La condena de Ibrahim Abdal¨¢
LA SENTENCIA dictada el s¨¢bado por siete jueces franceses contra el liban¨¦s Georges Ibrahim Abdal¨¢ constituye un hito en la lucha de las democracias europeas contra el terrorismo. La condena a perpetuidad de un dirigente terrorista ha sido la correcci¨®n desde la judicatura, de las numerosas vacilaciones y zonas de penumbra que ofrece la pol¨ªtica del Gobierno de Par¨ªs con respecto al terrorismo.La aplicaci¨®n de las normas de un Estado democr¨¢tico ha primado sobre la raz¨®n de Estado solicitada por el fiscal y demandada por el abogado de Abdal¨¢. Un Estado de derecho no puede permitir la agresi¨®n impune a diplom¨¢ticos extranjeros, pertenezcan o no a servicios secretos, ni que se convierta el territorio nacional en campo de batalla de los enfrentamientos de Oriente Pr¨®ximo.
El terrorista liban¨¦s, de origen cristiano, Georges Ibrahim Abdal¨¢, ha sido condenado por su complicidad en el asesinato de dos diplom¨¢ticos, el israel¨ª Yacov Barsimentov y el norteamericano Charles Ray, as¨ª como tambi¨¦n en la tentativa de asesinato de un segundo diplom¨¢tico de los Estados Unidos, Robert Homme.
El propio Abdal¨¢ en su declaraci¨®n, durante el juicio, dej¨® corto margen para las dudas: "O habr¨¢ paz para el pueblo ¨¢rabe, para todo el pueblo ¨¢rabe y en toda la tierra ¨¢rabe, o no habr¨¢ paz para nadie en ning¨²n sitio". El nihilismo totalitario queda perfectamente formulado en estas pocas palabras. Mientras no se resuelva un problema que depende de una multitud de partes, entre otras cosas, de los propios ¨¢rabes y de la desaparici¨®n de sus m¨²ltiples querellas intestinas, podr¨¢n morir inocentes en Madrid (el grupo de Abdal¨¢ pudo ser, seg¨²n muchos indicios, el que perpetr¨® la matanza del restaurante El Descanso en 1985, con el resultado de 21 muertos y 130 heridos), en Par¨ªs o en cualquier lugar del mundo.
Aunque nadie puede insensatamente ignorar los riesgos de la decisi¨®n judicial del s¨¢bado, los siete jueces de Par¨ªs reforzaron con su veredicto el Estado de derecho, a pesar de las veleidades del Gobierno respecto a la posibilidad de una sentencia suave. Para los ministros del Interior y para determinadas mentalidades policiales obtusas, los ¨¦xitos no se cuentan m¨¢s que en golpes de efecto, detenciones masivas y espectaculares, carteles de b¨²squeda y captura y recompensas a la delaci¨®n. Son ¨¦stos los ¨¦xitos que suman votos. Pero, por fortuna para Francia y para Europa, los jueces han sabido en esta ocasi¨®n buscar el ¨¦xito m¨¢s dif¨ªcil y duradero, el que refuerza las instituciones democr¨¢ticas neg¨¢ndose a ceder ante el chantaje del terror. El entendimiento y la comprensi¨®n del problema ¨¢rabe no pueden constituir, por otra parte, una excusa leg¨ªtima para que por la v¨ªa del terror se siembre indiscriminadamente la muerte en las capitales europeas.
Los jueces franceses han proporcionado tambi¨¦n una lecci¨®n de mayor alcance. La satisfacci¨®n norteamericana por la condena de Abdal¨¢ puede quedar en la superficialidad de la revancha. Estados Unidos se ve afectado por el terrorismo fuera de sus fronteras. Puede, por lo tanto, predicar sin el ejemplo y reprochar constantemente el laxismo y la debilidad de sus aliados geogr¨¢ficamente m¨¢s pr¨®ximos de las zonas calientes del planeta donde act¨²a con preferencia el terrorismo internacional. Pero Francia aparece reforzada ahora, frente al Estados Unidos del Irangate, como una democracia coherente que imparte justicia sin sentirse coaccionada por condicionamientos exteriores o interiores. Los chantajes que han pesado en los ¨²ltimos meses sobre Europa, con la presi¨®n del terrorismo originado en Oriente Pr¨®ximo, por un lado, y con el avasallamiento diplom¨¢tico, cuando no militar, norteamericano, por otro, ser¨¢n m¨¢s dif¨ªciles a partir de este momento. Despu¨¦s del estallido del esc¨¢ndalo del Irangate, donde puede comprobarse que existe una la doble vara de medir aplicada por la Administraci¨®n de Reagan en la cuesti¨®n de los rehenes (negociaci¨®n cuando son americanos, solicitudes de dureza e inflexibilidad cuando se trata de europeos) y su c¨ªnica derivaci¨®n hacia el caso de Nicaragua, Europa no debe aceptar ning¨²n ejemplo ni lecci¨®n alguna sobre las formas de combatir el terrorismo.
La decisi¨®n de los jueces franceses, condenando a Abdal¨¢ deja a la Administraci¨®n de Reagan pr¨¢cticamente ya sin argumentos para dar lecciones sobe comportamiento pol¨ªtico a los pa¨ªses aliados, sobre todo cuando, al mismo tiempo, se practica el doble juego puesto al descubierto por el Irangate. Y todo ello a menos que Estados Unidos pretenda de sus aliados europeos lo que ser¨ªa una actitud rayana en el servilismo.
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