La algarada china
LAS ACTUALES manifestaciones en China en demanda de derechos democr¨¢ticos pueden inscribirse, si contin¨²an, entre los jalones determinantes de la historia de la China moderna. ?sta se ha construido mediante etapas definidas -el gran salto adelante, las cienflores, la revoluci¨®n cultural, la desmaoizaci¨®n...-, y cabe preguntarse si nos hallamos ante una nueva de esas etapas en cuyo manejo tanta experiencia han adquirido los dirigentes de Pek¨ªn.Las demostraciones callejeras comenzaron el mes pasado en la provincia de Honan -la patria local de Mao-, se extendieron a otras localidades de la China central y del sur, para llegar el pasado fin de semana a la gran ciudad portuaria de Shanghai. La trayectoria une a las dos grandes ¨¢reas fundamentales de lo que ha sido el surgimiento de la China moderna. Por una parte, la China central y meridional, donde el movimiento comunista y el Kuomintang de Jiang Jieshi (Chiang Kai-chek) tuvieron sus grandes focos de desarrollo, y, por la otra, la China de la fachada mar¨ªtima, por la que ha penetrado la influencia occidental y donde la maoizaci¨®n ha sido tradicionalmente m¨¢s superficial. Shanghai, junto con Cant¨®n ha sido siempre la cabeza de puente de una China distinta de la gran masa interior al oeste, y donde la disidencia ha encontrado sus m¨¢s visibles partidarios.
Los precedentes de algo parecido en la historia reciente del pa¨ªs merecen ser estudiados. Con ocasi¨®n del movimiento de las cienflores, en 1957 Mao exhort¨® a los intelectuales a sentirse libres para la cr¨ªtica, y a las pocas semanas lanz¨® una feroz represi¨®n para contener lo que era un hervor gigantesco que amenazaba con desequilibrar el sistema. Deliberadamente Seg¨²n unos, por azar seg¨²n otros, el l¨ªder chino consigui¨® que salieran a la luz los cr¨ªticos en el partido para proceder a su purga en un momento en que su poder no estaba totalmente consolidado. En la actualidad se da tambi¨¦n por supuesto que hay un grado de premeditaci¨®n en el poder, quiz¨¢ no tanto en alentar como en consentir la expresi¨®n del movimiento cr¨ªtico. Sin embargo, una vez que la explosi¨®n popular ha llegado a Shanghai y a las manifestaciones de estudiantes se han sumado los obreros, las autoridades han decidido la prohibici¨®n de todo tipo de algaradas.
Los motivos de Deng, si hay tal control de la agitaci¨®n popular, ser¨ªan en todo similares a los de Mao. El l¨ªder puede canalizar el descontento para actuar contra los escalones medios del partido, que pueden ser acusados, seg¨²n las necesidades, tanto de represores como de consentidores. En ocasiones, como en Hefei -al sur-, las autoridades reaccionaron accediendo a algunas de las demandas de los estudiantes que se manifestaron, como mayor representaci¨®n en la Administraci¨®n local y reducci¨®n del coste de matr¨ªcula -pretensiones asimilables a las de sus compa?eros de Par¨ªs, Madrid, Bruselas o Roma-, y s¨®lo cuando la agitaci¨®n ha llegado a Shanghai la actitud del poder se ha endurecido.
No cabe duda, por lo dem¨¢s, que estas demostraciones, si no existe un verdadero control oficial sobre las mismas, pueden volverse contra Deng Xiaoping. Durante los ¨²ltimos a?os el anciano dirigente chino ha llevado a cabo una remoci¨®n intensa de cuadros en el partido comunista atendiendo a un gran planteamiento: rejuvenecimiento y pragmatismo econ¨®mico. China no va, por ello camino de convertirse en un Estado capitalista, pero s¨ª de establecer una cierta econom¨ªa controlada de mercado en la que coexistan la empresa privada y la estatal -algo parecido a la situaci¨®n en Hungr¨ªa-. Esa labor ha sido realizada ya en una gran medida, pero en el seno del partido subsiste un enorme recelo ante la nueva situaci¨®n, de la que participan tanto los cuadros de la parte de abajo de la pir¨¢mide y algunos de los que se encuentran todav¨ªa en la c¨²spide. La suspicacia de unos y otros procede tanto de los que no se han beneficiado de la reforma por la promoci¨®n de sus rivales como de los ¨²ltimos representantes del mao¨ªsmo m¨¢s puro. Una agitaci¨®n obrera y campesina parece casi la ¨²ltima oportunidad para que esa coalici¨®n de puristas y agraviados recobre el terreno perdido.
Las pr¨®ximas semanas habr¨¢n de decir si la protesta democr¨¢tica responde a una demanda posible de libertad o es s¨®lo el escenario de la ¨²ltima gran batalla por el poder.
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