Subdesarrollo, progreso y pol¨ªtica econ¨®mica
En mi art¨ªculo publicado en EL PA?S el 31 de diciembre pasado sobre si las naciones ricas explotan o no a las pobres defend¨ª una tesis que est¨¢ ampliamente aceptada entre los economistas y que dice que la pol¨ªtica econ¨®mica llevada a cabo por los Gobiernos de los pa¨ªses en desarrollo es crucial para determinar el ritmo al que crecen sus econom¨ªas, por imperfecto que sea el orden econ¨®mico internacional (que lo es). En su r¨¦plica (EL PA?S, 5 de febrero de 1987), los profesores Albuquerque y Ferraro, de Sevilla, arremeten contra esta proposici¨®n desde posturas radicadas en las conocidas teor¨ªas del imperialismo y de la dependencia. Achacan el estado de subdesarrollo en el Tercer Mundo en gran medida a la persistencia de condiciones semicoloniales, a la actuaci¨®n de las empresas multinacionales y a un entorno econ¨®mico mundial adverso. En apoyo de su razonamiento nos recuerdan la crisis econ¨®mica que ha azotado a diversos pa¨ªses latinoamericanos recientemente, pero extra?amente tambi¨¦n se encolerizan en el momento de formular sus contraargumentos, como si dudaran de la fuerza persuasiva de lo que dicen.El an¨¢lisis econ¨®mico no tiene por qu¨¦ limitarse a constatar que hay subdesarrollo. Puede analizar, y as¨ª se viene haciendo desde Adam Smith, el c¨®mo se crea riqueza en los pueblos. Subdesarrollo en el mundo, lo ha habido desde comienzos de la humanidad, tambi¨¦n en los pa¨ªses hoy industrializados, con estremecedoras manifestaciones de miseria, hambre y epidemias mort¨ªferas. Riqueza es, en comparaci¨®n, un logro m¨¢s novedoso, y no se produce hasta despu¨¦s de comenzar la primera revoluci¨®n industrial hace dos siglos. Est¨¢, desde luego, m¨¢s concentrada en determinadas sociedades (las occidentales, fundamentalmente), pero es algo que los pa¨ªses del Tercer Mundo quieren lograr, por lo que ellos mismos se autodefinen como "en desarrollo". ?Qu¨¦ duda cabe que muchos de ellos no han avanzado a¨²n demasiado, pero por qu¨¦ negarse a reconocer que otros s¨ª han conseguido despegar sus econom¨ªas durante los ¨²ltimos decenios y que podr¨ªa ser ¨²til para los dem¨¢s aprender de estas experiencias?
Casi todos los pa¨ªses en desarrollo de hoy tienen un pasado colonial. Casi todos ellos tienen capital, extranjero en sus econom¨ªas (aunque mucho menos de lo que frecuentemente se afirma) y han obtenido de los pa¨ªses avanzados occidentales ayudas financieras y t¨¦cnicas al desarrollo (varios miles de millones de d¨®lares al a?o). Adem¨¢s, todo lo que tenga de adverso el entorno econ¨®mico internacional, desde sensibles proteccionismos comerciales y recesiones coyunturales hasta fluctuaciones notables de los tipos de cambio y las tasas de inter¨¦s reales, pasando por actuaciones monopol¨ªsticas de c¨¢rteles exportadores como la OPEP, es perjudicial para todos ellos. Pero, aun as¨ª, de hecho hay un margen de maniobra considerable para conducir, desde adentro, la econom¨ªa. Mientras que unos pa¨ªses en desarrollo hacen uso de ¨¦l, otros desperdician las oportunidades de desarrollo.
El problema fundamental que, para poder progresar, tiene que afrontar cualquier econom¨ªa, -avanzada o atrasada, capitalista o socialista- es conseguir la mejor asignaci¨®n posible de los recursos que tenga a su disposici¨®n y que en el mundo en el que vivimos siempre son escasos. Este problema s¨®lo se resuelve si el mecanismo de precios relativos funciona en los mercados de una econom¨ªa libre o en los ordenadores de los organismos estatales que opten por la planificaci¨®n centralizada. Es en este sentido que en numerosos pa¨ªses en desarrollo se han cometido errores fundamentales, al quedar distorsionados excesivamente los precios relativos.
