Reagan se plantea adelantar el despliegue de la SDI
Aumentan las presiones sobre Ronald Reagan para que decida un despliegue parcial y anticipado de algunos elementos de la Inicitiva de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), pero el presidente a¨²n no ha adoptado una decisi¨®n, anunci¨® ayer la Casa Blanca. El secretario de Estado, George Shultz, dijo que no cree que se decida este a?o, pero otras fuentes estiman que Reagan se inclina por acelerar el despliegue. La Administraci¨®n, abrumada por el esc¨¢ndalo Irangate, se enfrenta a opciones contradictorias: negociar finalmente un acuerdo de control de armamentos con la URSS o hacer lo posible por poner en marcha el sue?o de Reagan, la guerra de las galaxias, forzando a decisiones pol¨ªticas y econ¨®micas antes de que acabe su mandato, que comprometer¨ªan al siguiente presidente y crear¨ªan un impulso pol¨ªtico para iniciar, a partir de 1994, un despliegue de la SDI.
La Casa Blanca, por un lado, necesita y desea una cumbre con Mijail Gorbachov que disipar¨ªa la sensaci¨®n de impotencia en pol¨ªtica exterior y salvar¨ªa hist¨®ricamente la presidencia de Reagan con un acuerdo de reducci¨®n de armas nucleares. El precio a pagar ser¨ªa alg¨²n tipo de acuerdo para limitar la investigaci¨®n y las pruebas sobre la SDI. Por otro lado, sectores poderosos, encabezados por el Pent¨¢gono, est¨¢n a punto de convencer al presidente de que efect¨²e una fuga hacia adelante y abandone la fase actual de investigaci¨®n en el laboratorio de la guerra de las galaxias, que impedir¨ªa cualquier acuerdo con Mosc¨² en los dos a?os que le quedan a Reagan en la Casa Blanca y convencer¨ªan a Gorbachov de que debe esperar al pr¨®ximo presidente, probablemente un dem¨®crata.
Convocatoria presidencial
El martes, el presidente convoc¨® a los secretarios de Defensa y de Estado, Caspar Weinberger y George Shultz, respectivamente, y a sus principales asesores, el director designado de la CIA, Robert Gates; el consejero de Seguridad Nacional, Frank Carlucci; el ministro de Justicia, Edwin Meese, y los jefes militares del Pent¨¢gono para discutir las opciones sobre la SDI y la interpretaci¨®n del tratado sobre defensa antimisiles (ABM). Este acuerdo fue firmado con la URSS en 1972 y permite un ¨²nico sistema de defensa contra los misiles bal¨ªsticos de acuerdo con las tecnolog¨ªas existentes en aquella ¨¦poca.El presidente y la mayor¨ªa de la Administraci¨®n se inclinan por una interpretaci¨®n m¨¢s amplia, que permitir¨ªa probar las nuevas tecnolog¨ªas ex¨®ticas de rayos l¨¢ser, radar espaciales y otros sistemas necesarios para la guerra de las galaxias.
Shultz sugiri¨® tras la reuni¨®n que el presidente puede decidir pronto adoptar una interpretaci¨®n amplia del ABM. Explic¨® ante el Senado que quiz¨¢ haya que decidir ahora la prueba de algunos elementos en el espacio para que un futuro presidente pueda desplegar la SDI dentro de cinco, seis o m¨¢s a?os. El l¨ªder de la minor¨ªa republicana en el Senado, Robert Dole, afirm¨®, tras entrevistarse con Reagan, que cree que el presidente "apoya el despliegue anticipado y piensa que no es un obst¨¢culo para el control de armamentos".
Es viable
Weinberger, apoyado por el general James Abrahamson, director del programa SDI, y Richard Perle, uno de los funcionarios civiles m¨¢s importantes del Pent¨¢gono y la personalidad m¨¢s influyente de Washington en el debate de control de armamentos, afirman que se han logrado avances tecnol¨®gicos suficientes para considerar viable un despliegue anticipado, a mediados de los a?os noventa, de algunos elementos de la SDI. Se tratar¨ªa de abandonar la fase de laboratorio e iniciar pruebas con misiles interceptores estacionados en tierra y en plataformas espaciales, con radar y sensores espaciales. Para ello, Reagan deber¨ªa solicitar financiaci¨®n en su ¨²ltimo presupuesto, el del a?o fiscal 1989. Ya este a?o ha pedido un 50% m¨¢s de fondos para la guerra de las galaxias.Pero Shultz y el Departamento de Estado estiman que dar este paso e interpretar ampliamente el ABM, despu¨¦s de haber ofrecido en Reikiavik seguir cumpli¨¦ndolo en su forma actual durante 10 a?os, acabar¨¢ con cualqueir posibilidad de negociar un acuerdo con la URSS en el resto del periodo presidencial de Reagan. Estos sectores creen que el sistema no es a¨²n viable tecnol¨®gicamente, ser¨ªa desbordado por un ataque masivo, y sus resultados no compensan a¨²n el gigantesco coste econ¨®mico.
S¨®lo para un primer despliegue parcial se habla de 100.000 millones de d¨®lares. Provocar¨ªa tambi¨¦n una batalla con un Congreso dominado en sus dos c¨¢maras por los dem¨®cratas y que no est¨¢ dispuesto a financiar algo que muchos expertos consideran una fantas¨ªa de Disneylandia y que plantea serios problemas con los aliados.
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