Pluralismo, participaci¨®n, democracia
Nuestro sistema democr¨¢tico ofrece hoy ciertas se?ales de agotamiento como factor de est¨ªmulo y garant¨ªa de libertad. No se trata s¨®lo de limitaciones a la hora de ejercer la soberan¨ªa popular; es tambi¨¦n ¨¦ste un momento pol¨ªtico en el que la participaci¨®n, el pluralismo o el control del Gobierno est¨¢n sufriendo un retroceso.Ahora bien, dif¨ªcilmente ofrecer¨ªa una explicaci¨®n razonable un discurso que se limitara a presentar esta situaci¨®n como una crisis coyuntural del juego concreto de partidos hoy presentes en el juego parlamentario o a ofrecer como explicaci¨®n ¨²nica el desmesurado af¨¢n de hegemon¨ªa del PSOE. Considero que ese af¨¢n desmesurado existe, pero todo indica que adem¨¢s nos hallamos ante una caducidad de las formas tradicionales de representaci¨®n pol¨ªtica.
No insin¨²o que el parlamentarismo, en tanto que exposici¨®n de pluralidad, sea negativo, y menos a¨²n que los partidos pol¨ªticos se hayan agotado como instrumento de acci¨®n pol¨ªtica. Lo que planteo es que todos los factores de cambio y novedad que vivimos (internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa, la cultura, las comunicaciones...) afectan al concepto mismo de la pol¨ªtica y de las formas de ofrecerla.
Y a?ado m¨¢s: no hay f¨®rmulas de participaci¨®n eternamente v¨¢lidas. Hoy se hace preciso un nuevo salto cualitativo en este terreno como el que supuso la irrupci¨®n del movimiento obrero en la escena pol¨ªtica. Con el nacimiento y afirmaci¨®n del movimiento obrero se produjo un primer cambio en la vida pol¨ªtica; es all¨ª donde nacen el sufragio universal, los sindicatos, la configuraci¨®n del Estado en las formas hoy conocidas. En la situaci¨®n que hoy vivimos, las formas de hacer pol¨ªtica tradicionales ya no satisfacen todas las demandas participativas; como consecuencia, se constata el alejamiento entre importantes capas de la poblaci¨®n, especialmente j¨®venes, y los partidos. Nacen nuevas voluntades participativas -como las expresadas hoy por un movimiento estudiantil que surge sin tutela de partidos-, que expresan por s¨ª mismas la caducidad de unas formas de relaci¨®n entre Estado y sociedad.
Esta crisis del modelo de representaci¨®n o la insuficiencia del tradicional concepto de la pol¨ªtica tienen un efecto directo sobre la crisis de los partidos. Una crisis que seguramente est¨¢ interrelacionada con la salida neoliberal que ha venido imponi¨¦ndose a la crisis econ¨®mica. Y ello por dos razones: primero, porque desatiende los problemas concretos de millones de personas y empuja la pol¨ªtica a una funci¨®n superestructural; segundo, porque el liberalismo ha impuesto una forma antidemocr¨¢tica en la utilizaci¨®n de los nuevos recursos que aporta la revoluci¨®n cient¨ªficot¨¦cnica, estableciendo una contradicci¨®n entre posibilidades de democracia y la realidad del sistema.
La investigaci¨®n sociol¨®gica no permite formas de correcci¨®n democr¨¢tica en la toma de decisiones, sino el dise?o de estrategias para subvertir la opini¨®n p¨²blica; las potencialidades de la tecnolog¨ªa inform¨¢tica no est¨¢n facilitando la democracia, sino el control sobre los ciudadanos; los recursos comunicacionales no fomentan la participaci¨®n, sino que manipulan.
En el fondo de la cuesti¨®n nace una obligaci¨®n: el debate sobre la modernizaci¨®n hay que llevarlo tambi¨¦n al terreno de la democracia y de las formas pol¨ªticas. De lo contrario, la modernizaci¨®n tecnol¨®gica inducir¨ªa regresiones en la participaci¨®n pol¨ªtica, se har¨ªa contra la democracia.
Mapa de partidos
La cuesti¨®n clave es precisamente la participaci¨®n. Y el reto, c¨®mo articular nuevas formas participativas no subsumibles en esquemas cerrados de partidos convencionales u otros mecanismos igualmente convencionales de nuestro sistema.
No se plantea aqu¨ª la caducidad del sistema parlamentario basado en partidos pol¨ªticos o la defensa de Parlamentos atomizados en exceso. Se trata de reconocer que la heterogeneidad de las sociedades actuales hace imposible identificar sectores o clases sociales de modo uniforme con un partido pol¨ªtico. Habr¨¢ que completar la pieza democr¨¢tica que son los partidos con formas cada vez m¨¢s deseables de democracia dIrecta y de formas de asociacionismo pol¨ªtico no necesariamente electoral.
Deber¨ªa preocupar a cualquier dem¨®crata el modelo pol¨ªtico que se nos ha pretendido ofrecer: un sistema reducido a dos partidos que s¨®lo act¨²an en per¨ªodo electoral. Este sistema, similar al norteamericano, es el que acariciaban Fraga y Felipe Gonz¨¢lez cuando lanzaron su estrategia bipartidista.
