Las Cortes en C¨¢diz
Si es cierto que un azar b¨¦lico provoc¨® que en C¨¢diz se reuniera el primer Parlamento liberal de la historia de Espa?a, tambi¨¦n es cierto que la gaditana era, pr¨¢cticamente, la ¨²nica ciudad espa?ola que contaba con una sociedad eminenternente burguesa Y abierta a todas las ideas, enriquecida mediante el comercio con Am¨¦rica a lo largo del siglo XVIII.Dentro de la propia y singular historia de C¨¢diz, el XVIIII es, sin duda, el siglo de su riqueza, de su engrandecimiento, de su culminaci¨®n como gran urbe. Tras la consecuci¨®n del monopolio para comerciar con Am¨¦rica, la prosperodad gaditana se convirti¨® en polo de atracci¨®n del comercio internacional, y al socaire del beneficio econ¨®mico, del paso de las riquezas americanas por su bah¨ªa, la ciudad y sus habitantes conocieron una etapa extraordinaria dentro del apacible siglo XVIII. La propia estructura urbana de la ciudad va a cambiar, y a fines de la centuria C¨¢diz se convierte en una ciudad agradablemente urbanizada, con sus calles adoquinadas y trazadas a cordel, altas y refinadas construcciones, donde entre las "mil torres de marfil" destacaba la catedral, la aduana (hoy palacio de la Diputaci¨®n Provincial), el hospicio (hoy Instituci¨®n Valc¨¢rcel), etc¨¦tera.
Al finalizar la centuria dieciochesca C¨¢diz aparece como una de las ciudades m¨¢s hermosas de Europa, a decir de cuantos la visitan, que se admiran ante la imagen de un islote rocoso soporte de una ciudad de vida cosmopolita, donde abundan los extranjeros: franceses, italianos, ingleses, alemanes..., que hablando su propio idioma negocian en la calle Nueva, aut¨¦ntica bolsa del comercio internacional.
Junto a esta laboriosidad mercantil, un sofisticado ambiente, con un alto nivel de vida y todo tipo de diversiones para los ratos de ocio. Tres teatros abr¨ªan sus puertas peri¨®dicamente, caso ¨²nico en Espa?a, pero con el aditamento de ofrecer obras en tres idiomas diferentes, pues en uno de los teatros las representaciones eran en espa?ol, en otro en franc¨¦s y en el tercero en italiano. Tres teatros en funcionamiento para una ciudad de unos 70.000 habitantes requer¨ªan una actividad y una producci¨®n art¨ªstica notable, as¨ª como la visita de actores, cantantes, autores y compositores. A nadie que sepa que desde C¨¢diz se encargaron trabajos a Haydn o que en la Santa Cueva de nuestra ciudad se pueden admirar frescos de Goya puede extra?arle lo que decimos.
As¨ª pues, fue parejo a la prosperidad material el elevado nivel cultural que la ciudad alcanz¨® y que hizo del comerciante gaditano un hombre sensible: amante de los libros y las artes, abierto y tolerante, amigo de las conversaciones y del intercambio (de opiniones, hasta el extremo de institucionalizar las tertulias sobre art e, pol¨ªtica, econom¨ªa o cualquier tema, en las que participaban hombres y mujeres, y a las que se sumaron de forma inmediata los Arg¨¹elles, Quintana Mart¨ªnez de la Rosa, Bartolom¨¦ Jos¨¦ Gallardo, etc¨¦tera.
Ram¨®n Sol¨ªs, en su cl¨¢sica obra El C¨¢diz de las Cortes, afirma que "el estudio, la preparaci¨®n cultural, eran decisivos en la ciudad y eran al fin y al cabo el ¨²nico blas¨®n del que se pod¨ªa hacer gala". La cultura gaditana era, a?adimos nosotros, reflejo indudable de la riqueza de una naciente burgues¨ªa que, a mediados del siglo XVIII, empezaba a sentirse confiada y a autopremiar sus esfuerzos y trabajos.
