Juventud
A diferencia de la vejez, que siempre est¨¢ de m¨¢s, lop caracter¨ªstico de la juventud es que nunca pasa de moda. Es la referencia natural de la ideolog¨ªa de cada ¨¦poca, el t¨°pico en el que desembocan los mitos, la ret¨®rica de la persuasi¨®n, el parloteo institucional de las promesas. La juventud es el suplemento vitam¨ªnico de la an¨¦mica ruina social. Por todo ello, la juventud es el ¨²nico sitio donde jam¨¢s se encuentra nada nuevo: precisa mente porque es el lugar en el que est¨¢ decretado que hay que seguirlo buscando. El culto oficial a los averiados emble.as de la inmediatez -la vida, la espontaneidad, el cuerpo- se corresponde con el bloqueo efectivo de las negociaciones emancipadoras. Invento fastidioso de la decrepitud la -incluida la decrepitud como proyecto-, la juventud es r¨¢pidamente acatada por aquellos mismos que, al asumirla como condecoraci¨®n o conquista, jam¨¢s podr¨¢n saca. aut¨¦ntico partido subversivo de ella. Toda juventud es necesariamente p¨®stuma..., al menos en sus efectos redentores.
Voluntariosamente, los j¨®venes suelen proclamarse en conjunto humillados y ofendidos por la descorazonadora brutalidad del mundo adulto. De aqu¨ª proviene su semiautom¨¢tica tendencia a ciertos tipos m¨¢s o menos ret¨®ricos de sublevaci¨®n, cuya estimulante utilidad social todos los mayores reconocen con sospechosa unanimidad. Pero de la verdadera explotaci¨®n de los j¨®venes no suele hablarse demasiado ni se reconoce en toda su consecuencia, casi nunca: consiste, a saber, en que los j¨®venes son siempre los cipayos de los viejos, destinados inexorablemente a luchar sus guerras o antiguerras, experimentar la trepidaci¨®n de los nuevos equ¨ªvocos sociales, servir de conejillos de Indias a las fobias de la ¨²ltima promoci¨®n, a los m¨¢s recientes delirios, aberraciones o dogmas del mercadco. Lo m¨¢s gracioso es que a las convulsiones exhibicionistas provocadas por tal explotaci¨®n es a lo que precisamente se llama rebeli¨®n juvenil en cada ¨¦poca...
Desde que el maquinismo comenz¨® a hacer superflua gran parte de la mano de obra juvenil, el mito m¨¢s acrisolado de la juventud ha consistido en la suspensi¨®n paradisiaca de la obligaci¨®n del trabajo. Esta suspensi¨®n conoce dos formatos: el tan¨¢tico de gasto absoluto (guerra o guerrilla) y el ext¨¢tico de puro consumo (droga, m¨²sica, sexo). La extensi¨®n masiva del paro obliga a los j¨®venes al asalto a cuerpo descubierto del reino o al destierro perpetuo, la violencia hacia fuera o hacia s¨ª mismos, el no esperar ya nada o el esperar la nada. En muchas ocasiones internar¨¢n mezclar confusamente ambas v¨ªas. Y siempre ser¨¢n temidos y celebrados.
Los estudiosos de la juventud -que forman estante aparte en cualquier biblioteca sociol¨®gica- y los propios j¨®venes en cuanto consienten en ser mit¨®grafos de s¨ª mismos se empe?an en disecar lo que hay de m¨¢gicamente nuevo en cada episodio del mito de la eterna juventud moderna. La pregunta m¨¢s prestigiosa es: "?Qu¨¦ pasa ahora que no; pasase antes?". De este modo, la verdadera cuesti¨®n -qu¨¦ es lo que no pasa, lo que permanece y se enquista, lo que se repite sin remedio- permanece cautamente escamoteada.
