Cuchicheos al o¨ªdo del presidente

Como primera dama, Nancy Reagan se ha enfrentado a un dilema, al igual que les ha ocurrido a otras primeras damas. Durante sus primeros meses en la Casa Blanca se le critic¨® con raz¨®n el estar demasiado interesada por la ropa, la porcelana y la ostentaci¨®n millonaria, en una ¨¦poca de aguda recesi¨®n. Ahora se le acusa de ejercer demasiado poder, al haberse esforzado con ¨¦xito en la salida de Donald Regan como jefe del gabinete de la Casa Blanca. Esto ha provocado una pregunta indignada: ?qui¨¦n eligi¨® a Nancy Reagan?.La respuesta es: nadie. Los deberes de una primera dama no est¨¢n definidos. Pero como compa?era que resiste junto a su esposo una carrera pol¨ªtica de obst¨¢culos, juega un importante papel una vez que ¨¦ste resulta elegido.

Dos aspectos de la labor de la se?ora Reagan son los que parecen despertar un inter¨¦s particular. Uno de ellos es que, seg¨²n se dice, se propone insistir en un acuerdo con la Uni¨®n Sovi¨¦tica para el control de armamentos, porque ello ser¨ªa positivo para la reputaci¨®n hist¨®rica del presidente.

La otra causa evidente de indignaci¨®n estriba en la sospecha de que Nancy Reagan est¨¢ haciendo algo m¨¢s que dar consejo y hace las veces de gran muleta de un presidente envejecido que tiene problemas para enterarse de las cosas. Si esto es cierto, la cuesti¨®n es la incapacidad del presidente.

4 de marzo