Un sistema de este tipo encubre, bajo la formalidad democr¨¢tica, el hecho de que las decisiones pol¨ªticas operan en un juego establecido de grupos de poder y presi¨®n ocultos. Esto no puede ser el modelo a asociar con un futuro de modernidad democr¨¢tica, como no lo es, obviamente, el sistema de partido ¨²nico. Partiendo de los actuales sistemas parlamentarios, basados en partidos, deber¨ªan introducirse reformas que permitan recuperar el dinamismo y la vitalidad que a otros Parlamentos en la historia los convirtieran en centros principales de producci¨®n de ideas y de pol¨ªtica cultural. No s¨®lo habr¨ªa que recuperar la funci¨®n cr¨ªtica y creativa que en otro tiempo aportaban los intelectuales, sino tambi¨¦n la cercan¨ªa entre ciudadanos e instituciones.
Nuestra realidad m¨¢s inmediata ofrece, sin duda, estas limitaciones generalizables a los sistemas democr¨¢ticos occidentales. Habr¨¢ que a?adir, en el caso de Espa?a, que el sistema de partidos no est¨¢ asentado todav¨ªa, y que esta inestabilidad del mapa pol¨ªtico no encontrar¨¢ asentamiento en el modelo absorbente que practica el PSOE.
El modelo absorbente del PSOE contribuye a la desarticulacl¨®n de la sociedad, que no beneficia a la solidez el sistema de partidos. Contribuye a su debilidad, y en la medida en que las formas de agregaci¨®n social se han producido al margen del sistema democr¨¢tico, tienden a proyectarse contra ¨¦l o al menos hacia posiciones de profundo escepticismo.
La manifestaci¨®n m¨¢s reciente de lo se?alado se halla en la crisis de la derecha. Hay en esta crisis, en efecto, razones inmediatas: quienes deber¨ªan, en l¨®gica, haber socorrido a Fraga no s¨®lo no lo han hecho, sino que pr¨¢cticamente le han empujado a la dimisi¨®n: la derecha econ¨®mica. ?C¨®mo ha podido ocurrir eso? Sencillamente, porque la derecha econ¨®mica ve realizada su pol¨ªtica en la propugnada por Felipe Gonz¨¢lez, porque incluso la mencionada pol¨ªtica no podr¨ªa haberla realizado un Gobierno de la derecha con la oposici¨®n del PSOE, el PCE, Comisiones Obreras y UGT. Han dejado caer a Fraga porque sus intereses est¨¢n asegurados en esa etapa, y se disponen a preparar para una posterior una opci¨®n m¨¢s atractiva que la que representaba Manuel Fraga.
He aqu¨ª una demostraci¨®n clara del desajuste-crisis que observa el sistema de partidos en Espa?a: la derecha econ¨®mica apoya a la izquierda en tanto que ¨¦sta le hace su pol¨ªtica.
La quiebra de la derecha conservadora es, pues, la quiebra del juego bipartidista, del sistema Fraga-Felipe. Afortunadamente.
La crisis del bipartidismo provocar¨¢, estoy convencido, una recomposici¨®n general del mapa pol¨ªtico. A la recomposici¨®n de la derecha acompa?ar¨¢ la de la izquierda, en la medida que toda una serie de datos (elecciones sindicales, movimiento estudiantil...) apuntan un creciente cuestionamiento de fondo de la pol¨ªtica del Gobierno. Una recomposici¨®n que reportar¨¢ beneficios al sistema democr¨¢tito, ya que recuperar¨¢ la pluralidad pol¨ªtica asociada a un importante aumento de la participaci¨®n social.
Este nuevo mapa pol¨ªtico aconseja importantes reformas en el Parlamento.
Reforma parlamentaria
El Congreso de los Diputados se ha convertido en un mero instrumento de ratificaci¨®n de las acciones del Gobierno. Se hace imprescindible:
1. Modificar la actitud absorbente de la mayor¨ªa.
2. Distribuir de forma m¨¢s plural las presidencias de las comisiones del Congreso, el Consejo de RTVE, etc¨¦tera.
3. Reformar el reglamento de modo que aumenten los momentos de control parlamentario del Gobierno y la participaci¨®n parlamentaria de las minor¨ªas.
En definitiva, la cuesti¨®n de fondo que se plantea es la siguiente: a una mayor libertad se corresponde un Estado que reduzca sus rasgos autoritarios. Aqu¨ª vivimos la experiencia contraria. La l¨ªnea de juego democr¨¢tico en Espa?a no puede seguir as¨ª. Hace falta sustituir el desprecio de las minor¨ªas por una mayor capacidad de di¨¢logo desde el Gobierno; modificar la ley electoral y el reglamento del Congreso. Pero sobre todo es preciso potenciar el movimiento asociativo y tantas instancias sociales como sean precisas para acercar la democracia a nuestra sociedad.
Se hace necesario m¨¢s respeto al pluralismo y mayor fomento de la participaci¨®n para que esta democracia no envejezca demasiado pronto.
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