Opini¨®n de Benedetti
Mario Benedetti, como cualquier otra persona, tiene derecho a equivocarse cuanto quiera cuando opina p¨²blicamente. Pero yo tengo tambi¨¦n el derecho de se?alar sus equivocaciones, sus errores y rechazar sus juicios cuando se trata de la conducci¨®n pol¨ªtica de Uruguay y de sus problemas. Es claro que ello no es por un simple ejercicio dial¨¦ctico, sino por la conveniencia de ofrecerle a los lectores una versi¨®n objetiva de los relacionados con el comentario publicado en EL PA?S del domingo 21, firmado por ¨¦l. Afirma en su art¨ªculo que el presidente quiere recuperar para su partido el Ej¨¦rcito, que fue masivamente colorado.En el Ej¨¦rcito del Uruguay de antes de la dictadura hubo colorados, blancos y frenteamplistas, como el general Seregni, presidente de la coalici¨®n. Pero no se puede admitir que se afirme que el presidente quiere recuperar para su partido al Ej¨¦rcito; es decir, convertirlo en un instrumento pol¨ªtico, cuando de lo que se trata es de poner a esa instituci¨®n al servicio de la Constituci¨®n. Es, la de Benedetti, una afirmaci¨®n temeraria y sin fundamento alguno.
Cuando se procur¨® una salida institucional, el Partido Colorado, la Uni¨®n C¨ªvica y el Frente Amplio formalizaron un acuerdo con las fuerzas armadas por el que se establecieron los procedimientos para ingresar en la transici¨®n y procurar as¨ª el retomo a la vida constitucional y democr¨¢tica. El ¨²nico sector que rechaz¨® entonces los caminos abiertos por el Pacto del Club Naval fue el Partido Nacional. Pero los dem¨¢s, incluyendo, como queda dicho, el Frente Amplio y su presidente, el general Seregni, aceptaron aquel camino de transici¨®n, sin ocurr¨ªrsele entonces a nadie reclamar condenas ni sanciones a una de las partes del acuerdo.
Luego de votarse la amnist¨ªa para los presos pol¨ªticos en marzo de 1985, el presidente Sanguinetti ha pedido, con toda claridad, con toda lealtad, sin ninguna hipocres¨ªa y sin ning¨²n temor, como se dice ahora, la amnist¨ªa para la otra parte de aquella guerra que todos queremos y debemos olvidar. ?Puede encontrarse en una actitud tan claramente sostenida el efecto de una presi¨®n de unas fuerzas armadas cuyo comandante en jefe es el propio presidente Sanguinetti?
Lo que ha llevado a Benedetti a estas y otras tantas expresiones carentes de todo fundamento ha sido el episodio pol¨ªtico que acaba de culminar con una ley que declara caduca la potestad punitiva del Estado teniendo en cuenta la circunstancia de la transici¨®n institucional que vive el pa¨ªs. Esa ley fue votada por amplias mayor¨ªas en el Senado y en la C¨¢mara de Diputados, con los votos del Partido Colorado y los de la mayor¨ªa del Partido Nacional.Es sabido que el presidente inici¨® la consideraci¨®n del tema cuando propuso una ley de amnist¨ªa, que fue rechazada, mientras el Partido Nacional present¨® otro proyecto que tambi¨¦n lo fue.
Uno y otro se?alaban un sentimiento y una voluntad muy claros: la necesidad de establecer un instante en el que el pa¨ªs deje de mirar hacia su pasado y lo haga completando la ley de amnist¨ªa por la cual se liber¨® a los civiles que hab¨ªan participado en las acciones subversivas. ?Es admisi
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ble que se quiera se?alar todo ese proceso, siempre expuesto con claridad, como el fruto de las presiones de los militares y como el deseo de no crearles a ¨¦stos incomodidades?
?Es que entonces 22 senadores y 60 diputados, que representan una s¨®lida mayor¨ªa nacional, no han tenido el menor valor c¨ªvico frente a las presiones de un supuesto desacato militar?
Quienes intervinieron en las conversaciones del Club Naval y aceptaron en aquel entonces los t¨¦rminos del acuerdo, entre los que est¨¢n el Frente Amplio y su presidente, general Seregni, sab¨ªan con toda claridad que en aquel acto que dio las posibilidades para que el pueblo votara, como lo hizo, en noviembre de 1984, habr¨ªa todo un proceso de transici¨®n, de lo que no existi¨® nunca ninguna duda.- Embajador de Uruguay.
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