La competencia de los toreros anima la fiesta
ENVIADO ESPECIALLos tres diestros de ayer compet¨ªan en quites y en todo lo dem¨¢s. Ya era hora de que sacudieran la modorra; de que sacaran de los costrosos despachos del taurinismo la discusi¨®n sobre su primac¨ªa y la metieran en los ruedos, para animaci¨®n de la fiesta y disfrute del p¨²blico.
La afici¨®n valenciana disfrut¨® mucho con la competencia de los toreros, que unas veces era evidente -en los quites, por ejemplo- y otras sutil -por ejemplo, en la suertes aisladas que ensayaba cada cual-. Ellos se entend¨ªan y entre el p¨²blico, quienes; por erudici¨®n conoc¨ªan las claves, lo entend¨ªan tambi¨¦n.
En los tercios de quites tuvieron una curiosa forma de competir: compet¨ªan cuando ya no proced¨ªa el quite. El caso es sorprender a la gente. As¨ª, en el primer toro, Espl¨¢ daba unas gaoneras y aunque hab¨ªan cambiado el tercio, Ortega Cano sal¨ªa enfurru?ado a pegar ver¨®nicas -de las de paso atr¨¢s-, para que se fuera enterando el compa?ero de lo que vale un peine. Joselito, quedaba de mir¨®n. O, en el segundo, Joselito dibujaba unas ver¨®nica suav¨ªsimas, con media ver¨®nica lenta, todo ello premiado con ol¨¦s y grandes ovaciones, y aunque el tercio estaba conclu¨ªdo, Espl¨¢ comparec¨ªa enfadad¨ªsimo por la osad¨ªa del d¨ªscolo coletudo, y se pon¨ªa a girar chicuelinas. Ortega Cano quedaba de mir¨®n. O, en el sexto, Ortega Cano ofrec¨ªa unas gaoneras, que se jaleaban, y aunque el tercio ya era historia, se apresuraba Joselito a instrumentar faroles, rematados con un lento lance a una mano. Y Espl¨¢ quedaba de mir¨®n.
Bernardos / Ortega Cano, Espl¨¢, Joselito
Cuatro toros de Mat¨ªas Bernardos; 1? (sobrero) y 2? de El Torre¨®n: escasos de trap¨ªo, inv¨¢lidos. Ortega Cano: estocada recibiendo y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); aviso con minuto y medio de retraso antes de entrar a matar, estocada contraria y rueda de peones (oreja). Luis Francisco Espl¨¢: estocada trasera y descabello (ovaci¨®n y salida a los medios); media atravesada, rueda de peones y descabello (oreja). Joselito: estocada ladeada (aplausos con pitos y saludos); pinchazo hondo y descabello (insistente petici¨®n y vuelta). Plaza de Valencia, 17 de marzo. Cuarta corrida de feria.
Tambi¨¦n compitieron en banderillas, y ah¨ª llev¨® la peor parte Ortega Cano, pues ni reun¨ªa con la autenticidad de Joselito, ni consegu¨ªa alcanzar la brillantez de Espl¨¢, un prodigio de facultades y de fantas¨ªa. Espl¨¢ realiz¨® con el quinto toro un tercio espectacular, oblig¨¢ndolo a correr por todo el redondel y provocando la reuni¨®n en terrenos comprometidos. Prendi¨® un impresionante par a topa-carnero y otro por los adentros, que pusieron al p¨²blico en pie. Conclu¨ªdo el tercio, el tendido se llen¨® de pa?uelos.
En las faenas de muleta compitieron asimismo los tres espadas- ahora haciendo uso sutil de una toreo referencial, para iniciados- y quien llev¨® la peor parte fue Joselito, pues sus toros no le embest¨ªan, lo que se dice nada. Joselito arm¨® un alboroto con el emocionante pase cambiado que llaman pedresina, citando de largo, que pr¨¢cticamente lig¨® con ayudados por alto y otro por bajo de torer¨ªsima factura. Esos muletazos dejaron al toro sometido, y Joselito no pudo armar ning¨²n alboroto m¨¢s, pues a partir de ah¨ª sus toros determinaron no volver a embestir. Para muestra les hab¨ªa valido un bot¨®n y ten¨ªan claro que los pases ayudados son malos para los ri?ones. Por mucho que los porfi¨®, o no daban ni un paso, o se quedaban en el centro de la suerte, y en un par de ocasiones tanto consinti¨® el joven matador, que result¨® cogido y volteado de mala manera.
Espl¨¢ tore¨® animoso y valent¨®n con la muleta, movido en el toreo fundamental e inspirado en el de adorno, donde incluy¨® sorprendentes remates de barroca invenci¨®n. Ortega Cano, por su parte, estuvo profesoral, t¨¦cnico, suficiente, pulcro y pl¨²mbeo. No ten¨ªa ninguna prisa en la preparaci¨®n de las suertes, su ejecuci¨®n y la posterior complacencia por lo ejecutado tan requetebi¨¦n.
El cuarto toro se peg¨® una panzada y lo levantaron tir¨¢ndole de los cuernos y del rabo. A ese toro nada toro llevaba 11 minutos y 30 segundos peg¨¢ndole naturales y derechazos Ortega Cano cuando el presidente orden¨® un aviso. Son¨® el clar¨ªn -?tarar¨ª¨ª¨ª!- y unos cuantos que se hab¨ªan quedado dormidos se despertaron, sobresaltados: "?Qu¨¦ pasa, qu¨¦ pasa?" No pasaba nada ?qu¨¦ iba a pasar? Todo continuaba igual que antes de la siesta, y Ortega Cano, profesoral, t¨¦cnico, suficiente, pulcro y pl¨²mbeo, segu¨ªa y segu¨ªa y segu¨ªa...
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