Douglas Sirk, maestro del cine melodram¨¢tico, muri¨® en Suiza a los 86 a?os
Douglas Sirk, uno de los grandes cineastas de los a?os de plenitud de Hollywood, muri¨® el pasado mi¨¦rcoles en un hospital de Lugano (Suiza), a los 86 a?os de edad, despu¨¦s de tres meses de internamiento por causas que no han sido reveladas. Considerado como el maestro del melodrama, Sirk, cuyo verdadero nombre era Hans Detlef Sierck, naci¨®, de padres daneses, el 26 de abril de 1900, en la ciudad alemana de Hamburgo. En 1937 se exili¨® de la Alemania nazi y, despu¨¦s de 16 a?os en los que realiz¨® algunas de las m¨¢s sutiles pel¨ªculas del cine norteamericano, volvi¨® en 1959 a Alemania. En los primeros a?os setenta se instal¨® en la ciudad suiza donde le sorprendi¨® la muerte.
La prehistoria del cineasta fue larga. Esmeradamente educado en Dinamarca; dotado, gracias al refinado ambiente familiar en que creci¨®, de una distinci¨®n innata que m¨¢s tarde se reflej¨® en la sobria elegancia de sus grandes pel¨ªculas, Sirk, despu¨¦s de llevar a cabo brillantes estudios de Derecho, Arte y Filosof¨ªa en las universidades de M¨²nich y Hamburgo, se introdujo en el mundo del espect¨¢culo en su ciudad natal.Desde sus primeros pasos como actor en Hamburgo, en el a?o 1921, hasta sus trabajos de direcci¨®n esc¨¦nica en compa?¨ªas teatrales de Bremen, de Leipzig y, finalmente, de Berl¨ªn, entre 1930 y 1934, Douglas Sirk recorri¨® todas las escalas del oficio del teatro, lo que le proporcion¨® una vasta experiencia en el juego de dramatizaci¨®n de los espacios y en la direcci¨®n de actores, que son dos de las fuentes de la solidez y precisi¨®n formales que ofrecen sus obras cinematogr¨¢ficas de madurez.
En 1934, Sirk comenz¨® a interesarse por el cine e inici¨® a su manera, siempre concienzuda e inclinada al perfeccionismo, un intenso aprendizaje del lenguaje cinematogr¨¢fico. Despu¨¦s de realizar algunos cortometrajes para la productora alemana UFA, fundada por Erich Pommer y v¨¦rtebra de la gran historia del cine germano, Sirk dirigi¨® en 1935 tres largometrajes, el primero de los cuales, Abril, abril, extendi¨® velozmente el nombre de Detlef Sierck. En 1936 realiz¨® Concierto en la corte, y en 1937, La habanera, con la actriz Zarah Leander. Para entonces Sirk era ya considerado un director de primera fila y su carrera en Alemania -al amparo del ministro de Instrucci¨®n P¨²blica y Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, que intuy¨® la importancia del cine como instrumento ideol¨®gico- estaba garantizada.
El exilio
Pero, como tantos otros cineastas alemanes, Sirk huy¨® de la presi¨®n nazi en busca de horizontes libres para su trabajo. Se instal¨® en Roma, pero la Italia de Mussolini no le ofreci¨® m¨¢s alicientes que la Alemania de Hitler, y se traslad¨® a Par¨ªs, donde trabaj¨® en algunos trabajos de supervisi¨®n de pel¨ªculas, y m¨¢s tarde a Holanda, donde realiz¨® Boefje en 1939, a?o en que estall¨® la II Guerra Mundial y en que el cineasta embarc¨® hacia Estados Unidos.
Su primera pel¨ªcula en Hollywood, Hitler's Madman, procede de 1942. Entre esta obra e Imitaci¨®n a la vida, ¨²ltima de sus pel¨ªculas en Hollywood, realizada en 1958, Sirk despleg¨®, casi enteramente en los estudios de la Universal, una filmograf¨ªa que abarca 29 t¨ªtulos, algunos de los cuales contienen raras joyas, al mismo tiempo exquisitas y de gran alcance en aceptaci¨®n popular, de la historia del cine.
