'Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias'
Leida segun costumbre el Acta del d¨ªa anterior, se pas¨® ¨¢ la ceremonia de jurar la Constitucion, ¨¢ cuyo fin uno de los Sres. Secretarios se coloc¨® en la tribuna y dijo: "?Jur¨¢is guardar la Constitucion pol¨ªtica de la Monarqu¨ªa espa?ola que estas C¨®rtes generales y extraordinarias han decretado y sancionado?" Y principiando el Sr. Presidente, puso la mano sobre los Santos Evangelios, diciendo en alta voz: "S¨ª juro."La misma ceremonia repitieron de dos en dos los se?ores Diputados; hecho lo cual, dijo el mismo Sr. Secretario: "Si as¨ª lo hici¨¦reis, Dios os lo premie, y si no os lo demande."
Present¨®se en seguida la Regencia del Reino, precedida de la diputaci¨®n del Congreso nombrada en la sesion del 17, y acompa?ada de una numerosa comitiva de grandes, embajadores, generales nacionales y extranjeros, y otras personas de la primera distincion; y habi¨¦ndose colocado en el s¨®lio, donde le aguardaba el Sr. Presidente de las C¨®rtes, bajaron todos poco despues, y ocupando el mismo Sr. Presidente su asiento ordinario, prestaron los indiv¨ªduos de la Regencia de dos en dos el juramento de obediencia ¨¢ la Constitucion con arreglo ¨¢ lo acordado en la sesion del 11 del corriente.
Vueltos al s¨®lio, pronunci¨® el Sr. Presidente del Congreso el siguiente discurso:
"Congregadas estas C¨®rtes generales y extraordinarias despues de vencido el inmenso c¨²mulo de obst¨¢culos que ofrecia la triste situacion de la P¨¢tria, se dedicaron con particular esmero ¨¢ formar la Constitucion pol¨ªtica de la Monarqu¨ªa espa?ola, y al cabo de grandes fatigas y tareas, tuvieron la satisfaccion de sancionarla en la forma que se ley¨® ayer en sesion p¨²blica, y ha visto la Regencia del reino por el original firmado que se le remiti¨® en el mismo dia, y si¨¦ndole tanto m¨¢s satisfactorio al Congreso el haber podido concluir sus trabajos para firmarla ayer y hacer hoy la jura y publicacion, cuanto que ambos son dias muy se?alados, por haberse roto en ellos las cadenas de la esclavitud, y concurrir adem¨¢s en el presente al aniversario de la exaltacion al Trono de nuestro adorado Rey el Sr. D. Fernando VII. En esta gran Carta se halla asegurado del modo m¨¢s firme el ejercicio de la religion cat¨®lica apost¨®lica romana, ¨²nica verdadera, y prohibido el uso de cualquiera otra; se han marcado y puesto en salvo los derechos imprescriptibles de la Nacion y de todos los espa?oles de ambos mundos; se ha continuado el gobierno mon¨¢rquico en la persona del mismo Sr. Rey D. Fernando VII de Borbon y sus leg¨ªtimos sucesores, y por ¨²ltimo, se han adoptado las precauciones oportunas para evitar ¨¢ la Nacion y ¨¢ todos los indiv¨ªduos que forman esta gran sociedad el verse otra vez sumergidos en las tristes desgracias ¨¢ que los ha conducido la arbitrariedad y tiran¨ªa. Puesta en ejecucion esta ley fundamental, la religion y sus ministros ser¨¢n respetados; el Rey gozar¨¢ de los derechos que le competen como Monarca; la Nacion conservar¨¢ ilesos los suyos, y ningun espa?ol podr¨¢ jam¨¢s ser atropellado en su persona ni propiedades. Pero como las mejores leyes sean in¨²tiles si no se procura su exacta observancia, yo, ¨¢ nombre del Congreso y de la Nacion entera que se halla representada en estas C¨®rtes, encargo muy estrechamente la ejecucion de la presente ¨¢ la Regencia del Reino, ¨¢ la cual incumbe hacerla cumplir y ejecutar ¨¢ todas las personas y autoridades; y no solo se halla comprometida de un modo especial ¨¢ realizarlo, porque su autoridad depende de la misma Constitucion, sino porque siendo propio del Poder ejecutivo el hacer observar sus leyes, lo es mucho m¨¢s el no disimular la menor inobservancia en las fundamentales.
