de una conferencia en Mosc¨²? Del discurso de Shevardnadze en Viena se deduce que su prop¨®sito es llevar el debate sobre todo hacia derechos sociales: el derecho al trabajo, a la vivienda, etc¨¦tera, que sufren un deterioro grave en EEUU y en las sociedades occidentales en general. En la etapa de auge del Estado de bienestar, la URSS ten¨ªa escasas posibilidades de utilizar este argumento; hoy las tiene mayores, dada la crisis econ¨®mica. Aun as¨ª, es dudoso que de un debate de ese g¨¦nero salieran triunfantes los sovi¨¦ticos si se permitiera -en l¨ªcito reconocimiento de los derechos humanos- acceso libre y directo a los informadores, que pudieran ofrecer datos y cifras reales sobre las condiciones reales de vida en los pa¨ªses del ¨¢rea, y si las fuentes que dieran esa informaci¨®n no fueran sistem¨¢ticamente reprimidas.
Con su iniciativa, la UR SS trata de lograr ecos sobre todo en el Tercer Mundo, y sin duda en este terreno puede conseguir objetivos pol¨ªticos nada balad¨ªes. Pero Mosc¨² cometer¨ªa un error garrafal si cree que con ello puede eludir la exigencia de la opini¨®n p¨²blica internacional de que respete en la pr¨¢ctica unos derechos humanos elementales que dependen directamente de la construcci¨®n del Estado, de la voluntad pol¨ªtica de los Gobiernos, y del reconocimiento de los derechos civiles a los ciudadanos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.