Reagan aborda a la defensiva su primera conferencia de prensa tras el 'Irangate'
Los norteamericanos tuvieron esta madrugada una de las escasas oportunidades de ver en funcionamiento la mente de Ronald Reagan -cuya capacidad y estado de alerta han sido puestos en duda-, en la primera conferencia de prensa desde que, hace cuatro meses, estall¨® el esc¨¢ndalo del Irangare. En este per¨ªodo las cosas no han rodado bien para el presidente, que contin¨²a a la defensiva, paralizado por revelaciones cada d¨ªa m¨¢s escandalosas.
Horas antes de su comparecencia p¨²blica, a las ocho de la tarde de ayer (dos de la madrugada de hoy, hora peninsular espa?ola), Michael Deaver, ¨ªntimo amigo de los Reagan, confidente de Nancy y arquitect¨® de sus ¨¦xitos en el primer mandato, fue procesado por cinco presuntos delitos de perjurio. Puede ser condenado a 25 a?os de c¨¢rcel. El procesamiento de Deaver, que hasta 1985 fue jefe adjunto del gabinete presidencial y hombre encargado de vender, con ¨¦xito, la magia de Reagan, es un reflejo de la descomposici¨®n de los personajes que tomaron el poder en 1980 para realizar la revoluci¨®n Reagan con la promesa de que "Am¨¦rica no ten¨ªa l¨ªmites".Deaver ha sido acusado de mentir, bajo juramento, a un gran jurado y al Congreso. Tras abandonar la Casa Blanca, hace dos a?os, Deaver mont¨® una empresa de relaciones p¨²blicas, y de la noche a la ma?ana se convirti¨® en multimillonar¨ªo, aprovechando sus viejas relaciones con la Administraci¨®n.
Gobiernos extranjeros, de Corea del Sur, Canad¨¢ o Arabia Saudi, quer¨ªan ser sus clientes, lo mismo que grandes empresas, como TWA o Rockwell International. Deaver vend¨ªa favores y acceso al m¨¢s alto escal¨®n del Gobierno que acababa de abandonar. Les pon¨ªa en contacto con el presidente, facilitando entrevistas, o con altos cargos de la Administraci¨®n, como George Shultz, la ministra de Transportes, Elizabeth Dole, o los ex consejeros de Seguridad Nacional Robert McFarlane y John Poindexter. Una ley federal proh¨ªbe que los ex funcionarios trafiquen con influencias con la Administraci¨®n hasta despu¨¦s de un a?o de haber dejado el Gobierno.
Deaver no tuvo en cuenta esta preocupaci¨®n. Por ejemplo, trabaj¨® nada m¨¢s dejar la Casa Blanca a favor de Canad¨¢ en el tema de la lluvia ¨¢cida poco antes de que el presidente viajara a dicho pa¨ªs. Inmediatemente, el Gobierno de Ottawa firm¨® un importante contrato con la emprersa de Deaver. Corea del Sur le dio 475.000 d¨®lares (cerca de 62 millones de pesetas) para que defendiera sus intereses, despu¨¦s de que Deaver facilitara a un miembro del Gobierno de Se¨²l una entrevista con Reagan. Deaver tambi¨¦n presion¨® al secretario deEstado para que favoreciera un tema fiscal de Puerto Rico, otro de sus clientes.Siempre que fue interrogado por un gran jurado y por el Congreso acerca de si hab¨ªa facilitado estos contactos, Deaver minti¨®. Ahora ha llegado hasta el Tribunal Supremo para detener su procesamiento, y afirma que no ha cometido perjurio. Los Reagan, a los que conoce desde hace 20 a?os, hicieron p¨²blico ayer un comunicado en el que expresaban su simpat¨ªa y apoyo moral para su amigo. Hace s¨®lo unas semanas, Nancy acudi¨® a Deaver para que le aconsejara c¨®mo desembarazarse de Donald Regan y afrontar el Irangate.'Programado' durante d¨ªas
De cara a la conferencia de anoche, Reagan hab¨ªa sido preparado, casi programado, durante dos d¨ªas con sesiones simuladas, en las que contestaba a decenas de preguntas, elaboradas y formuladas por sus asesores. Antes de salir a la sala este de la Casa Blanca para enfrentarse a una Prensa que ha sido acusada de "s¨¢dica" y de pretender s¨®lo derribar al presidente, no de obtener la verdad, Reagan sab¨ªa d¨®nde se sientan los principales corresponsales. Tienen unas fichas con su situaci¨®n en la sala y su nombre de pila y hab¨ªa visto ya por televisi¨®n, minutos antes de la conferencia de prensa, planos de sus inquisidores.Raramente concede preguntas a periodistas desconocidos, y siempre llama a las dos grandes agencias, United Press Interna tional y Associated Press, a las tres cadenas nacionales de televisi¨®n y a la media docena de pe riodistas m¨¢s importantes. La conferencia s¨®lo dura 30 minutos, improrrogables, y Reagan puede acortar el interrogatorio con una declaraci¨®n inicial. Su portavoz, Marlin Fitzwater, calculaba ayer que el 95% de las preguntas ser¨ªan sobre el Irangate y presum¨ªa de poder adivinar el contenido de ocho de cada 10 de ellas. Pero aun as¨ª, exist¨ªa ayer temor en la Casa Blanca ante la actuaci¨®n del presidente.
Su anterior conferencia, el 19 de noviembre, fue una cat¨¢strofe. Reagan confundi¨® datos y cometi¨® errores de bulto. "Nuestro objetivo con esta comparecencia es reforzar los sentimientos de simpat¨ªa y cari?o que Am¨¦rica siente por Reagan", explica su portavoz.
Se trata de oponer la imagen del simp¨¢tico y afable anciano que quiere que se llegue a la verdad, pero no se acuerda de lo ocurrido, a la de una Prensa sedienta de sangre que trata de derribar a un pol¨ªtico herido, pero a¨²n muy popular.
Robert Dole, l¨ªder republica no en el Senado, resumi¨® ayer de una forma algo pat¨¦tica lo que se esperaba de la conferencia de prensa: "Los norteamericanos lo que quieren ver es que el presidente est¨¢ sano y es capaz de entender las preguntas y responderlas claramente".
Su pol¨ªtica de apoyo a la contra sigue amenazada en el Congreso, aunque el mi¨¦rcoles consi gui¨® una victoria parcial cuando el Senado, por cuatro votos, se neg¨® a bloquear 40 millones de d¨®lares (m¨¢s de 5.000 millones de pesetas) de ayuda a los rebeldes ant¨ªsandinistas. El discurso televisado pronunciado por Reagan hace unas semanas, en el que admiti¨® su responsabilidad en los hechos, no ha sido suficiente para disipar el escepticismo, y la mayor¨ªa de los ciudadanos cree a¨²n que el presidente no dice toda la verdad. El informe Tower describi¨® a un Reagan que ha perdido el control de la Casa Blanca. Se suceden nuevas revelaciones que comprometen a pr¨¢cticamente toda la Administraci¨®n, y especialmente al vicepresidente, George Bush.
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