Una bandera pirata
LA INTERRUPCI?N y el bloqueo del claustro de la universidad Aut¨®noma de Barcelona que se celebraba en los locales del Colegio de Abogados constituye un episodio m¨¢s del conflicto estudiantil. El claustro se celebraba fuera del recinto de Bellaterra, lo que evidenciaba ya hasta qu¨¦ punto era imposible la convivencia dentro del mismo; los manifestantes eran un grupo fuerte, pero minoritario, y la irrupci¨®n fue tumultuosa, presidida por una bandera pirata, a medias entre un estilo festivo e intempestivo y f¨²nebre -caras tapadas, insultos, quema de peri¨®dicos.El episodio muestra hasta qu¨¦ punto se ha corrompido la situaci¨®n en la universidad catalana. Los errores de los miembros del equipo rectoral -una coalici¨®n de catalanistas moderados y radicales, comunistas y otras izquierdas- hab¨ªan sido de bulto. D¨ªas atr¨¢s, cuando empez¨® el encierro estudiantil en Bellaterra, no supieron discernir si se hallaban ante un problema puntual o ante una puesta en cuesti¨®n de toda la situaci¨®n de la universidad, y optaron por intentar dejar pudrir el problema de la ocupaci¨®n para que el tiempo y el cansancio les resolvieran la papeleta. El equipo rectoral quiso ahorrarse la decisi¨®n de llamar a las fuerzas policiales o la de solventar el conflicto con su propia energ¨ªa. Este error de c¨¢lculo le oblig¨®, dos semanas despu¨¦s, a sumar al desgaste del tiempo perdido el de acabar requiriendo las medidas policiales y determinando el cierre indefinido de las facultades.
La actuaci¨®n autoritaria del equipo rectoral suced¨ªa a una primera fase extremadamente dialogante por su parte, hasta el punto de que un sector estudiantil pudo confundir la negociaci¨®n -con el rector Pascual asistiendo continuamente a asambleas, pese a la situaci¨®n de secuestro en que se encontraba el edificio- con simple deb¨ªlidad. En la senda de los desprop¨®sitos, se fue llevando el problema hacia el choque con la polic¨ªa, cuando con un poco m¨¢s de firmeza en los momentos claves iniciales quiz¨¢ podr¨ªa haberse evitado el marasmo posterior.
Los errores de la generaci¨®n dirigente -y hay que hablar obligatoriamente de generaci¨®n, compuesta por profesores de indudable historial democr¨¢tico que hace 15 a?os se manifestaban en las calles contra la dictadura, aunque con banderas rojas en lugar de negras- quedan as¨ª establecidos. Pero en ning¨²n caso pueden servir para tapar las incongruencias que encierran determinadas actitudes estudiantiles.
El sector de estudiantes que ocup¨® Bellaterra y abort¨® la reuni¨®n del claustro comparte con otros del movimiento contestatario una serie de reivindicaciones razonables, pero las un¨ªa a otras del todo discutibles. Si al principio ped¨ªa -y fue atendido- cosas como el aumento del n¨²mero de autobuses para acceder al campus o la gratuidad de los certificados de estudios para las pr¨®rrogas militares, en el momento del desalojo lo que esgrim¨ªa era una exigencia de suprimir los ex¨¢menes o de acabar absolutamente con los l¨ªmites de convocatorias para aprobar las asignaturas.
Paralelamente, se iban relevando sus representantes, de modo que al final ya casi no se sab¨ªa qui¨¦n negociaba, y el rector se sentaba a una mesa de conversaciones en la que el otro lado carec¨ªa de capacidad de comprometer en ning¨²n sentido a la masa estudiantil. Una negociaci¨®n s¨®lo es posible y eficaz -como se ha demostrado en la del ministerio y los organismos representativos de los escolares- cuando se concretan posiciones y se huye del caos.
El bloqueo del claustro supuso un paso m¨¢s en la l¨ªnea iniciada con la ocupaci¨®n del rectorado: el intento de negar la legitimidad democr¨¢tica de la situaci¨®n universitaria, recientemente instrumentada con todas las garant¨ªas. Y, por extensi¨®n, el intento de negar la legitimidad democr¨¢tica per se.
Esta b¨²squeda de un punto de no retorno parece bien representada en la calavera de la bandera de los ocupantes. Puede ser la del cad¨¢ver que ser¨¢ la Universidad si los equipos rectores y los estudiantes no reasumen sus propias responsabilidades.
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