Di Crescenzo y la filosof¨ªa

?Por qu¨¦ abundar¨¢n tanto los fastidiosos voluntarios empe?ados en ense?arnos lo que ya sabemos mientras es tan dif¨ªcil hallar buenos maestros de quienes aprender lo que ignoramos? C. A. Caranci nos informa a Francesc Arroyo y a m¨ª de que Luciano di Crescenzo no es fil¨®sofo ni historiador de la filosof¨ªa, cosa que ambos aprendimos sin mayor dificultad en la solapa de su Historia de la filosof¨ªa presocr¨¢tica. Luego nos reconviene por torn¨¢rnoslo en serio como fil¨®sofo, lo que ninguno de los dos hemos hecho ni por asomo. Y asegura que los ¨²nicos fines de Di Crescenzo son de guasa, "hacer re¨ªr", como en el caso de Forges o Mingote. A este respecto, dos observaciones: primero, que precisamente lo que reprochamos al costumbrista napolitano es la chocarrer¨ªa de su m¨¦todo humor¨ªstico y la pesada complicidad de sus bromas con unos conocimientos eruditos que desvirt¨²a sin aligerar; segundo, que Di Crescenzo no s¨®lo pretende hacer re¨ªr sino tambi¨¦n intentar revelar con su s¨¢tira una verdad "desenga?ada y muy humana" que los atrabiliarios e inhumanos especialistas escamotean, al modo de lo que se dice logr¨® Montanelli en sus historias de Grecia y Roma. En una palabra, pretende dar una lecci¨®n humor¨ªstica de filosof¨ªa a: costa de los fil¨®sofos: nadie le ha reprochado intentarlo -ni mucho menos le ha confundido con un fil¨®sofo de bajo rango- sino que nos hemos limitado a constatar que lo hace rematadamente mal y de la manera m¨¢s insustancialmente Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior tramposa. Antes de repartir sopapos epistolares por supuestas meteduras de pata, Caranci deber¨ªa fijarse cuidadosamente en d¨®nde pisa con las suyas.-