Este nivel cultural y este af¨¢n de gozar de su tiempo y de las di versiones llam¨® la atenci¨®n a viajeros nacionales y extranjeros, como el bar¨®n de F¨¦russac quien afirmaba, tras visitar C¨¢diz a principlos del XIX: "C¨¢diz, desde el punto de vista de las costumbres, de los usos, del tono de sus habitantes, es totalmente diferente de todas las ciudades de Espa?a".
"La gran concurrencia de extranjeros que all¨ª pasan temporadas incesantemente, la diversidad de origen entre sus habitantes, han producido esta ciudad muy semejante a todas las ciudades agradables de Europa. En efecto, cuando se llega a C¨¢diz desde el interior de Espa?a se experimentan las mismas sensaciones que si se hubiera salido del reino; y si se llega del extranjero pasando por Sevilla o por otra de las ciudades vecinas, se cree entrar en otro pa¨ªs. En efecto, el contraste es llamativo; tambi¨¦n los habitantes de C¨¢diz raramente salen fuera de la ciudad a divertirse. Es para Espa?a lo que Par¨ªs es para Francia, la sede del buen tono, el punto de cita para los placeres. All¨ª gusta la vida de sociedad, las diversiones abundan y el lujo llega all¨ª a su mejor altura".
Despu¨¦s a?ade: "Se va a C¨¢diz, como en Francia a Par¨ªs, para tomar el buen tono, 'para tomar el ayre gaditano', y la ciudad goza desde este punto de vista una reputaci¨®n mayor que Madrid".
Y a esta ciudad, por el azar b¨¦lico que antes record¨¢bamos, llegaron los diputados docea?istas. Los gaditanos, encerrados en su islote, aislados de la Espa?a en guerra, sorprendieron a sus nuevos inquilinos, que se encontraron en una especie de oasis donde se segu¨ªa comerciando con Inglaterra y el abastecimiento a la ciudad, por mar, estaba asegurado.
Sus habitantes, pese a la guerra, hac¨ªan pr¨¢cticamente la vida de siempre, con el a?adido de acudir de cuando en cuando a la frontera a ver a los franceses aprest¨¢ndose para intentar un ataque definitivo a la isla gaditana. Incluso esos ataques y bombardeos se convirtieron en motivo de broma y canciones. Alcal¨¢ Galiano afirmaba al final de su vida que no hab¨ªa otro pueblo con m¨¢s diversi¨®n general y, continua que el gaditano en 1812.
Talante liberal
Tambi¨¦n hallaron en la sociedad gaditana un talante ]liberal mucho m¨¢s radicalizado y generalizado que en cualquier otro, lugar de Espa?a. A ello se a?ade la posibilidad que ofrec¨ªa el contacto permanente con Inglaterra y Francia, de donde llegaron libros y noticias sobre las ideas nuevas, que pronto fueron comentadas y discutidas en tertulias y caf¨¦s, en tabernas y calles.
Los liberales gaditanos propugnaban una sincera y profunda transformaci¨®n de la sociedad espa?ola, haci¨¦ndola m¨¢s culta y tolerante. Su pensamiento se enmarca dentro de los ideales del reformismo rom¨¢ntico que pretende no tanto culminar una revoluci¨®n -en tanto que episodio dram¨¢tico- como la definitiva expansi¨®n del esp¨ªritu reformista, quebrantando la rutina y ambicionando una nueva vida para el hombre.
En este sentido hay que recordar que fueron diputados gaditanos los que por primera vez plantearon acciones y legislaci¨®n de tipo social a las Cortes Generales.
Unas Cortes Generales que en 1812 hab¨ªan finalizado la redacci¨®n de una Constituci¨®n revolucionarla -casi ut¨®pica- consagrando el dogma decisivo de la soberan¨ªa de la naci¨®n, y que se proclam¨® y aclam¨® entre el regocijo de los gaditanos un 19 de marzo hace ahora 175 a?os.
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