La Regencia, que acaba de jurar la Constitucion, estoy bien persuadido de que se halla penetrada de estos mismos sentimientos; y aunque el Congreso no tiene el m¨¢s m¨ªnimo motivo de dudar del celo de un Gobierno que. ¨¦l mismo ha creado, y que le ha merecido y merece tanta confianza, no puede prescindir de recordarle que en sus manos queda encomendada la felicidad de la Nacion, y que el paso que esta bendecir¨¢ y eternizar¨¢ los nombres de los Regentes si no cometen ni permiten la menor infraccion en esta ben¨¦fica ley, les exigir¨¢ la m¨¢s estrecha responsabilidad en el no esperado caso de faltar ¨¢ un deber tan sagrado que les impo-
nen Dios y la P¨¢tria. Esperan, pues, las C¨®rtes del honor, celo y energ¨ªa de los individuos que componen la Regencia del Reino, cuyas cualidades tienen tan acreditadas, que no olvidando jam¨¢s esta terrible alternativa, ser¨¢n los m¨¢s fieles celadores de la observancia de la Constitucion, y que se har¨¢n por este medio muy acreedores ¨¢ la gratitud nacional, y dignos de las eternas bendiciones de sus ciudadanos."
Contest¨® el Sr. Presidente de la Regencia en esta forma:
"Tienen los Estados sus per¨ªodos se?alados como los hombres: nacen y crecen como ellos, y tienen tambien sus dolencias con que perecen. Los s¨ªntomas que se dejaban ver en la her¨®ica Nacion espa?ola, manifestaban ser demasiado graves las que padecia. Ni podia ser leve cuando tenla ocupado el lugar de la virtud, con que debian observarse las leyes, la licencia que las quebrantaba. Tan funesta disposicion la habla conducido con pasos acelerados al borde de? precipicio, dej¨¢ndola avanzada h¨¢cia ¨¦l, de donde una mano disfrazada, acerc¨¢ndose como amiga, crey¨® arrojarla ¨¢ ¨¦l ¨¢ un ligero impulso con alevos¨ªa. Iba ¨¢ suceder as¨ª, y parece lo mandaba el mismo ¨®rden de las cosas, por las disposiciones que se hablan introducido ¨¢ tomar como familiar la perfidia. Pero descubierto el arrojo, record¨® como un golpe el¨¦ctrico ¨¢ los hijos de Pelayo que estaban acostumbrados ¨¢ levantar la cerviz para no consentir que cayese bajo el yugo. Con tan noble inspiracion corren ¨¢ las armas, y se oponen con sa?udo rostro al astuto invasor, empe?¨¢ndole en una lucha que no habla entrado jam¨¢s en los vastos c¨¢lculos de su ambicion, ni la Europa toda se habla decidido ¨¢ darle una sola leccion para que la conociera, porque el hacerlo estaba reservado ¨¢ la abatida Espa?a, que supo sacar de su afliccion y de su conflicto para resistirle los esfuerzos que podria de la opulencia. Animada de ellos, levanta su erguida frente: fija la vista en el peligro que le amenaza de presente, sin desviar la consideracion de las causas que de lejos la hablan conducido ¨¢ ¨¦l con amargura; y para acudir ¨¢ ambos males ¨¢ la vez, se decide con denuedo ¨¢ combatir con la una mano y escribir leyes con la otra: leyes que forman su Constitucion pol¨ªtica, como el cimiento m¨¢s s¨®lido de la prosperidad de la Monarqu¨ªa, y m¨¢s digna de ocupar el corazon de los espa?oles para su observancia, que del m¨¢rmol y del cedro para su duracion. Esta es, Se?or, la obra que concebida en medio de los desvelos y de las vigilias de V. M., se consuma y presenta ¨¢ luz en este d¨ªa, que abre felizmente la ¨¦poca m¨¢s memorable ¨¢ la Nacion espa?ola. Es la emanacion estimable de la sabidur¨ªa de V. M., que comunicada ¨¢ las ¨²ltimas extremidades, y ¨¢ los ¨¢ngulos m¨¢s remotos de su dominacion en las cuatro partes del mundo, obligar¨¢ a mudar las l¨¢grimas del dolor en las del gozo, y ¨¢ efusiones m¨¢s expresivas del regocijo, como se dice haberlo hecho alguna vez el, cielo, celebrando con una lluvia de oro el nacimiento de Minerva. Es la egida impenetrable de su defensa, y el dep¨®sito sagrado que encierra las leyes tutelares de su libertad ¨¦ independencia, que la har¨¢n amable en la paz y respetable en la guerra. La Regencia, Se?or, que tan solemnemente tiene prometida ¨¢ V. M. su observancia, como ahora nuevamente la promete, velar¨¢ con el celo m¨¢s ardiente en la parte que la toque, que el pueblo espa?ol en ambos hemisferios, reconc¨ªliado dulcemente con el ¨®sculo de la paz, se conserve en ella, y repose, cogiendo tranquilo los frutos que ella le ofrece bajo de su sombra."
Concluido este discurso, salieron los Sres. Diputados de dos en dos, sigui¨¦ndoles la Regencia del Reino con el se?or Presidente de las C¨®rtes, para dirigirse unidos al templo; y de esta manera, entre los aplausos v las aclamaciones del inmenso concurso, termin¨® la sesion.
Sesion del dia 19 de marzo de 1812.
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