Un p¨²blico diverso despidi¨® el a?o en los caf¨¦s cantantes de Malasa?a
El barrio de Malasa?a, de Madrid, acogi¨® en su ¨²tero tel¨²rico, durante la noche de fin de a?o, a su habitual p¨²blico heterog¨¦neo. Los locales con actuaci¨®n en directo no rompieron su estructura. De este modo, Paquito Clavel, en el caf¨¦ Maravillas, luc¨ªa galas de noche antigua vestido de vaquero; eso s¨ª, adornado con cadenas multicolores de cisterna de retrete. De esta guisa neocateta con acentos kitchs, sus tonadillas y boleros eran a¨²n m¨¢s jaleados de lo normal, dados los vapores et¨ªlicos del local, que, por ser la noche que era, no prescindi¨® del cotill¨®n.Esto ocurr¨ªa en la calle de San Vicente Ferrer, donde la multiplicidad de locales provoc¨® que esa peque?a y angosta r¨²a ofreciera escenas de ca?ada humana, en la que no faltaba alg¨²n que otro quinta columnista montando bronca. El mismo espect¨¢culo se reproduc¨ªa en el interior de esa veintena de locales de la popular calle malasa?era y, de forma especial, en lo que se conoce como la nueva reina de Malasa?a, el bar El¨ªgeme.
Grupos y oleadas de ¨¢vidos milenaristas entraban, entrechocaban, se agolpaban, bailaban, beb¨ªan, gritaban y sal¨ªan de El¨ªgeme. Nunca como esa noche, su principal caracter¨ªstica, la de la heterogeneidad de su clientela, adquiri¨® su punto m¨¢s ¨¢lgido. Para ilustrar la noche, un pirata, un romano tocando el viol¨ªn y seres atlantes, todos ellos bajo el nombre de Benjam¨ªn el F¨®sforo y Los Incombustibles, hicieron sonar salsa, sevillanas de erotismo popular, jotas, y m¨²sicas varias de lo m¨¢s moderno.
El que no bailaba es porque no pod¨ªa. Famosos del espect¨¢culo y de la pol¨ªtica (no hab¨ªa forma de distinguir entre los dos campos), caretas, coco-chaneles, arquitectos yuppies, luchadores de causas perdidas, embarazadas varias, actrices en paro, poetas posmalditos y todo un sinfin de seductores jaleaban la noche.
El problema -de verdad que fue un problema- se produjo al darse cita todo ese Madrid oscurantista y noct¨¢mbulo en la calle cerca del amanecer. Todos entend¨ªan que hab¨ªa que hacer otra cosa: dormirla o continuarla. Los que optaron por la segunda posibilidad llenaron la Puerta del Sol, plaza Mayor y aleda?os hasta bien entrada la ma?ana. Esas horas desde el amanecer hasta que los ni?os y las familias sal¨ªan con normalidad a la calle fueron los momentos en que las rutas del alba ofrecieron e espect¨¢culo m¨¢s bello de la posnoche.
Una trashumancia de almas ofrec¨ªa en compacto concierto todo el abanico de posibilidades. Eran se?as de identidad con claro cu?o et¨ªlico del que no pudieron escapar los habituales de la noche madrile?a.
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