El objetivo de la modernizaci¨®n
Durante los ¨²ltimos a?os de la vida de Franco exist¨ªa la convicci¨®n general de que el objetivo com¨²n de la sociedad espa?ola era la instauraci¨®n de la democracia. Realizado aquel deseo de los espa?oles, transcurrieron otros a?os con un nuevo objetivo colectivo, consistente en la consolidaci¨®n del r¨¦gimen democr¨¢tico. Si el cumplimiento de la primera empresa puede fijarse en dos hechos, las elecciones de 1977 y la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, el final del llamado per¨ªodo de transici¨®n puede situarse, aunque con m¨¢s incertidumbre, en el transcurso de la primera legislatura socialista o, con m¨¢s seguridad, en la adhesi¨®n a la Comunidad Europea (CE), al alinearnos en firme con las democracias de nuestro continente. Cabr¨ªa decir que mediante nuestra entrada en la CE culmina el proceso instituyente de la democracia en Espa?a.Los pueblos fijan sus metas en virtud de unas necesidades hist¨®ricas; es decir, de unas demandas de la historia que proceden de una trama de complejos factores sociol¨®gicos, pol¨ªticos, econ¨®micos y culturales. Por eso, del mismo modo que en su d¨ªa se anhelaba la democracia, ahora la necesidad -y el consiguiente objetivo- radica en la modernizaci¨®n. Al expresarlo es preciso rehuir el barroquismo y elitismo intelectual que pueden desplegarse en torno a los conceptos de modernidad y posmodernidad. Nos referimos concretamente a la finalidad de ponernos al d¨ªa en todo cuanto representa el progreso en los pa¨ªses m¨¢s adelantados del mundo occidental industrializado.
Pese a la importancia de la modernizaci¨®n y a la frecuencia con que las diversas organizaciones pol¨ªticas la proclaman como clave de sus programas, lo cierto es que sufrimos un grave retraso comparativo, evitamos reconocerlo y descartamos la autocr¨ªtica constructiva. Los partidos -desde el que est¨¢ en el poder hasta la oposici¨®n- carecen de ideas nuevas, no captan lo que est¨¢ sucediendo m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras y se aferran a los planteamientos que fueron ¨²tiles durante la transici¨®n, pero que hoy est¨¢n obsoletos, no sirviendo para satisfacer las exigencias de verdaderos cambios.
No hace muchos d¨ªas, uno de esos dibujos en que M¨¢ximo sintetiza personajes, venturas y desventuras de esta desconcertante Espa?a mostraba tres hombres meditabundos, representando una derecha a la que no se le ocurre nada, una izquierda a la espera de un concurso de ideas y un centro que aprovecha lo bueno de unos y otros. Como de costumbre, M¨¢ximo ten¨ªa raz¨®n. Atravesamos, en efecto, una crisis de imaginaci¨®n para poder conectar con un tiempo en que hay una gran creatividad alterando el horizonte de los humanos. As¨ª, nos estamos alejando cada vez m¨¢s de la modernidad si consideramos que, mientras persiste la carencia de creatividad e iniciativas, otros pa¨ªses est¨¢n avanzando con rapidez. Es una p¨¦rdida de competitividad hist¨®rica, m¨¢s grave a¨²n que la p¨¦rdida de competitividad comercial derivada de la diferencia entre nuestra inflaci¨®n y la que se logra por los principales Estados occidentales. No tiene nada de extra?o, pues, que se ahonde la indiferencia de la juventud hacia quienes la ofrecen paro y desconcierto.
Ahora bien, al igual que luchamos por, la democracia teniendo como modelos y puntos de referencia las democracias parlamentarias ya existentes, el modelo del camino de la modernizaci¨®n est¨¢ trazado en el exterior y nos sirve de gu¨ªa.