Por ejemplo, los Gobiernos han encarecido artificialmente la mano de obra y abaratado el uso de capital, fomentando una producci¨®n demasiado capital-intensiva a costa de crear m¨¢s puestos de trabajo. Adem¨¢s, se ha permitido una y otra vez la sobrevalorizaci¨®n externa de la moneda, defendida mediante un control de cambios, lo que dificulta la exportaci¨®n, ahuyenta a inversores extranjeros, reduce la solvencia crediticia internacional y fomenta la fuga de capitales. Al mismo tiempo, la pol¨ªtica comercial se ha puesto al servicio de una industrializaci¨®n sustitutiva de importaciones a toda costa, creando niveles de protecci¨®n efectiva alt¨ªsimos, y discriminando actividades exportadoras incluso bajo condiciones favorables en el mercado mundial. En cuanto a la agricultura, que tanto acapara la atenci¨®n del mundo debido a las recientes crisis de hambre en ?frica, el mayor fallo ha consistido en fijar, por consideraci¨®n hacia la poblaci¨®n urbana, unos precios de venta para los agricultores tan bajos que ¨¦stos invierten y producen menos de lo que ser¨ªa potencialmente posible y de lo que ser¨ªa necesario para lograr un abastecimiento satisfactorio de la poblaci¨®n con alimentos.
El Banco Mundial, en su informe del a?o 1983 sobre el desarrollo econ¨®mico mundial, trat¨® de vincular, en forma sistem¨¢tica, el grado de distorsi¨®n de los precios relativos en 31 pa¨ªses en desarrollo con los resultados econ¨®micos obtenidos en concepto de la tasa de ahorro dom¨¦stico, la productividad marginal del capital invertido, as¨ª como con respecto al ritmo de crecimiento de la agricultura, la industria, las exportaciones y el PIB durante los a?os setenta, cuando la econom¨ªa mundial sufri¨® los choques m¨¢s traum¨¢ticos de la posguerra. El resultado es significativo: los indicadores econ¨®micos eran malos, donde la distorsi¨®n de precios fue alta, por ejemplo, en Gana, Tanzania, Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay, Pakist¨¢n. A medida que el mecanismo de precios funcionaba mejor, los frutos econ¨®micos eran mayores, como en Kenia, Malaisia, Corea del Sur y Tailandia. El diferencial de crecimiento econ¨®mico entre el grupo de pa¨ªses con mejor y peor pol¨ªtica econ¨®mica es de cinco puntos nada menos, con un 6,8% de incremento anual del PIB real en el primer caso y un 1,8% en el segundo.
Pa¨ªses distintos
En el primer grupo se encuentra, por cierto, un pa¨ªs, Corea del Sur, que figura en el cuarto puesto del ranking de deudores (40.000 millones de d¨®lares a finales de 1986), despu¨¦s de Brasil, M¨¦xico y Argentina. Sin embargo, no tiene las dificultades de ¨¦stos a la hora de atender sus compromisos y no ha tenido que soportar, durante los a?os ochenta, el descenso de actividad econ¨®mica como en Latinoam¨¦rica. Se conoce que Corea del Sur (como otros pa¨ªses del Extremo Oriente) ha sabido hacer un mejor uso de los cr¨¦ditos comerciales extranjeros, dirigi¨¦ndolos m¨¢s hacia inversiones productivas que no al consumo, incluidos sobredimensionados proyectos de infraestructura de rentabilidad dudosa (como el famoso complejo hidroel¨¦ctrico de Itaip¨², el mayor del mundo, en la frontera de Brasil con Paraguay). Por consiguiente, cuando los tipos de inter¨¦s real se dispararon hacia arriba en los mercados mundiales, las econom¨ªas m¨¢s o menos eficientes pudieron amortiguar el choque, mientras que las otras, que durante muchos a?os hab¨ªan acumulado distorsiones en sus estructuras productivas, sucumbieron y tuvieron que entrar en un penoso proceso de reajuste.
Desde finales de los sesenta, a ra¨ªz de un proyecto de investigaci¨®n econ¨®mica patrocinado por el Centro de Desarrollo de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), se ha llevado a cabo un sinf¨ªn de estudios te¨®ricos y emp¨ªricos que analizan el impacto de la pol¨ªtica econ¨®mica de estos pa¨ªses en su desarrollo. A pesar de diferencias en la metodolog¨ªa empleada, en la muestra de pa¨ªses analizados y en los per¨ªodos considerados se puede ver hasta la saciedad que los Gobiernos de estos pa¨ªses, por regla general, lo tienen en sus manos, el ¨¦xito y el desastre. El extendido grupo de analistas incluye nombres tan prestigiosos como los de Bela Balassa, Jagdish Bhagwati, Max Corden, Anne Krueger, Assar Lindbeck, lan Little y Hla Myint. Algunos de ellos ya son, o ser¨¢n alg¨²n d¨ªa, candidatos serios al Premio Nobel de Econom¨ªa. No puedo creer que sus trabajos, como tantos otros que se han realizado en Kiel, se desconozcan en la capital andaluza. Tampoco quiero pensar que, aun conociendo los estudios, uno pueda imputarles ignorancia en temas de desarrollo econ¨®mico y falta de rigor cient¨ªfico en sus investigaciones, t¨¦rminos ¨¦stos que los profesores Albuquerque y Ferraro tan alegremente manejan.
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