Los obst¨¢culos de la transici¨®n mexicana
Al acercarse el momento de la sucesi¨®n presidencial en M¨¦xico, los obst¨¢culos a salvar para asegurar una transici¨®n tranquila surgen y se esfuman a un ritmo vertiginoso. En t¨¦rminos generales, es factible vaticinar que la mayor¨ªa de los problemas internos que enfrentar¨¢ el presidente Miguel de la Madrid en la desgarradora busca de su sucesor ser¨¢n sorteados, mientras que los posibles tropiezos externos Podr¨¢n resultar menos f¨¢ciles de resolver. Dicho de otro modo, la sucesi¨®n actual tiene poco de nuevo: ser¨¢ dolorosa, pero se culminar¨¢ con ¨¦xito, al igual que en todas las ocasiones anteriores desde 1934.Desde el punto de vista interno, el desaf¨ªo mayor que el Gobierno mexicano ha tenido que hacer frente este a?o ha sido, obviamente, el movimiento estudiantil. Desatado el a?o anterior, por el descontento que provocaron las reformas universitarias propuestas por el rector de la universidad nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM), Jorge Carpizo, el movimiento produjo manifestaciones gigantescas, no vistas en la ciudad de M¨¦xico desde 1968. En juego estaba la llamada modernizaci¨®n de la Universidad, considerada necesaria y deseable por todos, pero imposible de lograr sin afectar a la actual poblaci¨®n estudiantil, tanto universitaria como de bachillerato. Frente a la resistencia de la juventud, y ante el riesgo de choques violentos en las calles de la capital del pa¨ªs al estallar la huelga universitaria, el Gobierno de Miguel de la Madrid opt¨® por la soluci¨®n de menor audacia y mayor sabidur¨ªa: sacrificar la reforma, aumentar en el 127% el presupuesto de la UNAM, aceptar la convocatoria de un congreso en la Universidad y, de hecho, desactivar el movimiento.
Desde luego no todo ha terminado. Puede haber coletazos de un movimiento provocado por las reformas, pero en gran parte debido a la desesperaci¨®n de una juventud sin porvenir. Pero por ahora el Gobierno mexicano parece tener intacta su legendaria sensibilidad pol¨ªtica. A la hora de las decisiones no hubo ansia modernizadora ni austeridad presupuestal que valiera frente el espectro de medio mill¨®n de j¨®venes en la calle en plena sucesi¨®n presidencial. No es seguro que esta postura impere en otros ¨¢mbitos, pero es probable.
Una prueba ser¨¢, sin duda, la ola de agitaci¨®n obrera que comienza a sacudir a la industria mexicana. A principios de mes, por primera vez en muchos a?os, entr¨® en huelga el sindicato mexicano de electricistas, que representa a los trabajadores el¨¦ctricos de la ciudad de M¨¦xico. El n¨²mero de emplazamientos a la huelga tambi¨¦n ha aumentado. La raz¨®n es sencilla: van ya demasiados a?os (cuatro) de contracci¨®n salarial, y las reservas de diversa ¨ªndole que permitieron amortiguar los efectos de la austeridad se han desvanecido. Hasta ahora, el estado asistencial mexicano, aunado en 1984 y 1985 a una cierta creaci¨®n de empleo, suaviz¨® las repercusiones de la crisis.
Pero la desaparici¨®n del crecimiento econ¨®mico y la reestructuraci¨®n del estado asistencial en aras de una mayor racionalidad econ¨®mica, as¨ª como la persistencia de elevad¨ªsimas tasas inflacionarias, han comenzado a obligar a la clase obrera mexicana a alg¨²n tipo de respuesta. Pero ser¨¢ m¨¢s dificil para el Gobierno ceder en materia salarial que sobre la Universidad.
