Viaje a ninguna parte
A juzgar por lo visto en esta exposici¨®n de Luis Gordillo (Sevilla, 1934), en la que presenta 28 cuadros m¨¢s una selecci¨®n de dibujos y litograf¨ªas, parece que de nuevo est¨¢ dispuesto 'a volver por sus fueros. Aunque como todo el mundo sabe el fuero de este agonista significa mostrarse desaforado, romper sistem¨¢ticamente con toda posici¨®n estable. Con una concepci¨®n de la pintura como respuesta a su perplejidad existencial, este permanente enredo en el que al arte le toca hacer y deshacer lo que a su vez hace y deshace la vida, altern¨¢ndose ambos en un cuento de nunca acabar, es casi lo que se espera siempre de Luis Gordillo.Percat¨¢ndose no s¨®lo de la convulsi¨®n que supone esta obra ¨²ltima -todos los cuadros ahora exhibidos est¨¢n fechados en 1986 y 1987-, sino tambi¨¦n de las obligadas expectativas que se crean aguardando que aqu¨¦lla tenga lugar fatalmente en cuanto Gordillo se da alg¨²n respiro, Dan Cameron, autor del texto de presentaci¨®n del cat¨¢logo, nos advierte muy oportunamente del peligroso equ¨ªvoco que esta situaci¨®n genera. Porque el desaf¨ªo que nos plantea Gordillo consiste no tanto en que con cada nuevo giro retorne a su esencia inestable y rompedora, sino lo que eso supone de complicaci¨®n distanciadora de su lenguaje pict¨®rico, que as¨ª se nos hace m¨¢s inaccesible.
Con el paso del tiempo, el enredo se hace m¨¢s compacto y resbaladizo, m¨¢s exigente. La ¨²ltima gran exposici¨®n de Gordillo en la galer¨ªa Vijande, que tuvo lugar hace un par de a?os, parec¨ªa rozar el rizo de una estabilidad arduamente construida a lo largo de los a?os tras la ¨²ltima de sus fuertes crisis, la de comienzos de los setenta. No s¨®lo Gordillo lograba seguir produciendo de forma constante, pasara lo que pasara, sino que incluso se atrev¨ªa a pintar directamente, lo que en su caso no es m¨¢s que un eufemismo para indicar que coloreaba sin plantilla ni gui¨®n previos. Este descubrimiento del pintar como una acci¨®n sensual duplicaba entonces su efecto con la presencia reiterada de un desconcertante sentido esteticista cuya ins¨®lita rareza nos hac¨ªa dudar si acaso era consecuencia de nuestra aclimataci¨®n visual ante un universo figurativo cada vez m¨¢s consolidado o si, por el contrario, se trataba de una estudiada perversidad por parte de su autor. '
La serie de los denominados Duetos, donde aquellos rasgos tranquilizadores tomaban m¨¢s claramente cuerpo, se ha convertido, sin embargo, en el verdadero contrapunto del actual desmarcamiento. A la explosi¨®n crom¨¢tica de entonces se responde ahora con una absorci¨®n tan concentrada de la gama, cuya densidad hace pensar en un tratamiento del color como si fuera ilusoriamente dibujo. De esta manera, las composiciones dominantes son unas laber¨ªnticas tramas' arteriales cuyo negro perfil positiva el espacio blanco del fondo, produci¨¦ndose la impresi¨®n de que ¨¦ste, literalmente, es un dibujo del espacio emergente tras un revelado fotogr¨¢fico.
Sobre esta base, cuyas consecuencias e implicaciones no resultan muy dif¨ªcil imaginar, entre otras cosas porque nos retrotraen a algunas de sus m¨¢s antiguas y queridas obsesiones, Gordillo despliega todos sus recursos virtuos¨ªsticos de contorsionista incomparable. Puede valerse en unos casos de rupturas crom¨¢ticas contrapunt¨ªsticas, de interpenetraciones espaciales, de alteraciones perceptuales que convierten en un trompe l'oeil la relaci¨®n entre superficie y profundidad y entre figura y fondo, de cambios de ritmo dinamizadores, de collages, de gui?os figurativos... En un cuadro, Naranja llovida, llega hasta el uso sofisticado de una gestualidad alada que se desparrama como part¨ªculas en suspensi¨®n para crear la ilusi¨®n de una atm¨®sfera vaporosa. En fin, de nuevo el Gordillo que vuelve sobre s¨ª para mejor extraviarnos. Pero ?qui¨¦n puede sustraerse al encantamiento de seguirle el rastro?
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