Adi¨®s a todo eso
EL VIEJO gru?ido de los francos, kotta, ha tenido una larga aventura sonora, siglo a siglo, hasta llegar a ser el cotill¨®n que hoy relumbra y se agita en el filo del cambio de a?o: costado, cota para defenderlo en la guerra, cotilla como cota peque?a o jub¨®n para uso de mujeres, de donde cotilla como persona con habla insustancial; como prenda femenina, lucida en ciertas posturas elegantes, de donde cotill¨®n como danza con figuras, danza de sociedad; danza final, con ritmo de vals, que cierra las fiestas...Misterio, un poco idiota, pero apasionante, del lenguaje, que nos conduce, ya a s¨®lo un d¨ªa del a?o, el del gran cotill¨®n al que convocan hoy las grandes salas, y ahora referido a la bolsa con los grotescos trebejos del somero disfraz con que nos queremos re¨ªr del tiempo que se r¨ªe de nosotros: narizotas, gorritos, polvo de estrellas, confeti, serpentinas, matasuegras, trompetillas. Y as¨ª nos despedimos de nosotros mismos, creyendo que despedimos a Saturno, que sigue, tranquilo y feo, devorando a sus hijos; vamos danzando, sonando, disparando el incruento y f¨¢lico cava con su simb¨®lica espuma de vida hacia el futuro para fecundarlo. Como si hubiera un futuro, como si hubiese transcurrido un pasado.
Aqu¨ª, en los peri¨®dicos, el tiempo se bate y se liga, se mete en cangilones cada d¨ªa y cada a?o -por eso, tantos peri¨®dicos del mundo se llaman Tiempo, o sus derivados-, en nombres propios, en sucesos, en indicios. Una pasta homog¨¦nea de componentes heterog¨¦neos. De ello sacamos que, con este a?o que claudica, se disuelve la figura de Reagan como la de Fraga, y se apura la de Thatcher, y parece presentirse que un cierto conservadurismo no resiste al aire del cambio; y que ese cambio nos viene de una din¨¢mica de vida que se va haciendo de materias diversas: del galope demogr¨¢fico que nos asfixia, de la malla del crecimiento de la informaci¨®n que nos mantiene en la ansiedad de los conocimientos a medias, y de la inform¨¢tica que nos analiza hasta donde puede. Y de toda esta masa surge una danza con figuras, unas veces elegantes y otras grotescas, un vals para el final de la fiesta: un cotill¨®n. Hoy el cotill¨®n cotidiano se disfraza de una despedida que es al mismo tiempo la bienvenida a un a?o que se presenta como una posibilidad de olvido de los 12 meses que esta medianoche quedar¨¢n definitivamente atr¨¢s.
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