Entre sus famosas pel¨ªculas -en las que la habilidad en la direcci¨®n de actores de Douglas Sirk lanz¨® o consolid¨® la celebridad de estrellas c¨®mo Rock Hudson, Jane Wyman, Robert Stack, Barbara Rush, John Gavin y Derothy Malone, entre otros- se encuentran t¨ªtulos que hoy son parte de la mejor historia del cine norteamericano, como Pacto tenebroso, realizada en 1947; Tempestad en la cumbre, en 1950; Su gran deseo y Obsesi¨®n, en 1953; Orgullo de raza, en 1954; S¨®lo el cielo lo sabe, en 1955; Interludio de amor y Escrito sobre el viento, en 1956; Tiempo de amar, tiempo de morir, en 1957, y finalmente, Imitaci¨®n a la vida; en 1958.
En 1959 abandon¨® Hollywood, decidi¨® retirarse del cine y volvi¨® a Europa. Su salud quebradiza le hizo vivir entre Alemania y Suiza, donde fij¨® su residencia hasta su, muerte, sin otros par¨¦ntesis que la realizaci¨®n de cortos y cursos de docencia cinematogr¨¢fica en M¨²nich.
El color del sentimiento
La obra de este germano-dan¨¦s en el Hollywood de los a?os 40 y 50 abarca una treintena de filmes realizados en poco m¨¢s de tres lustros, es decir a un promedio de casi dos largometrajes anuales: un ejercicio febril e ininterrumpido que comenz¨® en el balbuceo y desemboc¨® en la perfecci¨®n.Sirk, a su llegada a los Estados Unidos, entr¨® en las n¨®minas doradas de la gran f¨¢brica de sue?os por el mismo angosto agujero que las miserias de su ¨¦poca destinaban a los cineastas centroeuropeos que llegaban a California para resguardar su talento de la intemperie nazi: el filme de propaganda ideol¨®gica y de guerra, el testimonio impagable de los fugados del infierno hitleriano.
Pero Sirk, hombre de acusad¨ªsima identidad y dotado de una en¨¦rgica elegancia innata, no se dej¨® atrapar por esta, entonces perfectamente l¨ªcita, instrumentalizaci¨®n de su equipaje de exiliado del fascismo. El arist¨®crata que siempre llev¨® dentro se adapt¨® paso a paso a los m¨¦todos igualitarios de producci¨®n californianos y entr¨® sin temor en su gran santuario comercial, que era el de las pel¨ªculas de g¨¦nero.
Para un hombre que, como ¨¦l, proced¨ªa de la exaltaci¨®n de la distinci¨®n, no fue probablemente f¨¢cil este ajuste. Pero el resultado de la superaci¨®n de esta dificultad es hoy un puro patrimonio de la letra grande con que se escribe la historia del cine, atestada de cap¨ªtulos en letra peque?a.
A la manera de John Ford, cineasta complej¨ªsimo que todo lo hac¨ªa sencillo cuando se encerraba en los ritos del western, el estilo de Sirk busc¨® su l¨ªnea de plenitud en las f¨®rmulas estereotipadas del. llor¨®n g¨¦nero melodram¨¢tico, sin vulnerar sus estrechos c¨®digos comerciales, pero orientando a estos hacia una manera hasta ¨¦l in¨¦dita de exprimir la sobada esponja de las l¨¢grimas. Resultado: un melodrama de Sirk es a primera vista como cualquiera otro de su ¨¦poca, pero a segunda vista resulta ser absolutamente distinto, Esa fue la argucia de su voluntad de estilo: hacer penetrar la distinci¨®n en un saco lleno de homogeneidad.
Realiz¨® filmes en blanco y negro, algunos excelentes, pero en el cine de Sirk el encuentro con el color es un punto sin retorno hacia la busca de la perfecci¨®n, que llegar¨ªa en obras c¨®mo Escrito sobre el viento o Imitaci¨®n a la vida, en las que el color sobrepasa el estadio elemental de la tentaci¨®n ilustrativa e inunda como una corriente sangu¨ªnea las entra?as r¨ªtmicas y dram¨¢ticas de sus hermosas composiciones sentimentales.
Tal es el milagro de este excepcional cineasta: el encuentro de que hay en el color una misteriosa capacidad para ser veh¨ªculo y soporte de la expresi¨®n del sentimiento y de que es posible convertirlo en- acorde de un pentagrama visual irrepetible. Y he ah¨ª tambi¨¦n el lugar por donde la aportaci¨®n de Sirk a la cartograf¨ªa del lenguaje cinematogr¨¢fico se hace humildemente un asunto de cumbre.
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