El denominado grupo de los cinco se ampli¨® a siete en la cumbre celebrada en Tokio el pasado a?o. Estos siete pa¨ªses -Estados Unidos, Jap¨®n, Rep¨²blica Federal de Alemania, Francia, Reino Unido, Canad¨¢ e Italia- son quienes controlan la pol¨ªtica econ¨®mica y tecnol¨®gica que se impone en el mundo. Sus decisiones en m¨²ltiples sectores influyen vitalmente en incontables pa¨ªses. Van muy por delante de todos, y en ellos se centra lo m¨¢s espectacular y eficaz: los ordenadores y el despliegue de la econom¨ªa de informaci¨®n, que va dejando atr¨¢s la econom¨ªa de las chimeneas"; los medios audiovisuales y las telecomunicaciones; las t¨¦cnicas que permiten la revoluci¨®n, verde para asegurar la alimentaci¨®n; la exploraci¨®n del espacio, compartida con la URSS; las tecnolog¨ªas de punta que van surgiendo a ritmo acelerado; la invenci¨®n constante de materiales y de procedimientos. Sus multinacionales controlan, la econom¨ªa, sus agencias monopolizan las noticias. Los otros pueblos les compran sus aviones y sus computadoras, sus productos industriales y sus patentes; importan sus gustos, sus modas, incluso los males que acompa?an a tanta prosperidad.
Ninguno de los siete tiene un Gobierno socialista / socialdem¨®crata, pero eso es incidental si se tiene en cuenta que los vientos de modernidad surgen de las sociedades y, en m¨ªnima medida, de las burocracias oficiales, aun cuando es obvio que las concepciones pol¨ªticas imperantes imprimen su huella y son un obst¨¢culo o un incentivo.
Pese a lo que se ha escrito recientemente en un art¨ªculo lleno, por lo dem¨¢s, de inteligentes apreciaciones, no hemos llegado tarde a la democracia. Nunca se llega tarde a la democracia, y tenemos que afirmarlo tanto para Espa?a como para lo que han hecho despu¨¦s los argentinos, uruguayos, brasile?os o filipinos; tambi¨¦n siempre habr¨¢ tiempo para la democratizaci¨®n de una ancha zona del Tercer Mundo y para el entendimiento interdependiente con, las rep¨²blicas populares comunistas. En paralelo a esta tesis, y olvidando lo caro que hemos pagado nuestra tardanza en incorporarnos a la primera revoluci¨®n industrial, estamos seguros de que no es tarde para tomar parte en la modernizaci¨®n que capitanea el grupo de los siete.
La participaci¨®n en la CE se encuentra en su primera fase. Su pleno desarrollo no es una cuesti¨®n formal ni se reduce a problemas fiscales o arancelarios, a medidas en el terreno comercial o agrario, a la coordinaci¨®n econ¨®mica con 11 Estados europeos. Como han se?alado expl¨ªcita o impl¨ªcitamente los comisarios y diplom¨¢ticos que tenemos en Bruselas, lo esencial es la transformaci¨®n nacional que se requiere para alcanzar la capacidad de competir y convivir con los otros pa¨ªses miembros.
Si esto sucede con respecto al ¨¢mbito continental europeo, tanto m¨¢s ha de ser subrayado lo que interesa acercarnos a las pautas de la modernizaci¨®n que tiene lugar en los siete pa¨ªses mencionados. Es un tema trascendental, complementario al de la sincronizaci¨®n con la CE. En ese bloque de naciones que dirige el curso de Occidente se contiene el germen d¨¦ una gran revoluci¨®n de la historia. La modernizaci¨®n que ha puesto en marcha se extiende: desde las nuevas tecnolog¨ªas hasta la nueva sociedad, desde la configuraci¨®n de la econom¨ªa mundial hasta las relaciones entre el Estado y los individuos, desde la ampliaci¨®n de las libertades y derechos humanos hasta el papel de la iniciativa privada. Una conmoci¨®n soterrada est¨¢ cambiando el mundo, viene de los siete y ense?a los senderos a seguir.
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