Pasemos a los ejemplos. Se ha acu?ado ya un prototipo del costumbrismo juvenil literario, una noveler¨ªa que alarma con fr¨ªgido morbo a los mayores describiendo con m¨¢s o menos detalle los vicios de la ¨²ltima factura que ya no les corresponde, pero a?adiendo un toque de nost¨¢lgica demanda que prueba al menos que no todo est¨¢ perdido. Leyendo la novela Menos que cero, del veintea?ero Bret Eanston Ellis -acabado exponente del "lo-que-ahora-ocurre-donde-las-cosas-ocurren"; es decir, la cr¨®nica de la alta sociedad de Los ?ngeles (tipo "el novio de mi padre se encontr¨® con el ¨²ltimo amante de mi padre y, tras comprarle coca¨ªna, se fueron juntos al jacuzzi")-, sent¨ª una oleada de retrospectivo reconocimiento. ?A qu¨¦ me pod¨ªa recordar ese mejunje? La respuesta es obvia: Menos que cero es un remake de Bonjour, tristesse, de Fran?oise Sagan, que guarda con su original la misma proporci¨®n que El jinete p¨¢lido, de Clint Eastwood, con Ra¨ªces profundas (las calidades artisticas, en cambio, son m¨¢s semejantes en el modelo literario que en el cinematogr¨¢fico). Y David Leavitt, en EI manifiesto de mi generaci¨®n, no omite: "Nacidos demasiado tarde demasiado pronto, en parte somos lo que hubo antes de nosotros y lo que sigui¨®". Es decir, lo nunca visto, conio siempre.
Los nombres de referencia var¨ªan, y tambi¨¦n cierta dial¨¦ctica doctrinal , pero quiza ?a sustanc¨ªa misma del problema se modifica a un ritmo m¨¢s lento que las etiquetas. La cuesti¨®n universitaria, por ejemplo, y su c¨ªclico ritornello. Del asunto mismo puede parecer demasiado c¨ªnico, pero acertado, repetir el dictamen de Nietzsche: 'La instrucci¨®n en los grandes Estados ser¨¢ siempre mediocre, todo lo m¨¢s, por la misma raz¨®n que en las grandes cocinas se guisa, todo lo rrias, medianamente. M¨¢s bien hay que hacer referencia a las contradicciones de un igualitarismo social que nadie se atreve a plantear radicalmente. La ense?anza universitaria promete aun un priv¨ªlegio jer¨¢rquico y, por ello es codiciada; pero la revuelta exige que el acceso al privilegio no requiera ning¨²n privillegio anterior ni m¨¦rito especial, lo que, naturalmente, anula el privilegio mismo que se Los que desde el poder prometieron y no cumplieron encuentran la horma alucinante de su zapato en quienes creen poder alcanzar un cumplimiento, que no exija ninguna promesa previa. Todo adobado por te¨®ricos de ocasi¨®n que descubren la mano oculta del marxismo internacional o profetizan la llegada de la nueva izquierda, v¨ªa rebajamiento de las tasas...
Entre tanto, dos efem¨¦rides particularmente significativas. Por un lado, la referencia period¨ªstica que rememora el papel que jugaron las hoy autoridades en la anterior rebeli¨®n universitaria, cuando a¨²n eran estudiantes. Prueba de la indudable utilidad de la lucha estudiantil, que aunque sea contra la selectividad es ya en si misma una forma de selectividad: primera ocasi¨®n para seleccionar los futuros ministros y directores generales. Nadie tiene derecho a protestar por este sistema de recambio, pero parece algo exagerado sentir un nudo de emoci¨®n en la garganta ante tan previsible proceso. Y despu¨¦s las explosiones de violencia desproporcionada en los enfrentamientos con la polic¨ªa por parte de quienes ya s¨®lo esperan alguna sacudida para no, seguir esperando. ?Se entiende ahora mejor la base juvenil de apoyo al terrorismo etarra en el Pa¨ªs Vasco, cuyo fundamento tiene una debil¨ªsima estructura pol¨ªtica y un inexpugnable componente glandular?
Espero quede bien claro que todo le, antedicho, pertenece al orden de lo puramente destructivo -?por una vez!- y que no se inspira en el menor atisbo de esperanza o reconvenci¨®n respecto a los j¨®venes, sino que constituye un directo rechazo del mito en su totalidad. ?En nombre de qu¨¦? Del puro e interesado amor sensual a los j¨®venes, semejante al que nos lleva a deplorar la extinci¨®n de los grandes cachalotes, los tigres de Bengala Y otras fieras est¨¦ticamente conmovedoras hasta cuando son da?inas.
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