La bolsa
Tengo 44 a?os y he llegado hasta aqu¨ª sin entender una sola palabra de la bolsa. Confieso la ignominia, pero no fue tarea f¨¢cil. Desde peque?o intentaron explicarme el laberinto burs¨¢til toda clase de expertos, desde enlutadas t¨ªas con inmemoriales acciones hasta los bustos del telediario, pasando por profesores de Derecho que llegaron a ministros, comisarios pol¨ªticos clandestinos, aquella trinidad econ¨®mica de Triunfo titulada Arturo L¨®pez Mu?oz, incluso un pariente indiano que sobrevivi¨® al crac de 1929. Todo in¨²til. Copiaba en los ex¨¢menes de Mercantil, fing¨ªa estar al cabo de la calle cuando sal¨ªa el maldito asunto de la bolsa en la sesi¨®n autocr¨ªtica de la c¨¦lula materialista, pasaba apresuradamente la delatora p¨¢gina de las cotizaciones.Son de esas cosas que desde peque?o se te atraviesan y luego ya no hay nada que hacer, como la trigonometr¨ªa, el aoristo o el cine de Bergman. Es tal mi incultura burs¨¢til que prefiero perpetrar una conferencia en la Fundaci¨®n March sobre el galimat¨ªas de Beirut antes que emitir un juicio de supermercado acerca de los ¨²ltimos vaivenes de la bolsa espa?ola. Lo ¨²nico que s¨¦ de la bolsa es que sube y baja. Ahora bien, no profundicemos. La he visto euf¨®rica despu¨¦s de formidables atentados de ETA, sedicias militares o bancarrotas derechistas. Y al rev¨¦s, se nos pone menguante, muy fl¨¢ccida, cuando los banqueros r¨ªen en corrillo, los conservadores europeos ganan esca?os o la patronal se frota las manos. Las cosas que suben y bajan, excepto aquella escala de san Juan de la Cruz, siempre obedecen a normas cient¨ªficas, y las explicaciones de las altas o bajas de nuestra bolsa me suenan a literatura dada¨ªsta. El motivo que justifica la escalada de una sesi¨®n explica en otra jornada el eslalon gigante. Ser¨¢ el term¨®metro de la salud del pa¨ªs, pero desde mi burrez burs¨¢til desconf¨ªo de un instrumento tan re?ido con las leyes de la termodin¨¢mica. Adem¨¢s, no puedo tomarme en serio una bolsa como la espa?ola, que en toda su historia no ha producido ni un suicidio. Como mucho, soponcios.
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