Lo segundo es un asunto que apenas rebasa sus propios l¨ªmites; lo primero tiene que ver con el conjunto entero de la pol¨ªtica econ¨®mica y de deuda externa que ha puesto en pr¨¢ctica el presidente De la Madrid. En efecto, a mediados del a?o pasado, frente a la opci¨®n de suspender los pagos de intereses sobre la deuda externa mexicana, de casi 100.000 millones de d¨®lares, buscar afanosamente nuevos cr¨¦ditos para seguir pagando, el Gobierno escogi¨® esta ¨²ltima v¨ªa.
Al cabo de largas y penosas negociaciones logr¨® un acuerdo que inclu¨ªa m¨¢s de 13.000 millones de d¨®lares en fondos frescos y una profundizaci¨®n de la llamada reforma estructural de la econom¨ªa mexicana.
Apertura frente el exterior, privatizaci¨®n, recortes de subsidios, austeridad fiscal, contenci¨®n salarial: ¨¦stas eran las principales caracter¨ªsticas de la nueva condicionalidad de la comunidad financiera internacional. Pero el paquete mexicano, a m¨¢s de un a?o del comienzo de las negociaciones que le dieron vida, a¨²n no despega.
Prestar dinero
Aunque la firma del convenio con la banca privada est¨¢ prevista para el 20 de marzo, hasta la fecha los bancos comerciales se han mostrado sumamente reticentes: no quieren prestarle m¨¢s dinero a M¨¦xico. En parte se oponen porque creen que la idea misma de prestar dinero nuevo para cobrar los r¨¦ditos sobre el dinero viejo se ha vuelto aberrante. Sin embargo, su negativa tambi¨¦n proviene de cierto escepticismo frente al cumplimiento mexicano de los compromisos asumidos en materia de reforma estructural.
Si el Gobierno act¨²a con prudencia y moderaci¨®n en lo interno, realizando s¨®lo aquellos cambios que la poblaci¨®n acepte, y reculando ante aquellas reformas que la gente rechace, corre el riesgo de enajenar a sus acreedores externos y dificultar el desembolso de nuevos pr¨¦stamos a los cuales los bancos est¨¢n de por s¨ª reacios. Esta t¨¢ctica encierra adem¨¢s el grave inconveniente de? salto al vac¨ªo: la poblaci¨®n en M¨¦xico ya no s¨®lo se opone a la austeridad, sino que comienza a exigir cambios, pero de una naturaleza muy distinta a la que pretende el Gobierno.
He aqu¨ª la gran lecci¨®n de la impresionante manifestaci¨®n obrera y estudiantil del 3 de marzo: una de las demandas centrales de la marcha fue, justamente, la suspensi¨®n de pagos de la deuda externa. El ejemplo de Brasil estaba a la vista de todos los manifestantes. Y no s¨®lo de ellos.
La decisi¨®n de Brasil de suspender indefinidamente los pagos de intereses mientras negociaba un nuevo arreglo con sus acreedores ha ejercido una gran presi¨®n sobre el Gobierno.
Por una parte, ha mostrado que, otros pa¨ªses s¨ª han optado por salidas distantes a la mexicana ante la crisis de la deuda externa. Pero, por otro lado, la ausencia por ahora en todo caso de represalias de gran envergadura contra Brasil con motivo de su acci¨®n unilateral ha puesto en tela de juicio la credibilidad del Gobierno mexicano en un terreno en el que los habitantes del pa¨ªs a¨²n le cre¨ªan. En efecto, desde 1983 las autoridades han insistido en la imposibilidad de declarar una moratoria debido a las consecuencias nefastas que tendr¨ªa para el pa¨ªs.
Para los dirigentes, la prioridad actual es asegurar una sucesi¨®n ordenada y tranquila. No hay raz¨®n para dudar que esto ocurra, pero las piedras en el camino pueden ser m¨²ltiples. Apeg¨¢ndose a la tradici¨®n mexicana -y mao¨ªsta- de la pol¨ªtica al puesto de mando, los retos internos ser¨¢n superados. En cuanto a los externos, son por definici¨®n imprevisibles e incontrolables. Pero pueden ser manejados y circunscritos a l¨ªmites tolerables. Cerciorarse que ¨¦ste sea el caso el la asignatura pendiente para los pr¨®ximos meses.
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