El Mahler objetivo de Abbado
Comenz¨® el domingo, en el teatro Real, el ciclo orquestal de Iberm¨²sica. En el escenario una primer¨ªsima formaci¨®n, la London Symphony, y a su frente uno de los grandes: Claudio Abbado. Una sola obra en programa: la Novena sinfon¨ªa de Gustav Mahler, largo y vario universo sonoro para llegar al adagio, tensa cima de pat¨¦tico lirismo.Sin embargo, muchos comentaristas han llamado la atenci¨®n sobre el aparentemente disperso movimiento inicial, sin duda uno de los trozos mahlerianos que con mayores luces anticipan un futuro que iba a ser inmediato. Recordemos el entusiasmo de Sch?nberg por la obra, la predilecci¨®n que le dedicaba Adorno o el acertado an¨¢lisis de Zillig cuando escribe: "Los 450 compases del primer tiempo parten, de arriba abajo, de una sola melod¨ªa, y la totalidad de la pieza est¨¢ elaborada mel¨®dicamente". S¨®lo que ese material es, en origen y en sus transformaciones, brev¨ªsimo y est¨¢ cercano -tambi¨¦n lo indica Zillig- a un casi parlato, como si de una canci¨®n de la Tierra sin palabras se tratara.
Grandes orquestas del mundo
Sinf¨®nica de Londres. Director: Claudio Abbado. Obras de Mahler. Teatro Real. Madrid, 11 de enero.
Claudio Abbado, por fortuna, no hace filosof¨ªa con Mahler, sino m¨²sica, y parece seguir la idea de Sch?nberg: "Esta sinfon¨ªa no responde a ninguna clave personal. Esta hecha m¨¢s bien de una objetiva y purificada belleza". Que los tiempos centrales "miren al pasado" para escoger los queridos aires de L?ndler o la visi¨®n burlesca del rond¨® no quita, sino que aumenta el valor de los movimientos extremos: plenamente original en su estructura y en sus conceptos instrumentales el movimiento inicial; ejemplo del tempo psicol¨®gico peculiar en Mahler el adagio final, uno y otro precisan de la batuta m¨¢s perfecci¨®n que a?adido personal. Esto consigue Abbado a trav¨¦s de una realizaci¨®n perfecta, elevada, dolorida, pero sin ese toque de lagrimeo tan corriente en los muchos masacradores de Mahler desde el podio y desde el ensayo literario. La vecindad de este adagio con algunos lentos de Bruckner dice mucho en favor de la postura y del car¨¢cter de Mahler, que una vez m¨¢s despert¨® el entusiasmo del auditorio. Bien justificado por la obra, la orquesta y el director Abbado, siempre riguroso y anal¨ªt¨ªco, jam¨¢s demagogo ni complaciente. Algo as¨ª como un heredero, a partes iguales, de Walter y de Toscanini.
Bruno Walter, a quien le hab¨ªan sido confiados los trabajos originales despu¨¦s de la muerte de Mahler, estrena la Novena en Viena, en junio de 1912. En octubre del mismo a?o suena en M¨²nich, Ariadna auf Naxos, de Strauss, y en Berl¨ªn, Pierrot luna?re, de Sch?nberg. Debussy ha ultimado Jeux. El a?o siguiente estalla en Par¨ªs La consagraci¨®n de la primavera, de Stravinski.
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